Dentro de Pixar: la ansiedad por ser relevante gracias a ‘Del revés 2’
Una visita a la compañía que acaba de despedir al 14% de su plantilla y espera repetir el éxito del taquillazo de 2015. En la secuela, las emociones adolescentes desbordan a la protagonista
Como a menudo ocurre con los ídolos estratosféricos o las experiencias muy esperadas, cuando se visita por primera vez un lugar idealizado es común que la ilusión se disuelva hasta convertirse en un golpe de realidad. Es algo típico en las sedes de las empresas más admiradas, que en general son apenas edificios grises con café de máquina malo. Pero si alguna compañía sabe mantener la ilusión de principio a fin, hasta en el café, esa es Pixar. Las mentes que han creado a Nemo y Dory, a Buzz y Woody, al gruñón Carl de Up o a la familia Increíble no podían habitar en un bloque de aburrido ...
Como a menudo ocurre con los ídolos estratosféricos o las experiencias muy esperadas, cuando se visita por primera vez un lugar idealizado es común que la ilusión se disuelva hasta convertirse en un golpe de realidad. Es algo típico en las sedes de las empresas más admiradas, que en general son apenas edificios grises con café de máquina malo. Pero si alguna compañía sabe mantener la ilusión de principio a fin, hasta en el café, esa es Pixar. Las mentes que han creado a Nemo y Dory, a Buzz y Woody, al gruñón Carl de Up o a la familia Increíble no podían habitar en un bloque de aburrido cemento. La creatividad bulle en cada centímetro cuadrado de sus oficinas de Emeryville, en el área de la bahía de San Francisco, que estas semanas adornan con pósteres, dibujos y figuras de sus últimas creaciones: las nuevas emociones de la muy esperada secuela de Del revés (Inside Out o, en América Latina, IntensaMente). Nueve años después de la primera parte, que ganó el Oscar al mejor largometraje de animación, triunfó en Cannes y recaudó 860 millones de dólares (unos 800 millones de euros) en el verano de 2015, la nueva entrega ha llegado a los cines de EE UU y otros países el pasado viernes (en España lo hará el miércoles 19) con la mente de Riley como telón de fondo y con una estrella tan inesperada hace una década como indiscutible hoy: la ansiedad.
Una adolescente Riley —llena de brackets, granos y dramas— y sus emociones son las protagonistas de los pasillos y los cubículos de muchos de los empleados de la empresa, en la que trabajan algo menos de 1.200 personas (a finales de mayo despidieron al 14% de la plantilla, unos 175 empleados; Disney lleva 7.000 empleos destruidos). Su presencia constante resulta un buen reflejo de la gran expectación que ha generado la película, dentro y fuera de este campus, donde una gran lámpara Luxo da la bienvenida a una pintoresca colección de edificios de cristal y ladrillo visto entre los que se intercalan una cancha deportiva o una piscina. EL PAÍS acudió a la sede a finales de marzo para conocer el lugar y charlar con sus trabajadores: con el director y mente tras la original, Pete Docter; el responsable de la segunda, Kelsey Mann; el productor de esta última, Mark Nielsen; y con uno de los escasos españoles que han participado en este proyecto, el animador Jordi Oñate Isal.
Fue Docter —uno de los primeros animadores de la factoría y, hoy, una de sus mayores estrellas— quien, en 2015 e inspirado en su hija Elie, creó a Riley, la protagonista de la primera parte, y dio vida a sus emociones y a cómo estas se autogestionaban en la mente de la niña. No ha formado parte del desarrollo de esta segunda, aunque en una charla con la prensa en el auditorio del edificio principal —bautizado como Steve Jobs— afirmaba sentirse “emocionado” por su llegada a los cines. Después del “significativo impacto” que tuvo la primera, según Docter, “era hora de explorar el siguiente capítulo”. Y la situación se presta a ello: ahora Riley es una adolescente y en su cabeza hay mucho más que Alegría, Tristeza, Asco, Ira y Miedo.
Aterrizan como un elefante en una cacharrería otras cuatro emociones para convertirse en las estrellas de la hora y media de metraje: Envidia, Vergüenza (aunque en inglés se traduciría como bochorno), Ennui (en francés en el original, traducida al español como Hastío o Aburrimiento) y sobre todo Ansiedad, la auténtica robaplanos del largometraje y, como bien saben sus responsables, quien se llevará de calle los memes, pero también las ventas de productos, desde boles de palomitas en los cines a sudaderas y muñecos. La elección de Ansiedad —naranja, de ojos saltones, risa nerviosa y pelos a lo loco; en inglés doblada por Maya Hawke; en España por Michelle Jenner— como cabeza de cartel no es baladí, en un momento en el que la conversación acerca de la salud mental está más sobre la mesa que nunca. “Es genial que esta película hable de la ansiedad, y esperamos que diga cosas verdaderamente significativas, pero también divertidas. Estamos realmente emocionados”, reconocen director y productor.
En esta nueva vida de Riley, que ha tardado casi una década en cuajar, hubo muchas más emociones, hasta dos docenas, que fueron eliminándose —aunque siempre queda alguna sorpresa en el metraje final, como la aparición estelar de la vieja y querida Nostalgia— hasta pulir a los personajes finales e, igual de importante, el telón de fondo en el que se mueven. Cuenta el director que para el filme de 2015 habían creado un gran escenario de la mente de la niña, pero que “solo se pudo ver un poquito” del mismo y que ahora querían seguir explorándolo. “Hice una lista de todas las secuencias que me encantaban y de las que no tanto, y pensé el porqué. Las que amaba tenían algo en común: abrían nuevas puertas a un mundo que desconocía. Las otras solo lo repetían, regresaban a esos lugares. Y quise ir a nuevas partes de la mente a las que nunca había ido. Lo más guay de ser director es que digo: ‘Vamos a entrar ahí’... y alguien entra”, reconoce. El productor recoge el hilo: “Hay tantos lugares a los que ir en la mente... Y la película te lleva a muchos. Ya visteis algunos. Hay más, sitios que acabarán siendo explorados por esas emociones. Por ejemplo, el sistema de creencias es otro lugar importante que no existía en la primera, donde nace en lo que cree Riley y puedes escuchar qué hay dentro de ella”. “Y eso conecta con las oficinas centrales”, continúa el director. “¿Ese ascensorcito que sube en la primera película y que no sabías que era un ascensor? Porque dimos con la idea [de lo que era] después. Ha sido muy divertido reconectar las dos películas”.
Aseguran los responsables de la película que han tenido total libertad creativa para esta. “Lo único que les pedí desde el principio es que me permitieran introducir nuevas emociones y conectarlas con la anterior película”, relata el director. Le preguntaron de dónde salían, cómo se unían a la anterior. Y entonces, muy desde el principio, tuvo claro que quería trabajar con Meg LeFauve, guionista de la primera y, ahora, de esta segunda, y con quien ya realizó El viaje de Arlo, en 2015, precisamente a la vez en que nacía Del Revés. Juntos decidieron cómo gestionar la vida de esas emociones, cómo introducirlas en el universo de esas cinco primeras, tan queridas.
Jordi Oñate Isal lleva 13 años trabajando como animador en Pixar y es uno de los pocos españoles en la compañía, y de los 375 —todos humanos; no hay inteligencia artificial tras esta película— que han formado parte del proyecto durante alrededor de tres años. Él es quien hace caminar o reír a los personajes siguiendo las indicaciones del director, y reconoce que precisamente Ansiedad ha sido el personaje al que más ha costado dar vida. “Es una emoción un poco difícil de hacer y hemos tenido que elaborarla. Porque, ¿qué significa exactamente ansiedad?”, reflexiona, exponiendo la dificultad de convertir en una persona algo que es una emoción, una idea, un intangible. “La hemos hecho pensando en la actuación del personaje. Es la que más complejidad ha tenido”. Pero también, al ser un reto, la más interesante. “Ha sido la más divertida. Siempre estamos intentando hacer cosas nuevas y los personajes que siempre están riendo o que son fáciles de hacer ya no nos suponen tantos retos, son más aburridos para los animadores”.
Con el proceso ya casi acabado, Mann, el director, y Nielsen, el productor, explicaban, medio en broma, medio en serio, que si tenían que definirse por alguna de sus emociones estaban “entre Alegría y Ansiedad”. ¿Demasiada responsabilidad, muchas expectativas? Fantasean con la idea de que tanto el expectante público como el gigante de la animación lleguen a buen puerto con esta película, la 28ª en los casi 30 años de la empresa. Es su gran apuesta, la que, sin sombra de Barbenheimers en el horizonte, está llamada a ser una de las películas del verano de 2024: “Ojalá, nada nos gustaría más, suena muy bien”, dicen a la par. “Todo lo que podemos controlar es nuestra parte, obviamente hemos tratado de crear una película universal, y ojalá cumpla con todas las expectativas”.
El éxito, más que querido, empieza a ser necesario. Desde antes de la pandemia las cosas no van del todo bien para Pixar. Más allá de despidos, sus películas han pasado a menudo sin pena ni gloria, y ni siquiera se han estrenado en las salas de cine. Toy Story 4, en 2019, dio buenos resultados, pero solo los más fans recordarán los siguientes títulos de la casa: Onward, Soul, Luca, Red o incluso la inesperadamente poco exitosa Lightyear, que apenas superó en toda la taquilla global los 200 millones que costó. Algunas pequeñas joyas (como la última, Elemental, nominada al Oscar), muchas desapercibidas. “Estamos siguiendo la historia de Del Revés, que fue muy querida. Hace nueve años conmovió al mundo y quizá hizo a la gente pensar de manera diferente“, reflexiona Nielsen. “Y por ello hay una responsabilidad a la hora de hacer una secuela”.
“Tienes que hacer algo que tenga algo que contar, bonito, superentretenido, divertido, todas las cosas que amamos y que hay en las películas de Pixar. Sí, pero también tener un significado profundo, algo de lo que la gente hable y que se puedan llevar a casa”, argumenta quien también produjo aquella primera. “Sobre todo los adolescentes”, remata Mann. “Si yo hubiera tenido una peli así a mi edad...”, deja caer él, que contaba en la conferencia de prensa que había lidiado con la ansiedad “desde la adolescencia”, y que en esta película buscó darle la vuelta para no tratarla “como esa especie de villana, de antagonista” con la que se suele asociar. “Mi ansiedad también me ha ayudado, me dice: ‘Tienes que estar en un escenario delante de todos ellos, tienes que estar listo, asegúrate’. Como la ira, que en pequeñas dosis puede ser de ayuda, hasta que va demasiado lejos y es demasiado. Siempre quise que la película tratara acerca de aprender a cómo manejar la ansiedad”.