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Anatomía de la animación macabra

Los hermanos Quay, referentes del cine experimental, desmenuzan su trabajo y hablan de su última obra, ‘The Doll’s Breath’, producida por Christopher Nolan y que se estrena este sábado

Un instante de 'The Doll's Breath'. En vídeo, el tráiler del corto.
Jorge Morla

En los ojos de los títeres que protagonizan los filmes de los hermanos Quay (Pensilvania, 73 años), el espectador puede encontrar siempre elementos que no se suelen encontrar en la animación en stop-motion. Sombras, contradicciones, arrebatos de furia, remordimientos. Incomodidad. Desde que en 1979 comenzaran a pergeñar su macabro arte, los Quay, gemelos idénticos, han ido escalando posiciones hasta ser referentes de la animación experimental contemporánea. Con una treintena de cortometrajes y dos largometrajes a sus espaldas, el suyo es un estilo inconfundible que ha influido de forma implacable en creadores como Terry Gilliam o Tim Burton. Su último corto, The Doll’s Breath (2019), podrá verse mañana en la Cineteca de Madrid (21.15), dentro del Festival ANIMARIO, organizado por Cineteca y Matadero, en una sesión que analiza la obra e influencia de estos cineastas.

“Llevamos 40 años en los márgenes del cine, con nuestros títeres y nuestra pequeña escala, siempre con la firme creencia de que este reino de muñecos nos da una pequeña puerta hacia mundos maravillosos e invisibles”, explican por mail desde Londres. Como Claus y Lucas, los protagonistas de El gran cuaderno, la rompedora novela de Agota Kristof, los hermanos Quay responden con una sola voz, un “we” totalizador, cercano e irónico, que deja a un lado la individualidad de Stephen y Timothy para explicar las claves de su retorcido cine.

Stephen y Timothy Quay, en Madrid en 2007.
Stephen y Timothy Quay, en Madrid en 2007.CRISTOBAL MANUEL

Pero empecemos por el principio. ¿Cómo definir el trabajo de los gemelos? Si se les insinúa que sus imágenes oscuras, poderosas y rupturistas provocan una gran incomodidad en el espectador, ellos replican que, por el contrario, su trabajo busca ser moderado y solo “tiende más hacia lo poético con toques oscuros ocasionales”. Una de sus primeras y mayores influencias fue la hipnótica prosa de Bruno Schulz: “Representó para nosotros un nuevo reino en cuanto a lo que la animación de títeres podría ser capaz de ofrecer”. En particular hablan de su Tratado de maniquíes de sastre, que introdujo en la mente de los Quay una "metafísica de la forma”. Es decir, la idea de que la materia nunca estaba muerta, de que la falta de vida era sólo un disfraz para esconder formas de vida desconocidas. Para los Quay, la materia “está en un estado constante de fermentación y migración”. Escenográficamente hablando, con sus muñecos en stop-motion, aseguran que quieren descubrir “qué cartografías, viajes sin retorno y lugares del alma pueden volverse explorables” a través de la animación. Lo que quieren, en definitiva, es crear un dominio para las marionetas y los objetos “donde tengan su propia luz distintiva y, claro, su particular Sombra”.

Amantes de la literatura, siempre hay nombres de escritores en sus respuestas. “Como dice Cortázar, ‘hay otro orden, más secreto y menos transmisible; el verdadero estudio de la realidad no reside en leyes, sino en la excepción a esas leyes”. Ese es el terreno que llevan transitando cuatro décadas. Hablan de Cortázar, pero no es la única referencia latinoamericana que tienen. The Doll’s Breath está basada en Las Hortensias, del uruguayo Felisberto Hernández, y cuenta la historia de Horacio, un antiguo escaparatista, que crea maquetas (como los propios Quay) en las que mujeres reales y muñecas van tejiendo una red de celos, traiciones y asesinatos.

Las de los Quay son unas imágenes y una atmósfera que hacen pensar en referentes clásicos: Murnau, Robert Wiene, la navaja cortando el ojo de Buñuel… Si se les pide que completen la lista de sus inspiraciones añaden las primeras películas de Dreyer, “especialmente Vampyr”, Hitchcock, Bergman, Antonioni, Janscó, Shimizu, Mizoguchi… “En animación fueron ante todo las películas de títeres de Starewicz y las obras de Borowczyk y Švankmajer”. De esa sopa primigenia de referencias e inspiraciones salen sus títeres.

Imagen de 'The Doll'S Breath'.
Imagen de 'The Doll'S Breath'.

Sobre la situación de la animación actual, y si bien reconocen que la cosmología Disney / Pixar “es complaciente y poco innovadora”, creen que hay mucho espacio además de esas grandes producciones. “Por ejemplo, en [la plataforma] MUBI se pueden descubrir una amplia gama de películas rompedoras”. Y sobre el monotema, la atmósfera de pesadilla que, como en sus obras, se ha posado sobre el mundo, creen que la pandemia “ha paralizado el cine tal y como lo conocemos, pero lo irónico es que nosotros dos sí podemos hacer una película de animación sin tener que emplear un equipo. En ese sentido, podríamos ser totalmente autosuficiente durante esta pandemia”.

Lo que el coronavirus ha dificultado son las grandes películas como las de su padrino, Christopher Nolan, quien además de producir The Doll’s Breath ha ejercido un patronazgo muy activo a la hora de dar difusión a la obra de los Quay. “Ha sido increíblemente generoso con nosotros”, explican. “Nuestras discusiones invariablemente giran en torno al cine puro, pero también a la literatura. Por supuesto, nosotros rodamos en una simple mesa de animación de dos metros, y lo que hace Christopher es absolutamente inmenso en comparación, pero esto no invalida nuestros enfoques individuales. Cada uno sufrimos problemas propios a la hora de rodar, y cada uno lo hacemos con la misma intensidad y concentración”, cuentan. “Tenemos un enorme respeto por Christopher y la gran articulación visual que hay dentro de toda su obra”.

Por último, ¿qué le dirían estos dos gemelos idénticos que llevan 40 años moviéndose en los márgenes del cine a un estudiante de cine hoy? “Le diríamos que para nosotros hacer películas es aprender sobre el terreno, atravesar formas de vida mientras las inventamos; es respetar los objetos y respetar todas las formas inanimadas. Que nunca hemos partido de ideas o escenarios claros; siempre hemos estado permanentemente abiertos a las incertidumbres, errores y desorientaciones, y hemos aprendido a abrazar el desastre y el azar. Estos accidentes cambian el sentido del trabajo y hemos seguido esos nuevos sentidos como auténticos cazadores”, explican. “Para nosotros esto es un viaje cuya finalidad es estar siempre en el centro del recorrido”.

Imagen de 'The Doll's Breath'.
Imagen de 'The Doll's Breath'.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Jorge Morla es redactor de EL PAÍS. Desde 2014 ha pasado por Babelia, Cierre o Internacional, y colabora en diferentes suplementos. Desde 2016 se ocupa también de la información sobre videojuegos, y ejerce de divulgador cultural en charlas y exposiciones. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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