_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aquelarre feminista: la nueva ‘Sabrina’ es hija de su tiempo

Las series sobre brujas siempre han sido una buena manera de medir el grado de sumisión o liberación de la mujer

Fotograma de 'Las escalofriantes aventuras de Sabrina'.Vídeo: NETFLIX
Laura Fernández

Las series sobre brujas siempre han sido una buena manera de medir el grado de sumisión de la mujer. Después de todo, estamos hablando de mujeres con superpoderes, capaces de convertirte en sapo peludo o ridícula tacita de té cuando les apetezca, que deciden, como la Samantha de Embrujada, utilizarlos para mantener impoluta su casa sin más esfuerzo que el famosísimo y absurdo movimiento de nariz. Corrían los años sesenta –ni siquiera finales de los sesenta, cuando estalló la primera revolución feminista– y todo lo que debía preocupar a la norteamericana media era tener la colada lista a tiempo y hacer feliz, domésticamente hablando, a su marido.

Afortunadamente, los tiempos han cambiado. En un momento determinado de la impecable, gótica y oscurísima Las escalofriantes aventuras de Sabrina (Netflix), la propia Sabrina (también impecablemente interpretada por Kiernan Shipka) les cuenta a sus tías, las brujas Hilda y Zelda, que antes de irse a la Academia de las Artes Ocultas –donde todo el mundo va a odiarla por ser mestiza y no van a limitarse a pintarle la taquilla para fastidiarla, van a lanzarle una maldición horrible tras otra, pero le da lo mismo: la nueva bruja no le teme a nada– va a crear un club feminista en el instituto.

A una de sus amigas, cuenta Sabrina, los clásicos matones que juegan a rugby se la tienen jurada porque se viste como un chico y parece un chico. Las tías de Sabrina no entienden nada, porque hace mucho que dejaron de importarles los mortales. Así que Sabrina les dice que un club feminista es una especie de aquelarre: mujeres que se juntan para tener más poder y para que nadie –ningún hombre– les pase por encima. Afortunadamente, decíamos, los tiempos han cambiado, y no solo las brujas han recuperado su atemorizante poder –y sus hechizos en latín–, sino que, aun cuando no pueden utilizar sus poderes, son capaces de empoderar a todo el que le rodea.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Laura Fernández
Laura Fernández es escritora. Su última novela, 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus' (Random House), mereció, entre otros, el Ojo Crítico de Narrativa y el Premio Finestres 2021. Es también periodista y crítica literaria y musical, y una apasionada entrevistadora de escritores y analista de series de televisión.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_