¿Para cuándo un cortocircuito fugaz?
La artista gallega Loreto Martínez Troncoso entra en las salas del CGAC hurgando en los rincones de todo aquello con lo que no se puede vivir
Cómo llegar, qué lugar dejar atrás o cuánto recordar al entrar en una exposición. Vestiges d’un ici, vestigios de sí, de la artista Loreto Martínez Troncoso (Vigo, 1978), interviene y abre los muros del Centro Galego de Arte Contemporánea para dar paso a esa interrogación que nos persigue en el pensamiento y en el habla. ¿Hasta dónde o cómo se nos escucha? La obra de esta artista centrada hasta ahora en la acción de la palabra y la voz como presencia, en este proyecto creado junto a la comisaria Chus Martínez Domínguez, se sitúa en un momento anterior al habla, el del balbuceo y la ecolalia que escapan al orden del discurso. Un tiempo en el que las cosas aún no tienen nombre y es posible descubrirlas aunque sea a tientas y en la oscuridad, tal como Loreto se filma en su propia obra.
El recorrido expositivo, concebido como una escritura sobre el espacio en la que arquitectura y sonido se convierten en un elemento estructural, acoge ocho piezas en las que la artista ha trabajado los últimos 10 años y que, activadas ahora en el relato presente, crean a partir de la relación entre sí una gramática abierta que interviene el museo silenciosamente; tan solo un momento que pese a ser fugaz derriba, con toda la potencia de una experiencia que nos ha de atravesar, esos muros cotidianos que nos han separado de nuestra historia y de nuestro cuerpo. Pero la continuidad de la vida en el arte solo es posible a través de los fragmentos. […], Espera 10 segundos. [10 segundos] “Siempre es de noche; si no, no necesitaríamos luz” Fin de la comunicación y Floresta, obras producidas para la exposición, son tres fragmentos autónomos de una misma historia rodada en 16 milímetros en la que la artista explora su deseo junto al de la cámara, en un reto de confianza mutua, de encontrar luz en la oscuridad.
Sorprende en su obra el rigor en la tradición del arte de acción, hasta el punto de que la propuesta estética toca en lo más íntimo los presupuestos teóricos de la lingüística a partir de los cuales la performance como género artístico estudia sus efectos de realidad. Reflexiones como las de J. Austin sobre las condiciones del acto de habla feliz o los estudios de M. Bajtín sobre la polifonía de la obra literaria resuenan como un vestigio más en el espacio subterráneo del CGAC. Un espacio que la presencia activa de la obra ha expandido hasta el pasillo, el doble espacio y la escalera de acceso al sótano.
Si tras los muros del sótano hay tierra, la exposición parece buscar en la primera planta el contacto tras las paredes con el aire, con ese exterior anterior que quien entre en la exposición pueda seguir recordando. Una relación íntima con la arquitectura en la que la artista se inicia en 2012, en su exposición individual Ent(r)e, en el Centre d’Art Contemporain de La Ferme du Buisson y que culmina aquí en el CGAC.
Pero lo más importante que sucede en esta exposición es la apertura de la invitación institucional a un grupo de artistas cuyas voces atraviesan la propuesta de principio a fin. Así las intervenciones lumínicas de Elena Narbutaité sobre la memoria del edificio, Light Crane y Blue Crane, marcan el pulso sobre el que la obra de Loreto respira, literalmente; la ópera Euphoria, compuesta por Ramón Souto en colaboración con la propia Loreto Martínez, las artistas Alejandra Pombo, Blanca Viñas y la Ensemble Vertixe Sonora sobre el poema La estatua y yo, de H. Michaux, actúa como pieza central a la que la exposición espera abierta y cuyo estreno tendrá lugar el 27 de abril; o la colaboración del laboratorio artesanal La Cinematográfica. Una máquina como la que soñaba el astrónomo J. Kepler: “No considero imposible que por medio de diversos instrumentos se produzcan vocales y consonantes individuales que imiten la voz humana”.
Vestiges d’un ici, vestigios de sí. Loreto Martínez Troncoso. CGAC. Santiago de Compostela. Hasta el 10 de junio.
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