La ficción televisiva explora la religión en un mundo en crisis
Las series abordan la fe de forma distinta a cada lado del Atlántico
En los dos años últimos se está produciendo una tendencia creciente en la televisión de revisar la crisis en el modelo occidental desde el punto de vista de la institución religosa, uno de los pilares sociales ahora más cuestionados. Pero como casi siempre ocurre, las cosas se ven de manera muy distinta a ambos lados del Atlántico. No parece casual que The Young Pope (Sky/HBO, disponible en España en HBO), la provocativa aproximación de Paolo Sorrentino al debate interno en la Iglesia Católica entre el aperturismo y el regreso a las esencias, fuera tan admirada en Europa como ignorada en EE UU.
En la nueva América de Donald Trump, The Handmaid's Tale (Hulu, disponible en España en HBO) llegó justo a tiempo para mostrar el ascenso de la teocrática República de Gilead, escenario infernal resultado de un conflicto armado acelerado por el descenso alarmante de la maternidad y el cambio climático. En una línea radicalmente diferente al de la televisión de pago, las cadenas generalistas han retomado la fórmula buenista de la clásica Autopista hacia el cielo en su intento de reconectar con la América profunda tan menospreciada por las élites urbanas. En 2017 se estrenó con limitada fortuna Kevin (Probably) Saves the World (ABC), cuyo protagonista era un antiguo ejecutivo de Wall Street que se muda, tras un intento de suicidio, a un pueblo de Texas, donde lo encuentra la divinidad para encargarle buenas acciones. Este año ha seguido la misma senda, con mucho más éxito de audiencia, God Friended Me (CBS), en la que el hijo de un predicador que se ha hecho popular por un podcast dedicado al ateísmo recibe una petición de amistad en Facebook por parte de 'Dios', que a través de sugerencias de amistad y vínculos con información le señala el camino para ayudar a los demás.
Esta revisión de la relación con la divinidad se realiza de una manera muy diferente en una Europa donde los cimientos erigidos en la postguerra se tambalean. El guionista Jimmy McGovern, eterna conciencia social de la televisión británica, ofreció con Broken (BBC, disponible en España en Movistar+) un duro retrato de la crisis del Estado del Bienestar. Al comienzo de la serie, el sacerdote católico (Sean Bean) empieza a experimentar un tardío stress post-traumático derivado de los abusos que sufrió de niño, precisamente a manos de un cura, y se siente incapaz de ayudar a los desamparados miembros de su parroquia. En el primer capítulo de Broken, una empobrecida madre en paro oculta la muerte de su progenitora para seguir cobrando su pensión.
Por su parte, el creador de Borgen, Adam Price, se ha aproximado con Algo en que creer (DR, estreno de la segunda temporada el 12 de diciembre en Movistar+) a la situación de la religión en la sociedad danesa. Aquí el personaje central es Johannes (Lars Mikkelsen, que acaba de recibir un Emmy Internacional por su trabajo), un pastor alcohólico e infiel con dos hijos incapaces de cumplir sus expectativas. En Algo en que creer la crisis es también la de una masculinidad con dificultades para asumir la decadencia del patriarcado: no parece casualidad que Johannes pierda la votación para ascender a Obispo de la Diócesis de Copenhague contra una mujer.
La última serie de relevancia en sumarse a esta tendencia de la serialidad contemporánea es Il Miracolo (Sky Italia, a partir del 22 enero disponible en España en la plataforma Sky), que se inicia con el descubrimiento de una figura de la Virgen que llora sangre de forma ininterrumpida. Escrita por el novelista Niccolò Ammaniti, Il Miracolo no obvia los clichés habituales: el cura que cuestiona su fe, la científica dispuesta a abrazarla para ayudar a su madre enferma… hasta la Mafia está presente. Lo verdaderamente sugerente es el contexto en el que se produce el hallazgo de la Madonna sangrante: con Italia en puertas de un referéndum para abandonar la Unión Europea al que se opone, advirtiendo del abismo al que conduce, el joven Primer Ministro Fabrizio Pietromarchi (Guido Caprino). Efectivamente, parece apropiado ironizar con que para salvar el proyecto europeo y encontrar una salida a las tensiones en las identidades nacionales, quizás haga falta un milagro.
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