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FOTOGRAFÍA

Christine Spengler: la esperanza en medio del caos

Un documental y una exposición recorren la vida de la artista, cuya visión del mundo es un canto a la esperanza, paradójicamente a través de la guerra.

La opera del mundo - Fotomontaje realizado después del bombardeo de Phnom Penh por el Khmer Rouge diez días antes de ingresar a Camboya, abril de 1975 - 1990
La opera del mundo - Fotomontaje realizado después del bombardeo de Phnom Penh por el Khmer Rouge diez días antes de ingresar a Camboya, abril de 1975 - 1990Christine Spengler

Dice haber nacido el mismo día en que tomó su primera fotografía. En el Chad, en 1970, en el instante en que con 23 años tomó la cámara de su hermano Eric para fotografiar los enfrentamientos de los guerreros tubus contra el ejército francés. Christine Spengler había nacido para ser corresponsal de guerra. “Para dar testimonio de las causas justas siempre al lado de los más desfavorecidos”, tal y como ella misma recuerda. Testigo de algunos de los conflictos bélicos más relevantes de la historia más reciente, ha recorrido el mundo “con la muerte como compañera”, siendo capaz de entonar un canto a la vida. Todo ello a través de una mirada, y una actitud muy particular, que transita entre polos opuestos: entre la faz más oscura del mundo y la luz; en ocasiones entre el surrealismo y la realidad; entre el desamparo y la esperanza.

L' Opéra du munde es el título de la retrospectiva que el Museo de la Fotografía Charles Nègre de Niza dedica a la artista. La muestra incluye sus imágenes de guerra más icónicas, realizadas en blanco y negro, así como sus fotomontajes en color. De la misma forma, se presenta en la 22 edición del Festival de Málaga el documental Moonface:una mujer en la guerra, dirigido por Xavi Herrero, que ha obtenido una Biznaga de Plata  (dentro de la sección Afirmando los Derechos de las Mujeres). Narrado por la propia artista, la película explora el lado más intimista y desconocido de la autora. Ahonda en las figuras que marcarán su existencia: su hermano Eric, su madre (la artista surrealista Huguette Spengler) y su compañero Philippe Warner, quien nos ofrece uno de los momentos más divertidos y tiernos del documental interpretando una de sus canciones. “Me sorprendió encontrarme con una persona que confesaba que en algunos momentos de su vida no le hubiese importado morir, y sin embargo el mensaje que lanzaba con sus fotografías era completamente opuesto”, destaca el cineasta.

La partida de los americanos, Vietnám, 1973
La partida de los americanos, Vietnám, 1973Christine Spengler

Moonface, cara de luna, era el nombre con el que conocían los soldados en Vietnam a la intrépida fotorreportera, quien dice apelar a su “corazón y mirada de mujer” como motor de su obra y quien ha sabido aprovechar su condición de mujer para abrirse puertas en un mundo predominantemente masculino: “Ningún hombre podría haber fotografiado a mujeres bañándose en el mar Caspio en Irán o acceder a un hospital de mujeres en Afganistán”.

Su infancia transcurrió en Madrid, donde llegó tras el divorcio de sus padres. “Si nunca he tenido miedo a la muerte es porque soy creyente, y eso lo debo a mi infancia española”, destaca la artista. Dos veces por semana visitaba el museo del Prado. “Me fascinaba más Goya que Velázquez. Me desenvolvía mejor en el dolor que en la felicidad”. Mirando la obra del aragonés aprendió a encuadrar una imagen. “Yo no sabía quién era Capa”, afirma. Fue su “ojo virgen” el impulsor de un estilo que años más tarde sedujo a los responsables de las publicaciones de prensa más relevantes de distintos lugares del mundo. La primera imagen que tomó muestra a dos combatientes tubus, cogidos de la mano portando un Kalashnikov sobre sus hombros. Se publicó en el diario Informaciones, era la epifanía de una artista quien hasta ese momento había creído que la escritura era su principal vocación.

Fotomontaje de un retrato de Marguerite Duras, Saint-Paul-de-Vence, 1994
Fotomontaje de un retrato de Marguerite Duras, Saint-Paul-de-Vence, 1994Christine Spengler

Decidió ir a Irlanda del Norte, a aprender el oficio sobre el terreno. Allí conoció a Don McCullin, de quien aprendió a hacer aquello que le dictase el corazón. Fue estando en Vietnam cuando se enteró del suicidio de su hermano Eric. De ahí viene esa “llaga interna”, que cree que acompaña a todo corresponsal de guerra. “Mi deseo más profundo y secreto era morir”, afirma. “Me di cuenta de que mi duelo personal iba a ser menos trágico en la guerra”, recuerda la autora, quien al ver a un niño velando el cuerpo de su padre concluyó que “el suicidio es un lujo en nuestra civilización. En las guerras la gente y los niños sobre todo lo que quieren es sobrevivir y reír. Me percaté de que yo tenía que estar al lado de la vida”.

Aprendió que aquello que le interesaba de la guerra eran las víctimas. Que una buena foto no necesita un pie, y que “una imagen no vale mil palabras”. Necesitaba también “escribir sobre los gritos de la población que huía de la ardiente jungla de Phnom Penh, los caballos que relinchaban en el humo y especialmente el olor. La muerte que impregnó mi ropa y me persiguió por los pasillos del Royal Hotel”.

Calais, un domingo en la jungla , 2016
Calais, un domingo en la jungla , 2016Christine Spengler

Sus primeros fotomontajes los realizó diez años después de la muerte de Eric. La idea surgió al tener que enfrentarse a la visita de la tumba de su hermano. Inspirada en las tumbas de los mártires de Irán, comenzó a incorporar color, objetos personales y pétalos de rosas a las imágenes como una forma de eliminar “la frontera entre los vivos y los muertos. Estas naturalezas muertas en colores que realicé durante años, me permitieron sobrevivir”. Su obra sería como una opera tan trágica como sublime, donde “el rojo evoca la sangre de las guerras, pero también expresa la pasión, la vida y el amor”.

Reconoce que aun le sigue gustando el riesgo, y recuerda como una de las grandes gratificaciones de su vida la frase que le dedicó el ministro de Cultura francés al recibir la insignia de Caballero de la Legión de Honor: “Felicito a la combatiente que siempre supo ver y plasmar la esperanza en medio del caos”. Su compañero Philippe hizo todo lo posible por retirarla de las guerras, pero no lo consiguió. No hace mucho la vio vestida con ropa negra y botas de goma. “¿Pero adónde vas?”, preguntó. “A la Jungla de Calais”, contestó la artista. Allí un joven migrante afgano miraba por la ventana de una tienda de campaña negra pintada con grandes palomas de la paz. Lo captó con su cámara en el momento justo. De un solo disparo.

Christine Spengler. L' Opéra du monde. Musée de la Photographie Charles Nègre. Niza. Hasta el 26 de mayo.

Moonface, una mujer en guerra. Festival de Málaga. Cine en español. Málaga. 15-24 de marzo.

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