Supermán no puede encerrarse en un despacho
De la moda de formar gobiernos viendo la tele no me sorprende tanto la frivolidad de fichar para los cargos importantes a los presentadores con más audiencia, sino que esas figuras acepten las invitaciones
Las cartas de dimisión son un género literario interesantísimo. La carta perfecta debería dejar claro que la organización de la que se dimite es un vertedero de mediocridad indigno del talento y la grandeza del dimisionario, pero diciendo justamente lo contrario. Que un texto diga explícitamente que ha sido un orgullo y un honor pertenecer a tal Gobierno y que su autor haga entender que lo que dice en realidad es “anda y que les ondulen con la permanén” es un arte al alcance de muy pocos.
Por eso no caben muchos reproches a la carta con la que Pedro García Aguado, el Hermano Mayor, ha cesado de su cargo en la Comunidad de Madrid. Cinco meses ha durado en la dirección general de Juventud este hombre de acción, que aduce como razón de su fuga la “enorme demanda de atención” que requieren “tantas familias en el país”. Vamos, que no puedes encerrar a Supermán en un despacho. Los superhéroes como él tienen que desfacer entuertos allá donde se les presenten, no pueden malograrse sellando informes o inaugurando canchas de baloncesto en barrios de las afueras. Las malas lenguas dicen que se va porque su cargo era incompatible con facturar las conferencias que da por España, pero eso no lo pone en la carta de dimisión. Al menos, no lo pone con esas palabras.
De la moda de formar Gobiernos viendo la tele no me sorprende tanto la frivolidad de fichar para los cargos importantes a los presentadores con más audiencia, sino que esas figuras acepten las invitaciones. En las cartas de dimisión y en los discursos de investidura dirán que les mueve el bien común, pero, como ha descubierto el Hermano Mayor: ¿quién quiere ser un burócrata cariacontecido si puede seguir siendo Supermán dado de alta en el régimen de autónomos y facturando con IVA?
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