El derecho inalienable a la fama
Elevar a melodrama la ambición frustrada de un vago es de una decadencia que espanta
"Los problemas de tres pequeños seres no cuentan nada en este mundo loco", le decía Bogart a Bergman al final de Casablanca, apuntalando un ideal ajeno al narcisismo millennial del siglo XXI. El Bogart youtuber de hoy (¿el Bogartius?) invertiría la frase: mis problemas son lo único importante de este mundo loco. Ni nazis, ni exilios, ni resistencias son nada comparadas con el cabreo que llevo porque me han estropeado el final de Juego de tronos.
Un ejemplo se vio el otro día en Chester (Cuatro). Risto entrevistaba a Jesús Vázquez y ambos hablaban de la fama que viene y va, del prestigio, de cómo quienes te quieren te odian un instante después, y viceversa. Hasta ahí, todo pertinente, pero se les ocurrió ilustrar el discurso con un testimonio. Y apareció, de entre las brumas de la televisión analógica, Jorge Berrocal, concursante del primer Gran Hermano, conocido por el antipoético latiguillo "quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza".
Berrocal fue presentado como un juguete roto porque no pudo hacer carrera en la tele y tuvo que buscarse un trabajo. Mejide y Vázquez escuchaban su historia conmovidos, como si asistieran a un cuento de Dickens, pero creo que algunos espectadores, además de mí, nos quedamos ojipláticos y preguntándonos dónde estaba la tragedia.
Antes de escribir esta columna, revisé la Declaración de los Derechos Humanos por si se recogía en alguna parte el derecho a la fama y se me había pasado, pero el único que proclamó algo así fue Andy Warhol, y restringió el derecho a quince minutos, lo cual es democrático y razonable.
Estoy a favor de la aspiración de vivir a lo grande haciendo el ganso y creo que es bueno que exista gente que viva del aire hertziano porque sí, sin tener que demostrar talento alguno, porque eso significa que estamos en una sociedad liberal y poco moralista. Pero elevar a melodrama la ambición frustrada, aunque legítima, de un vago, es de una decadencia bajoimperial que espanta.
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