Patrik Schumacher: “Defiendo un espacio público controlado por empresas privadas”
El polémico “heredero” de Zaha Hadid es uno de los principales diseñadores de aeropuertos del mundo
Desde que Zaha Hadid lo convirtió en su socio en 2000, Patrik Schumacher (Bonn, 58 años) fue un arquitecto a la sombra de su conocidísima socia. Investigó el diseño paramétrico —basado en algoritmos que introducen variables espaciales y producen formas complejas irrepetibles— y esas curvas únicas dieron fama a los grandes edificios de la primera mujer en ganar un Premio Pritzker. Tras la muerte de Hadid, en marzo de 2016, este alemán —formado inicialmente como filósofo— gestiona uno de los estudios más famosos del mundo. Todavía con el nombre de su fundadora, el despacho ha crecido hasta superar los 400 empleados y ha levantado más edificios póstumos que los que Hadid logró construir en vida. Justo antes del confinamiento, Schumacher viajó a Madrid para dar una clase magistral en la Universidad Nebrija de Madrid.
¿Zaha Hadid Architects es hoy más Hadid o más Schumacher?
No hay diferencia. Llevo 30 años en el estudio y no he cambiado la dirección de la firma.
Pero ella no está...
Efectivamente. Y la echamos de menos.
¿Quiere decir que Hadid no estaba muy presente en la toma de decisiones?
Sí lo estaba, pero sabíamos compartir ideas y trabajo. La historia del despacho es la de mucha gente. Ahora tratamos asuntos que antes no eran tan fundamentales, como la conciencia sostenible.
¿Están corrigiendo cuestiones que descuidaban?
No es que las descuidáramos enteramente. El cambio en nuestra oficina es el mismo que el del mundo. Greta Thunberg ha sabido comunicar la dramática urgencia del cambio climático. Habíamos trabajado en cuestiones energéticas, conocíamos el problema, pero ahora lo atacamos radicalmente.
¿Sacrificarán su sello formal en aras de la sostenibilidad?
No creo. Hay elementos visibles: la forma obtener sombra, la manera de protegernos del viento, o de aprovecharlo, que forman ángulos inesperados en el edificio. Creo que para una sensibilidad minimalista será más complicado adaptarse a las exigencias del control energético.
¿El legado Hadid es el atrevimiento o su sello formal?
Conscientemente nunca hemos perseguido un estilo. A veces los clientes lo buscan y a veces hasta contradice las ideas que queremos impulsar, pero cada despacho tiene unas herramientas particulares que producen un estilo. Buscarlo es una limitación. Lo que buscamos es aplicar principios paramétricos. El diseño paramétrico asume una mayor complejidad para lograr una más perfecta adaptación a los lugares y a los programas. La parte paramétrica es deliberada en nuestro trabajo, pero la parte característica de la arquitectura Hadid es involuntaria. Revela que no somos completamente versátiles. Estamos limitados por nuestra propia historia.
¿Por qué dan tanta importancia a las curvas?
Los edificios rectilíneos son con frecuencia ilegibles. Las curvas permiten mantener complejidad y legibilidad.
Defiende la complejidad cuando muchos arquitectos buscan simplificar.
Un arquitecto lo que hace es ordenar la complejidad. No queremos complicar en exceso las cosas, pero no renunciamos a complejidades que mejoran la arquitectura. Si un edificio se sobresimplifica pierde usos, pierde identidad o queda camuflado tras una fachada hermética y uniforme.
Declaró que estaba en contra del espacio público...
Defiendo un espacio público que pertenezca y esté controlado por empresas privadas.
Entonces no es público.
Defiendo que sea de libre acceso para la gente, como sucede en los centros comerciales.
Uno tiene que comprar en un centro comercial.
No es obligatorio. Puede pasear. Los parques y las plazas públicas están descuidados. La gestión privada los mantiene mejor.
Los dueños podrían cerrar esos espacios si se llenan de gente que no compra. Un parque público es una garantía de naturaleza en la ciudad.
Los ayuntamientos no tienen ni capacidad ni tiempo ni dinero para cuidar esos espacios. Si estuviéramos en los tiempos de la televisión pública, solo habría dos canales. Prefiero tener 150.
¿Lo mismo opina de las viviendas sociales?
En ese ámbito, tendríamos más diversidad si tuviéramos proyectos privados con un precio estipulado. La gestión privada es más exigente. Fui acusado de estar en contra de los pobres cuando critiqué cómo funcionan las viviendas sociales. En lugar de analizar cómo está organizado el sistema y ver qué no funciona, una parte de la prensa decidió que yo quería excluir a algunas personas de la sociedad. La vivienda social está dirigida a gente que cobra bastante por encima de la media. En Inglaterra, donde el salario medio son 30.000 libras al año, la vivienda pública es accesible para personas que ganan hasta 90.000 libras. El dinero que se dedica a ese tema hace que todo lo que sale al mercado sea más caro. Las viviendas son además muy grandes, cuando hoy mucha gente vive sola. No se necesita tanto espacio ni tantas estanterías cuando todo es online. Todo ha cambiado. Pero la normativa es la misma. Es una locura. Creo que el mercado será capaz de resolver todos estos inconvenientes.
Tiene 400 empleados, bastantes más que cuando Hadid vivía. Trabajan, construyen y ganan más. ¿A qué lo atribuye?
Fue sorprendente: ni perdimos clientes ni dejaron de invitarnos a concursos. Vimos que podíamos seguir creciendo. Hoy hacemos proyectos más grandes. Ganamos el concurso para el aeropuerto de Pekín y después, los de Mumbai, Sidney o Riad. Tenemos una categoría nueva de proyectos: los difíciles que no podríamos haber hecho hace 20 años.
¿Qué es un aeropuerto hoy?
Un aeropuerto como el de Pekín se convierte en una atracción pública. La gente va a visitarlo tanto como a comprar o coger un vuelo. Se convertirán en nuevos centros urbanos. En Hong Kong está sucediendo.
¿Cómo era Hadid?
Dejaba hacer. No hacía ella todos los croquis como Calatrava. Ella daba una visión. Por eso hemos podido crecer. Nuestro repertorio es reconocible, pero mucho más diverso que el de Frank Gehry o Calatrava. Trabajar con Zaha era poder tener ideas.
A usted lo contrató cuando todavía era estudiante.
Era muy tímida, no me entrevistó ella. Pasó un tiempo hasta que me reconoció como persona.
Le ofreció asociarse.
El estudio era pequeño. Y la gente se iba. Sobre todo los que tenían familia...
¿No pagaba bien? Casi tenías que vivir allí. Te pasabas el día, la noche y los fines de semana, así que… solo una persona soltera podía trabajar tanto. Fue mi caso.
¿Ahora usted también busca solteros?
Eso ha cambiado. Hay horas extra, pero no todas las semanas. Necesitamos que nuestro trabajo sea compatible con la vida familiar.
Cuando Hadid le ofreció asociarse en 2000, ¿no temió su sombra?
Establecí mi propio perfil en la enseñanza y me sentí suficientemente respetado. De otra forma seguramente hubiera vivido frustrado: no estoy cómodo en la sombra. Con todo, llegué a valorarlo.
¿Hadid fue discriminada por ser mujer?
No estoy seguro. Fue una de las pocas arquitectas en tener reconocimiento, sin embargo, le costaba conseguir proyectos grandes incluso cuando ganaba los concursos.
Era musulmana. Se quejaba del racismo.
Tenía una personalidad extravagante. Decía lo que pensaba. Por eso abrió muchas puertas, no solo para las mujeres, también para otro tipo de arquitectura.
Insistía en la necesidad de empujar los límites de la arquitectura. ¿Siguen empujándolos sin ella?
Sigue habiendo clientes dispuestos a ir un poco más allá. A mediados de los 90 decidimos que teníamos que ganar concursos y presentamos propuestas más racionales —como el Museo de Cincinnati—. Construirlas nos permitió aumentar luego la complejidad. Construir es lo que da credibilidad en arquitectura.
¿Por qué mantienen el nombre de Zaha Hadid?
Es parte de su legado. Pero puede que lo cambiemos. Quedarse con él conlleva un coste. Estamos tratando de dar con una versión más asequible de la marca. Si no lo conseguimos, imaginaremos otro, de equipo, capaz de despertar curiosidad.
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