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Blogs / Cultura
La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro

La mirada melancólica de Lucy Rose

Entrevista con la cantante británica, una de las 101 mujeres que charlan con Toni Castarnado en el libro musical 'Ellas cantan, Ellas hablan' (Silex Ediciones)

En la revista Vogue dijeron de Lucy Rose que iba a ser una de las es­trellas más exitosas del indie. Sus canciones han sonado en anuncios publicitarios, en el cierre de un capítulo de la serie Girls; también en una de anime japonés. En Something’s changing, el argumento principal es el miedo que tenemos a sentirnos solos, lo que genera la música y sus impulsos. Su mirada melancólica es el espejo del alma.

Como ves, tengo el disco en mis manos. No puedo resistir la tentación de preguntarte por la fotografía de portada. ¡Me encanta!

Oh, gracias. Esa fotografía me la hicieron en Nueva Orleans, venía de caminar, de dar un largo paseo. Y me senté a descansar, a pensar un poco. Me la hicieron de improvisto, me gustó. Por el momento, por la imagen en cuestión, por lo que explora.

En parte, refleja el sentimiento del disco, con la mirada al frente, la mano en tu boca en pose reflexiva.

Cierto. Así es, veo que has entendido el mensaje… Me gusta el encuadre, la posibilidad de verla en la portada y también en la contraportada, te da dos visiones distintas pero complementarias de una misma fotografía. Tiene un aire misterioso, no sabes en qué estoy pensado.

Es una mirada triste. ¿Es ese un estado natural?

No diría que natural, pero a menudo estoy triste. Creo que eso no debería tener una connotación negativa, es un estado de ánimo tan positivo o tan negativo como el de la alegría, el de la euforia. No pasa nada por estar triste, si esto no se lleva al extremo. Pero pasa lo mismo con la alegría, si es desmedida ya no me cuadra.

Imagino que estando de gira, el estar sola en muchos momentos del día, en las habitaciones de hotel, no debe ser fácil.

Eso es lo que peor llevo, todas las habitaciones de hotel son iguales y, la sensación de soledad también. Cuando me acompaña mi marido es distinto, estoy más arropada. Ahora está de gira y hoy por ejemplo, estoy sola. Cuando llegue al hotel tendré la misma sensación de siempre. No dejan de ser cuatro paredes anónimas, sin alma.

No envidio la vida de un músico, a pesar de que visitáis muchas ciudades y conocéis a gente. Al final estás en sitios que no llegas a conocer a fondo. Imagino que la recompensa es otra.

No es fácil, a mí me influye mucho la atmósfera del sitio que visito, eso me hace sentir más o menos cómoda, más o menos satis­fecha, más o menos segura. La recompensa te llega cuando menos lo esperas. Hace poco estaba en Australia, y la verdad, no tenía un buen día, necesitaba salir de allí y llegar a mi casa, transportarme. Entonces, acabé el concierto y me vinieron a saludar unas personas que habían hecho quinientos kilómetros en coche con la intención de escuchar mis canciones. Cuando te pasa algo así aprecias más lo que estás haciendo, de repente todo tiene más sentido. Es un chute de autoestima.

— ¿Por eso ideaste una gira cómo la que hiciste por Sudamérica? Organizada por los fans, durmiendo en sus casas…

Sinceramente, fue un reto que no contemplé previamente. Mucha gente contactaba conmigo y me proponían que fuera a visitarles. Llegó un momento en que tenía tantos mensajes que no podía decir que no, me tenía que lanzar a la aventura. Y te diría más, no era consciente de cuánto lo necesitaba. En definitiva, era lo que iba a inspirar mi disco, las canciones iban a salir de ese viaje, tenía un mensaje importante.

Como pasa en Europa, todos los países son distintos entre sí. ¿Cómo lo viviste? ¿Qué te sorprendió más?

Con naturalidad, aprendiendo del día a día, y en este caso en modo exprés, fue un curso acelerado. Empecé en Brasil, y madre mía, es un país tan grande… Cada ciudad, cada región es un mundo. No te lo acabas ni en siete vidas.

— Y el documental, ¿cómo surgió? ¿Antes o después?

Ni antes ni después, sobre la marcha. De alguna manera, es de aquellas cosas van ligadas a lo que estás haciendo, a la experiencia que estás viviendo.

El disco lo grabaste en Brighton, una ciudad que me fascina; el aire que se respira, la paz que transmite.

Exactamente. Es una ciudad especial. A mí también me da tranquilidad, es un buen lugar para grabar. Trabajas durante el día y después te permite salir a tomar unas pintas para desconectar. Hay muchos universitarios, con lo cual la ciudad no está muerta, siempre tiene vida. Y cuando estos se marchan, se llena de visitantes, pero sin muchos agobios.

Y tiene muchas tiendas de discos, es sorprendente.

Muchas y muy buenas, es otro plus.

¿Todavía compras discos? ¿Qué te parece este resurgimiento del vinilo?

Sí, soy consumidora de discos, me gusta. En cuanto al vinilo, los compro cuando los he escuchado previamente, y si me gusta mucho entonces me apetece tenerlo, porque el objeto en sí es bonito. Pero los pincho, ¿eh? Hay gente que los compra porque están de moda, por presumir, pero en realidad ni les quitan el precinto.

Colaboran The Staves al completo, una banda de chicas que está en tu misma onda. Supongo que conectasteis bien.

Fue fantástico, no hizo falta hablar mucho, tenemos un lenguaje similar. Sus discos son fantásticos, ¡creo que alguno lo tengo en vinilo! (risas).

Del disco me ha sorprendido la canción No Good At All. Tiene otra dinámica, es menos minimalista e instrumentalmente muy rica. ¿Te planteas ir en esa dirección?

Que va, esa canción es una excepción, es muy alegre, no me pega mucho. Prefiero seguir en esta línea.

¿Qué opinas acerca de esta nueva ola feminista? ¿Cómo te sientes como mujer en esta industria?

Muchas veces me siento desplazada. Hay un millón de ejemplos, infinidad de detalles. Por ejemplo, cuando pido una copa de vino antes de tocar, todavía hay gente que se extraña.

¿En serio? Por cierto, ya que estamos, ¿qué vinos te gustan?

No tengo un favorito, me gustan de distintas denominaciones. Disfruto mucho cuando voy a Burdeos, es un lugar fantástico para disfrutar el vino. De hecho, dentro de poco iré a tocar por la zona y aprovecharé para comprar unas cuantas cajas. Pero oye, también me gusta la cerveza.

También está de moda, sobre todo la artesanal, hay mucha oferta.

Yo en ese sentido soy más clásica, no me gustan mucho las arte­sanales, prefiero las lager de toda la vida. Y cuanto más grande mejor, para beberla rápido, a veces soy un poco ansiosa (risas).

Y volviendo al tema del que hablábamos, ¿alguna situación que recuerdes que te haya incomodado?

El problema es, que me lo encuentro casi a diario. El otro día en el aeropuerto iba con mis músicos, y quien nos hizo la facturación les dice a ellos, “me sonáis de algo, ¿sois famosos?”. Y yo estaba al lado, que soy la cara visible del proyecto, y ni me miró. Estuve a punto de decirle, “hola soy Lucy Rose, lo pone en mi documentación”. O cuando llegas a una sala, de entrada nunca se dirigen a ti, es como si no se fiaran, buscan una figura masculina.

A mí me pasa. Normalmente, no tomo café y si la persona que está a mi lado pide y es una chica, igualmente me lo ponen a mí.

Es incomprensible, imagina cuando pido una cerveza grande, con esta cara de niña que tengo.

Por cierto, abriste para Elton John, ¿no?

Para Elton John no, pero para Neil Young sí. ¡Él es mi héroe!

¿Lo conociste?

No, prefiero no conocer a mis héroes, son intocables.

Yo a veces, por mi trabajo no tengo más remedio, pero a algu­nos prefiero que no, me da miedo que luego me decepcionen. Neil Young es el artista por el que más he viajado, una vez hicimos 3000 kilómetros en dos días para verle con Crazy Horse. Nos cruzamos el país de punta a punta. Es imbatible.

Lo adoro, con él cualquier esfuerzo está justificado. Yo también he hecho algunas locuras.

Y finalmente, ¿qué te parecen las redes sociales? ¿Haces mucho uso de ellas?

No mucho, me parece algo muy impersonal, prefiero el trato de tú a tú.

Toni Castarnado es crítico musical y autor del libro Ellas cantan, Ellas hablan (Silex, 2019), que se acaba de publicar y en el que está incluida esta entrevista.

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