Mikel Erentxun: “Nunca he decidido que quería ser músico”
El artista presenta su disco 'El último vuelo del hombre bala' a los lectores de EL PAÍS
El pequeño Mikel Erentxun se dibujaba unas patillas en la cara y jugaba a ser Elvis Presley. “Ya lo dijo John Lennon, antes de Elvis no había nada”, bromeó el cantante en el encuentro que mantuvo con los lectores de EL PAÍS, enmarcado en el programa de ventajas culturales de EL PAÍS+. En la sala La Cuarta Pared de Madrid y junto a la periodista Arancha Moreno repasó sus inicios en la música, marcados por la influencia del rey del rock y sus grandes éxitos con Duncan Dhu. El donostiarra también charló sobre su el “buen momento” que vive con su trabajo más reciente, El último vuelo del hombre bala.
El disco, que se lanzó hace un mes, le ha proporcionado el reconocimiento de músicos que admira. “Algo que nunca me había pasado”, sostuvo. Más rockero y eléctrico de lo habitual, asegura que nunca se ha sentido tan cómodo con su voz y su pluma como hasta ahora, después de 35 años de carrera. En ese bienestar ha tenido mucho que ver su productor de los últimos años, Paco Loco. Se conocieron en un momento en el que Erentxun estaba “enfadado con su voz” y jugaba con ella hasta forzarla. Loco le plantó una bofetada metafórica y le dijo que se dejara de tonterías, que cantase de manera natural y que ya estaba bien de experimentar con su nombre, que había pasado por Mikel Erentxun y Las malas influencias y Erentxun a secas. “Ahora me gusta mucho más mi voz, cómo escribo y me gusto”.
Ese camino lo empezó con Corazones (2015), que recibió una nominación al Mejor disco de rock en los Latin Grammy. Sin embargo, el cambio de rumbo de su carrera lo estableció unos años antes, con el álbum Detalles del miedo (2010). De ese trabajo aprendió que podía cantar alejado de las radiofórmulas, con un público diferente. También le dio malos momentos, viendo cómo muchos de los asistentes a sus conciertos se iban en pleno espectáculo. Recordó entonces cuando con Duncan Dhu lo que veía era llantos de emoción en las primeras filas de seguidoras (eran mayoría) que se desgañitaban cantando sus letras. “Lo bueno es que he vivido de todo”, ensalzó. Esas experiencias, del éxito de los discos de oro al vacío de las salas pequeñas, lo han mantenido cableado a tierra. También sus padres y su mujer, que según reconoció no disfruta mucho su música. “Soy terriblemente afortunado de ser una persona normal”, sentenció.
Él, que quería ser arquitecto —tiene el título—, asegura que nunca decidió convertirse en artista. “Nunca he decidido que quería ser músico", reflexionó. La música nos "atrapó”, aseveró refiriéndose también a Diego Vasallo y Juan Ramón Viles, miembros de Duncan Dhu. Empezaron en los años ochenta como “hobby” de fin de semana, tocando en su instituto; después, pasaron a otros pueblos vecinos y acabaron llenando recintos feriales. Tuvieron un éxito arrollador, pero sus inquietudes musicales iban más allá y arrancaron carreras en solitario que, en principio, no eran incompatibles con el grupo. “A lo largo de los noventa nos dimos cuenta de que disfrutábamos más en solitario”, recordó. Así que prepararon “un discazo” de despedida: Crespúsculo.
Vasallo sigue siendo un referente para Erentxun al que consulta “casi todo”, pero el donostiarra no hace del pasado bandera. Experimenta una libertad creativa en la que quiere labrar su futuro musical, que aún tiene mucho, porque como su ídolo Bob Dylan, quiere mantenerse en el escenario el mayor tiempo posible.
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