Domingo de misa y almuerzo
En domingo, la gente de orden va a misa y almuerza, pero más vale que el cura no fuerce a nadie a elegir entre la fe y la taberna
Un viejo amigo de Sigüenza se levantaba cada domingo repitiendo la misma monserga: “Lo importante y principal es ir a misa y almorzar, y si corre mucha prisa, que le den a la misa”. El dicho resumía como pocos las dos caras esquizofrénicas de un país católico y anticlerical a la vez. A veces, al mismo tiempo. En domingo, la gente de orden va a misa y almuerza, pero más vale que el cura no fuerce a nadie a elegir entre la fe y la taberna, o puede llevarse un disgusto y encontrarse la parroquia vacía.
Casado y Rivera, con el palmeo entusiasta de Abascal, quieren que este domingo sus fieles elijan misa en vez del almuerzo. En el caso de que no les diera tiempo a cumplir con la patria y con el vermú, que sacrifiquen el segundo. Para ello, han abierto el arcón de terminología política del siglo XIX y han sacado a desfilar las palabras felón, ignominioso y hasta traición, que huelen a sangres coaguladas de otros tiempos y que parecen destinadas a movilizar a gentes de otros tiempos.
Lo bonito del dicho que repetía mi amigo de Sigüenza es que revelaba una pachorrería muy cívica. Transmitía una ética perezosa y guasona que facilitaba la convivencia. Quien sacrifica el almuerzo por la misa tiene querencia de fanático, no parece un vecino agradable con quien se pueda armar una comunidad feliz. Rajoy, cuyo recuerdo es tan lejano como el del siglo XIX, apelaba siempre a ese tipo de español que conformaba su mayoría silenciosa. Al nuevo PP, ya se ha visto, no le gustan el silencio de las mayorías ni mi amigo de Sigüenza ni el propio Mariano Rajoy, y busca una imagen plebiscitaria del centro de Madrid lleno de rojos y gualdas.
Mi amigo de Sigüenza y yo nos levantaremos tarde, como cada domingo, y no llegaremos a tiempo a ninguna misa. La veremos por la tele y de reojo. Ojalá seamos más los españoles de las tascas que los de la calle.
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