El niño de los cojones
No es una forma grosera de referirse a un chico plasta, es un personaje viral, un niño de trece años de un reportaje de La Sexta
No es una forma grosera de referirse a un chico plasta. El niño de los cojones es un personaje viral, un niño de trece años, y los cojones son, claro está, metafóricos. Adrián Beovides es el único menor de edad de su concejo. Por eso, cuando La Sexta fue a hacer un reportaje a su pueblo, le preguntaron si no echaba de menos jugar con otros chavales: “Estoy muy a gusto solo", contestó, "así nadie me toca los cojones”.
No contaba el pobre Adrián con la capacidad tentacular de la televisión para tocar los genitales y cualquier parte del cuerpo a todo el que pase unos segundos delante de una cámara. Media España lleva días tocándole los cojones con memes y chistes.
Adrián resumió con espontaneidad y contundencia un sentimiento muy común en la España vacía: el deseo de ser dejados en paz. Algo en principio contradictorio con otro deseo que se expresa mucho estos días: el de ser escuchados. ¿Se puede protestar a la vez porque no te hagan caso y porque te lo hagan? Por supuestísimo. Los adrianes de España están hartos de ser la chufla del país, de vestirse de la enésima encarnación de Paco Martínez Soria o de ser reducidos, en el mejor de los casos, a una curiosidad etnográfica o a un tipismo folclórico y ameno. Quieren que les hagan caso, pero que les dejen en paz si el caso que les van a hacer en los medios es ese.
En los últimos tiempos se ha publicado un montón de literatura tanto sobre la memoria rural como sobre el presente del campo español. Son libros excelentes que intentan comprender una parte del país compleja, rica, sufriente, olvidada y digna, muy distante del tópico. Autores como María Sánchez, Marc Badal, Rafael Navarro de Castro o Virginia Mendoza, por mencionar a unos poquitos, abren las puertas a mundos llenos de personajes que no quieren que les toquen nada y que no se dejan reducir a una caricatura de televisión.
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