Dave Heath: la melancólica rapsodia de un fotógrafo
París exhibe la mayor muestra celebrada del artista en Europa. Un poema visual sobre la soledad del ser humano como elemento unificador de la humanidad
Tenía solo quince años cuando un reportaje publicado en la revista Life cambió su vida. Se titulaba Bad Boy´s story (Una historia de niños malos). Firmado por el fotógrafo Ralph Crane, documentaba la vida de un joven huérfano en Seattle, un rebelde solitario que parecía empezar a encontrar su sitio en el mundo. Supondría una revelación para Dave Heath (Filadelfia, EE UU, 1935 - Toronto, Canadá, 2016), quien no solo se sintió identificado con el protagonista sino que supo ver en la fotografía su modo de expresión. Reconocido hoy en día como “uno de los primeros fotógrafos en expresar el sentido de alienación y soledad inherente a la sociedad moderna de forma radical ”, hizo de su melancolía la savia para alimentar a su arte.
El centro Le Bal presenta en París la mayor exposición dedicada al artista en Europa. Reúne 150 obras junto con la maqueta de A Dialogue with Solitude, libro que publicado en 1965 constituye su obra más señera. La obra se exhibe en diálogo con tres piezas del cine independiente americano de dicha época que abordan el tema de la soledad: Salesman (1968), de Albert y David Maysle y Charlotte Mitchell Zwerin, Portrait of Jason (1966), de Shirley Clarke, y The Savage Eye (1960), de Ben Maddow, Sydney Meyers y Joseph Strick.
Prácticamente autodidacta, Heath es reconocido “entre los fotógrafos más eruditos de la segunda parte del siglo XX”, como apunta Francesco Zanot en el catálogo que acompaña a la muestra. Su obra se sitúa como un híbrido entre la fotografía documental y experimental. “Poseía un profundo conocimiento de la técnica, de la historia y de la teoría de la fotografía”. Ansiaba alcanzar una mente “creativamente libre”, definida por la conciencia de uno mismo, la conciencia histórica, y la conciencia metodológica. “La cuestión de la identidad, no es solo una constante en obra de este fotógrafo americano sino de hecho su catalizador”, matiza.
La vulnerabilidad es lo que define a los protagonistas que componen la obra del atribulado fotógrafo americano. Primeros planos, tan duros como rigurosos, que capturan momentos en que los sujetos están absortos en sus propios tormentos. Lo suficiente como para no percatarse de la presencia del autor quien aprovecha el momento para penetrar en lo más profundo de su psique. Aunque la mayoría de los retratados transitan espacios urbanos —Filadelfia, Chicago o Nueva York— no hay nada que nos hable de los lugares. Son los paisajes interiores los que despierten el interés del artista. De la misma forma, en las imágenes que toma de las ciudades las calles aparecen vacías. La pérdida, el vacío, la soledad y la dispersión son constantes que definen la obra del artista, quien a los cuatro años fue abandonado por sus padres. “El hecho de no haber tenido una familia, un lugar en la historia que me definiese, inspiró mi necesidad de unirme a la comunidad del hombre. Lo hice inventándome un tipo de poesía que vincula a esta comunidad, al menos simbólicamente, en mi imaginación, a través de su forma”, decía el artista.
Su infancia transcurrió en casas de acogida. Hasta que a los doce años fue admitido en un orfanato de niños judíos en Filadelfia. Fue aquí donde tuvo contacto por primera vez con el medio fotográfico, cuando un compañero le regaló su primera cámara y le prestó su cuarto oscuro para revelar. La fotografía se convirtió entonces en su obsesión, se unió al club de fotográfico de la escuela, leía revistas especializadas y seguía con detenimiento los reportajes de Life, estudiando detenidamente su puesta en página. Así comenzó a desarrollar su interés por la secuenciación y las series. “Hago fotografía de la misma forma que un poeta podría escribir una línea”, señalaba en una entrevista con Michel Torosian. Heath no cree en una imagen única, sus fotografías funcionan en relación con otras dentro de una secuencia, donde presta atención a la yuxtaposición y relación de los elementos de las imágenes, y a un ritmo que añade contenido y contexto para acabar funcionando como un todo. De ahí que el libro se convierta en su mejor aliado.
En 1952 autoeditó el primero de ellos, Three, con 52 imágenes tomadas de la realidad del día a día, inspiradas por lo común y ordinario, por aquello a lo que Baudelaire se refería como “el heroísmo del mundo moderno”. Conseguiría que Edward Steichen, entonces director del Departamento de Fotografía del MoMA le recibiera. De aquella reunión recuerda que Steichen consideró sus imágenes “banales”. “Me dijo que debía encontrar trabajo como taxista. En aquellos días nadie podía esperar ganarse la vida como un fotógrafo artístico, cuando ni quiera se utilizaba el término”, recordaba Heath.
Seis años más tarde Steichen le compraría seis imágenes. Pero antes el fotógrafo se incorporó al ejército y fue enviado a la Guerra de Corea como artillero. Es aquí donde tomó sus primeros paisajes interiores, una serie de conmovedores planos cercanos de sus compañeros, absortos en sus momentos más íntimos, a la espera de poder regresar a sus hogares. “Heath transmite la violencia que aflige a todo ser humano pero lo hace de forma silenciosa, sin la retórica del reportaje o la vehemencia de un alma rebelde”, escribe Zanot.
Heath regresó a Filadelfia donde estudió dos semestres en el Philadelphia Museum School of Art, antes de mudarse a Chicago donde trabajó en un estudio comercial. De ahí se trasladó a Nueva York donde en el Greenwich Camera Club conocería a Garry Winogrand y a Lee Friedlander. En 1958 celebró su primera exposición individual en Seven Arts Coffe Gallery, lugar de encuentro de los beatniks donde alternaría con Jack Kerouac y Allen Ginsberg. Recorrió de arriba acabo Estados Unidos gracias a dos becas Guggenheim. A principios de los 70, John Szarkowski, el nuevo director del Departamento de Fotografía del MoMA quedaría sorprendido por “la gran fuerza emocional de su obra” y le incluiría en una exposición colectiva.
“La Guerra de Corea, el movimiento por los derechos civiles, el pacifismo, el feminismo, la generación beat, todo ello sirve de fondo a sus imágenes, mientras los individuos, en primera fila, luchan por soportar sus propias vidas y hacen frente a sus miedos”, destaca Zanot. Así como Diane Arbus, años más tarde, se centraría en esta tensión colectiva reflejada en las figuras solitarias localizadas en los márgenes de la sociedad, Heath centra su mirada únicamente en la normalidad.
Publicado en 1965, A Dialogue with solitude figura como uno de los libros más destacados de la década de los sesenta, donde las fracturas de la americana de la posguerra quedan expuestas. Descrito como “una obra maestra de poesía visual”, recoge 82 imágenes tomadas desde 1952 a 1962. Agrupadas en diez capítulos donde la soledad queda expresada a través de la anarquía, la violencia, el amor, la niñez, la vejez, la guerra, la raza, la juventud y la muerte, cada uno precedido por citas literarias de autores entre lo que encontramos a Rainer Maria Rilke, William Butler Yeats. T.S Elliot o Herman Hesse y James Baldwin. “No tiene nada que ver con una narración lineal, sino más bien se asemeja a un vasto poema, rapsódico y atormentado”, destaca Zanot. “No existe una conexión lógica ni casual entre las imágenes sino un lazo emocional.” Funciona como un texto de Enza Pound, una película de Eisenstein, una novela de Proust, una obra de teatro de Becket, o un cuadro cubista”.
Heath es también considerado como uno de los mejores impresores entre los fotógrafos de su tiempo. Lejos de ser fiel a la realidad, intervenía los tonos modificándolos a su antojo, oscureciéndolos o aclarándolos, para aumentar el tono dramático de su obra, de tal forma que sus protagonistas parecen iluminados por una luz artificial. Para ello se inspiró en la técnica de W. Eugene Smith, a quien conoció en Nueva York.
A partir de los años setenta se apartó de la fotografía para centrarse en la enseñanza en la Ryerson University de Toronto. Su fama de huraño solitario creció. Murió solo por complicaciones derivadas de una caída doméstica, poco antes de que fuera a tener lugar la esperada visita de unas primas carnales, a quienes no conocía y que iban a encontrase con él por primera vez.
Dave Heath, Dialogues with Solitudes. Le Bal. París. Hasta el 23 de diciembre.
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