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EL HORMIGUERO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rajoy en ‘El Hormiguero’: El expresidente y las facetas de la vida

Es el único exmandatario cuyo objetivo primordial en esta nueva fase de su vida parece ser resultar gracioso y caer simpático, sin importarle pasar a la posteridad

Mariano Rajoy, en el plató de 'El hormiguero' la noche del martes
Mariano Rajoy, en el plató de 'El hormiguero' la noche del martes
Íñigo Domínguez

“¡Hoy viene a divertirse a El Hormiguero Mariano Rajoy!”, le presentó Pablo Motos. Rajoy es el único expresidente cuyo objetivo primordial en esta nueva fase de su vida parece ser resultar gracioso y caer simpático, sin importarle pasar a la posteridad por sus retruécanos y anacolutos. Todos los demás expresidentes se aplican en tomarse en serio y dar conferencias, pero es que él ni se esfuerza en hacer análisis, como mucho le sale un refrán o una frase de galleta china. Solo hace resúmenes de lo que ya sabemos, se mueve siempre en la elementalidad, perfecto para el formato televisivo. Por lo menos nos lo ahorraremos como estadista, no como otros, eso sí que es un gran servicio a su país.

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Rajoy iba a presentar sus memorias, aunque su manera de venderlas serían la desesperación de su agente literario: “Está todo lo más importante, no es una colección de chistes, cotilleos o de maldades”. En fin, el anticlímax total en la promoción de un libro. Rajoy nunca está donde le buscas. Puede perpetrar un libro de memorias olvidable, que te cuenta en media hora, como si en realidad en ocho años no hubiera hecho nada interesante, que es lo que uno podría llegar a sospechar. Aunque callar es una difícil forma de elegancia. Mira en cambio José Bono, tan chismoso, contando cotilleos del rey y de todo aquel que se cruzaba en su camino, que ya lleva tres volúmenes. A veces el poder pasa factura, literalmente.

La concepción del poder de Rajoy es pura épica de Shakespeare: “Uno tiene mucha presión, hay que decidir”. Menuda movida. El talento de este hombre es reducir todo a lo que te cuenta un conocido en el bar, y de hecho ahí es donde terminó el programa, con una escapadita a uno cercano al estudio, un acierto simbólico de sus guionistas. Es ahí donde nos imaginamos ya a Rajoy, aunque en este caso fuera con una cerveza sin alcohol y unas gominolas. A Mariano es imposible odiarle y quizá su triunfo sea más personal que político, algo nada desdeñable en un país tan puñetero.

Aun así, no hay que despistarse, no es inofensivo. Soltó sus cositas. Gürtel “fue una sentencia donde no fuimos condenados a nada” (a todo esto Motos ni mu). En este programa no hacen periodismo, y tampoco iban a empezar ahora. Es entretenimiento, por eso van todos encantados. Rajoy, y los demás. Siempre puedes arreglarlo todo con un chiste o una trola, que nadie dice nada. El propio presentador le comentó que había evitado el rescate, cuando el de la banca aún nos sigue costando 42.000 millones de euros. Cuando se fue Rajoy su partido se hundió con el peor resultado de su historia, dejó pudrirse Cataluña, pero en fin, pelillos a la mar. Nadie lo sabe mejor que Mariano, que da estos días la impresión de alguien maravillosamente aliviado, que se ha quitado un peso enorme de encima. “¿Tomasteis chupitos?”, le preguntó sobre su famosa comida de varias horas el día de la moción de censura. “Francamente no me acuerdo, Pablo”.

“En cualquier faceta de la vida…”, reflexionaba de forma vaporosa ante alguna pregunta más difícil. Por ejemplo, una única mención a Vox que le hicieron de pasada: dijo que el PP es un partido tolerante, no intransigente, “y Vox está en otras historias”. Qué manera tan tranquila de decirlo, de dejar los marrones flotando en la estratosfera. El mismo Rajoy parece empezar a estar borroso, es curioso cómo resulta ya un personaje tan lejano, en tan poco tiempo. Tan antiguo.

En algunos momentos asombraba cómo ya podía ser un abuelo contando batallitas, hasta confesó que había escrito el libro a boli. Se le veía como un señor normal que llegó más lejos de lo que esperaba, un clásico ibérico. Lo mejor fue ver a alguien nada rencoroso ni vengativo, en paz consigo mismo, un espectáculo poco frecuente en política. Tuvo un detalle emotivo al decir que echaba de menos a Rubalcaba. A él ya se barruntaba que se le iba a echar de menos, viendo lo que tenía en casa. Será más entrañable con el tiempo, porque se nos olvidará todo, y tendremos el PP actual delante. Ya es como de la familia. Al final entró en el bar con Motos y se llevó una alegría: tenían puesto el fútbol. Se notaba que le interesaba de verdad.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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