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¿Ascenderás más rápido en tu empresa si eres gilipollas?

Un documental inspirado en el ensayo filosófico 'Assholes: A Theory' analiza uno de los perfiles más tóxicos (y tolerados) de la sociedad

Aaron James, autor del ensayo filosófico en el que se basa el documental.
Aaron James, autor del ensayo filosófico en el que se basa el documental.

El periódico Los Angeles Times está resurgiendo de una profunda crisis tras pasar años en manos de un grupo de jefes que fomentaban la cultura del gilipollas, aseguran sus propios periodistas, ahora esperanzados ante el reciente cambio de propietario.

Si tu jefe se siente con el derecho de ser desagradable contigo porque tiene más poder o porque cree tener más talento que tú, tu jefe no es un líder, sino un gilipollas. Lo mismo ocurre con miembros de tu familia o de tu grupo de amigos. El documental Assholes: A Theory se basa en el exitoso ensayo homónimo del filósofo Aaron James para analizar una de las figuras más tóxicas y aceptadas de nuestra sociedad.

El director John Walker se ha pasado años estudiando su comportamiento y recopilando los testimonios del propio James, del actor John Cleese (Monty Python) y de la activista LGTB italiana Vladimir Luxuria, entre otros. Charla sobre sus conclusiones reflejadas en la película durante la presentación en el festival de cine documental CPH:DOX de Copenhague.

Pregunta. Una cosa muy interesante del ensayo y del documental es cómo se define a un gilipollas: es alguien que se comporta como si fuera un niño que todos los días celebra su cumpleaños.

Respuesta. Cuando eres niño y es tu día, se te permiten ciertos privilegios. Esa sensación de sentirte con el derecho de ser desagradable con los demás, porque te crees con más talento, porque tienes dinero o poder o porque sientes que la vida te debe algo, es básicamente ser un gilipollas.

P. No es lo mismo ser un gilipollas que comportarse como un gilipollas.

R. Cualquiera puede comportarse como un gilipollas. Yo lo he hecho, cuando era más joven. Ser infiel a una novia o dar un codazo a alguien cuando intentaba rodar algo interesante con mi cámara. Pero ser gilipollas es no ser consciente de ese comportamiento y no corregirlo nunca.

P. Empresas, especialmente las grandes compañías, aceptan e incluso valoran a los gilipollas. Suelen apreciar otros aspectos de su personalidad: que tienen iniciativa o que parecen asegurar buenos resultados. Pero no tienen en cuenta que su perfil es tóxico.

R. Es completamente cierto que la gilipollez en el trabajo es como una enfermedad venérea para la empresa. John Cleese lo explica en el documental. Primero porque los gilipollas buscan anular a otros trabajadores válidos y segundo porque algunos de esos compañeros de trabajo deciden convertirse en gilipollas todavía más grandes para sobrevivir.

P. Aunque parezca lo contrario, no son productivos.

R. Hay un ejemplo muy claro: Baird, compañía financiera que maneja 77.000 millones de dólares de sus clientes, impuso una regla: no tolerar a gilipollas en sus oficinas. Después de tomar esa medida, su rendimiento triplicó al de su competencia.

P. Hay entornos que son caldo de cultivo de los gilipollas.

R. Las empresas que dependen de accionistas lo son, porque tienen que pensar en el beneficio a corto plazo. O las hermandades universitarias, que les parece muy guay ser misógino. También ocurre últimamente en Silicon Valley. Las empresas tecnológicas, como el Facebook de Zuckerberg, abrazan esa filosofía de vida de muévete rápido y rompe cosas en el camino.

P. Volvemos a la idea de que un gilipollas es un inmaduro.

R. ¡Claro, porque eso de romperlo todo por el camino es lo que hacen los bebés que acaban de empezar a caminar! Es entendible que lo hagan los adolescentes. Ellos se sienten con el derecho de ser desagradables porque no han elegido venir a un mundo al que les resulta complicado adaptarse, pero no debería ser un comportamiento propio de adultos.

P. Si campos como el financiero, militar, político o ahora el tecnológico son fábricas de gilipollas, ¿eso quiere decir que tener poder te hace gilipollas o que hay que ser gilipollas para obtener poder?

R. Pues mira, aunque solemos relacionar es tipo de comportamientos con instituciones conservadoras o liberales, lo cierto es que Silicon Valley se fundó en un entorno de izquierdas, en la sociedad hippie de California y la generación de Woodstock. Si un montón de veinteañeros se encuentran casi de golpe con cantidades astronómicas de dinero, es bastante probable que se conviertan en gilipollas y que sientan que tienen que seguir siéndolo para mantener su posición.

P. De hecho, hay mucho abusón que se cree con derecho a ser desagradable con otros en nombre de una buena causa como la sostenibilidad, la solidaridad o la excelencia profesional.

R. Exacto. En este caso, hay que olvidarse de la dicotomía derechas o izquierdas. Tenemos que centrarnos en la idea de que ser o tolerar a un gilipollas nunca favorece a un colectivo. Puede que los gilipollas logren cierto poder o control sobre las cosas, pero van a ser siempre infelices. Lo opuesto a ser gilipollas es ser feliz. Es algo que debemos enseñar a nuestros hijos.

P. Pero ser gilipollas se relaciona con un comportamiento típicamente masculino.

R. Sí, incluso las mujeres que se comportan como gilipollas, lo que están haciendo es imitar comportamientos masculinos. El papel que la historia ha dado a las mujeres (la esposa, madre, ama de casa) hace que sea menos común encontrar a mujeres con esa sensación de tener derecho a ser desagradable con los demás. Las que intentan sobrevivir en un mundo de hombres pueden caer en la tentación de hacerlo tomando lo peor de ellos: ser unas abusonas, entre ellas o con sus subordinados. Lo que pasa es que de ellas se suele decir que son unas zorras, en vez de decir que son también unas gilipollas.

P. ¿Se puede sobrevivir a un gilipollas sin ser un gilipollas?

R. La forma más efectiva es evitándolo. Pero si es un jefe, un familiar o el presidente de tu país, eso es complicado. En el trabajo, hay que buscar el apoyo moral de otros compañeros. Es importante que alguien te apoye en la empresa. Hay que ser valiente y no bajar la cabeza; no tolerarlo. Si haces una entrevista de trabajo y detectas que tu posible jefe lo es, no aceptes el trabajo si puedes permitírtelo. O, si te es posible, cambia de trabajo si tu nuevo jefe lo es.

P. ¿Hay algún campo de la vida en el que ser un gilipollas sea útil?

R. Bueno, si los artistas quieren serlo, pueden serlo sin más problema que sus parejas terminen por dejarlos y sus colaboradores huyan. Hacen daño a su entorno más cercano y poco más. Una de las preguntas que quería responder con el documental era: ¿necesitas ser un gilipollas para ascender en tu empresa o ser un buen profesional? La respuesta es clarísima: NO.

P. El documental recuerda que los ciudadanos votamos de forma voluntaria (y con orgullo) a gilipollas para que lideren nuestros gobiernos. ¿Hay países más gilipollas que otros? ¿O que tengan valores más gilipollas que otros?

R. El ensayo menciona que, si un joven ha nacido en Estados Unidos, Italia o Israel, tiene muchas más posibilidades de ser uno que si nace en Noruega o Canadá. De nuevo volvemos a la cultura de género que hay en esos países. Marca la diferencia. Por supuesto que en Canadá también hay sexismo, pero la situación es muy diferente.

P. La sociedad te hace creer a menudo que ser amable equivale a ser débil, cuando en realidad hace falta mucha valentía para ser cívico entre gilipollas…

R. Ya te digo. Los canadienses somos conocidos por ser amables y aburridos. Pero es cierto que es peligroso ser siempre amable. Un jefe no puede celebrar todo lo que hacen sus empleados si quiere mejorar su rendimiento. Ni un empleado debe tolerar el comportamiento abusivo de su jefe. La forma más correcta de amabilidad es el candor radical: decir sin miedo lo que se siente cuando alguien tiene un comportamiento tóxico. Si son otros compañeros los que sufren las consecuencias, también hay que alzar la voz. De lo contrario, también eres un gilipollas.

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Héctor Llanos Martínez
Redactor especializado en nuevas narrativas audiovisuales (streaming, pódcast, redes sociales) y en el género documental, con varios años como autor del blog 'Doc&Roll'. Formado en Agencia Efe y elmundo.es, antes de llegar a Verne y la sección de Madrid de El País, escribió desde Berlín para BBC, Deutsche Welle, Cineuropa, Esquire o Yorokobu.

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