_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La tele no sirve para entender el mundo (ni para dominarlo)

Entiendo el valor antropológico de la tele, pero no creo que sirva para comprender de veras una sociedad

El edificio de Mediaset en Madrid.
El edificio de Mediaset en Madrid.
Sergio del Molino

Desde una habitación de hotel de Roma intento seguir los consejos de un amigo y zapeo por los mil canales de la tele intentando aprehender el alma de Italia. Sostiene mi amigo, que se llama Agustín Fernández Mallo y acaba de publicar un ensayo titulado Teoría general de la basura (va sobre arte, nada que ver con Telecinco), que una sociedad dice más de sí misma en su televisión que en sus museos. Buscar Italia en la Galeria Borghese es, según él, tan ingenuo como buscar España en el Prado: hay que buscar ambas en Mediaset. Sin embargo, como no tengo la perspicacia ni la paciencia de Agustín, me canso pronto de cambiar canales y apago la tele sin ninguna conclusión ni revelación, más allá de que los italianos sufren una tele tan chillona e hiperactiva como la española.

Entiendo el valor antropológico de la tele, pero no creo que sirva para comprender de veras una sociedad. Los doce escaños de Vox en Andalucía lo demuestran. A pesar de que hay colegas periodistas convencidos de que se les ha hecho una campaña gratuita, creo que la tele, como medio de comunicación aún dominante, fue incapaz de anticiparlo. Es muy difícil rastrear las semillas de Vox en la programación porque Vox ha crecido al margen de todo, demostrando con su éxito que la tele ya no moldea conciencias (si es que las moldeó alguna vez). Así como Berlusconi, con todo su inmenso poder catódico, no pudo frenar el avance de las nuevas fuerzas italianas, nadie ha podido prevenir la llegada de un partido que, pese a su programa, es netamente del siglo XXI y crece con los medios en red del siglo XXI, entre los que ya no está (o muy poco) la televisión. Hoy, para entender el mundo, hay que dejar de zapear un rato y volver a escuchar lo que se cuenta en los bares. Y el bar más concurrido en cualquier ciudad del mundo se llama Twitter.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_