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Columna
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El cine

Mézclense un tercio de dictador norcoreano, un tercio de amor por el cine y un tercio de ironía y el resultado es un curioso cóctel: la serie francesa 'Kim Kong'

Ángel S. Harguindey

Mézclense un tercio de dictador norcoreano, un tercio de amor por el cine y un tercio de ironía, agítese bien y añádale unas gotas de ternura y el resultado es un curioso y estupendo cóctel: Kim Kong (Sundance), una serie francesa que demuestra la importancia del guion además del infrecuente acierto de no alargar más de lo necesario el desarrollo de la trama: tres capítulos bastan para contar lo que se quiere contar.

Aunque en la serie no se cita el país asiático en que transcurre la acción, nadie duda de que se trata de Corea del Norte. Su despótico presidente Kim Jong-un, el Comendador en la ficción, quiere acabar con los Estados Unidos pero antes necesita publicitar su deseo. Escribe un guion propio de un niño de seis años en el que Kim Kong unirá su fuerza a la de los valientes campesinos para acabar con el monstruo imperialista. Su industria cinematográfica es un desastre por lo que decide secuestrar a un brillante realizador francés, autor de grandes taquillazos, para que dirija el filme o muera.

Kim Kong es, básicamente, una declaración de amor al cine. Las referencias a directores de la nouvelle vague son frecuentes. El protagonista vive en un hotel, lo que hacía Godard, y la citas de François Truffaut son constantes, sin despreciar, naturalmente, el cine de éxito pues al fin y al cabo es el que permite la continuidad de la industria. De hecho el protagonista de la serie podría ser el alter ego de Luc Besson, productor, guionista y director habituado a los grandes taquillazos. Nuestro ficticio realizador anhela dirigir una película "de autor". Finalmente lo consigue. En la pantalla aparece un dato: fue vista por 104 espectadores.

Una ficción sobriamente narrada y sobriamente interpretada que, una vez más, le supera la realidad: en 1977 el más importante cineasta surcoreano, Shin Shang-ok y su esposa, la actriz Choi Eun-hee, fueron secuestrados por orden de Kim Jong-il, padre del actual dictador y gran cinéfilo, para fomentar la industria cinematográfica nacional.

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