Paco Ureña, torería auténtica: “El toro es mi vida y mi obsesión”
Días antes del percance de Albacete, el torero reflexionó sobre su vocación y filosofía de vida
“Antes que torero, soy aficionado. El toro es mi vida y mi obsesión. Soy feliz, he crecido como persona y como torero, me siento un privilegiado y creo que aún estoy al sesenta por ciento de lo que puedo dar en el ruedo”.
La entrevista con Paco Ureña (Lorca, Murcia, 1982) se celebró unos días antes del pitonazo en el ojo izquierdo que sufrió en la feria de Albacete el pasado día 14. La cita es en la explanada de la puerta grande de Las Ventas
“Vengo poco a la plaza porque me emociono mucho”, comenta mientras atiende las indicaciones del fotógrafo Víctor Sainz. “Este es el templo y recuerdo cuando venía de pequeño y me preguntaba: ‘¿seré capaz de torear aquí algún día?’ Estar en este lugar me produce una sensación muy especial”.
La conversación continúa en uno de los túneles que dan acceso al redondel madrileño, y el torero parece mostrar cierta reticencia a cruzar la puerta.
“Prefiero no torear antes que aceptar una propuesta indigna”
“Es que nunca he pisado el ruedo de paisano, -explica-, y ahora mismo estoy sintiendo una emoción muy extraña; me veo tan raro…”
“En esta arena lo he vivido todo; y esta plaza me salvó cuando estaba muerto, pues llegué el 25 de agosto de 2013 con el convencimiento de que pasaba algo o tendría que despedirme de la profesión. Pero mi corazón me decía que iba a cambiar mi destino, como así fue. He vivido tardes muy bonitas, y, también, la dureza de las cornadas y el sufrimiento de no entenderme con un animal…”
Y, al fondo, a pocos metros, el acceso a la puerta grande…
“Yo la cambio por seguir toreando en esta arena y que el público se emocione. Sé que va a llegar, pero no me angustia. Más me preocupa que la gente piense que ha merecido la pena ver a Paco Ureña. No digo que yo haya toreado mejor que nadie, sino que he sido capaz de emocionar, que es lo que falta en esta profesión”.
La charla prosigue en una cafetería a pocos metros del ‘templo’. Así, de cerca, en torno a una infusión de manzanilla que se enfría por olvido, el ser humano se presenta como un torero apasionado y un hombre que transmite honradez y autenticidad. Parece sincero, habla con el corazón y se muestra seguro e inflexible con sus principios. Tiene el semblante de las buenas personas, pero también el orgullo de quienes se lo han ganado todo con el esfuerzo personal.
Es verdad que su cara refleja la dureza del camino; reconoce que ha sufrido “muchísimo” para llegar donde está, pero dice que se niega a dar pena. Y lo afirma con contundencia.
No oculta, no obstante, sus orígenes apegados a la tierra de una familia de hortelanos, y sus muchos años de soledad en una casita alquilada en la localidad sevillana de Benacazón, -que pagaba con las brócoles que su padre le permitía plantar junto a coliflores, pepinos, tomates y sandías-, desde donde mantenía una estrecha relación con el toro.
Sí, su cara refleja la dureza del camino, pero su alma irradia una vocación enfermiza. “El toro es mi vida y mi obsesión”, repite. “Y lo que quiero es torear”.
Y lo dice con dolor en la mirada, porque la temporada de 2018 no está discurriendo por el camino trazado inicialmente. Ureña va a torear menos corridas de las que considera que se ha ganado en la plaza. Y los motivos no están claros.
“No tengo problema en anunciarme con cualquier hierro ganadero”, afirma, “pero no acepto que me impongan nada como norma”. “Tengo mi filosofía, y quiero seguir un camino con mi verdad, mi humildad y el respeto a la afición, y, sobre todo, al toro”.
“El aficionado está pidiendo a gritos un cambio brutal”
“No, no es un asunto económico, pues no soy nada ambicioso en ese aspecto; se trata de que yo elijo la manera en que quiero vestirme de luces. Prefiero quedarme en casa antes que aceptar una propuesta indigna”.
Asegura Ureña que no es un torero ‘molesto’ para las empresas.
“De ningún modo” enfatiza. “Afronto mi vida personal del mismo modo que la profesional: con absoluta transparencia, y salgo a entregarlo todo, unas veces con más acierto que otras. Y no soy molesto porque lo que defiendo es una trayectoria que me he ganado con mi esfuerzo”.
Está claro, sin embargo, que esa firmeza le ha pasado factura…
“No sé si llamarlo veto o es que no tengo cabida en algunos carteles o que no intereso a algunos empresarios; pero no entré en la Feria de Abril de Sevilla, ni en Bilbao ni en otras ferias por defender lo que considero un derecho ganado ante el toro”.
- Pero a usted lo apodera Simón Casas, uno de los grandes…
- Es cierto, pero el primer día me senté con él y le dije: ‘Simón, donde interese y quieran contratarme por derecho, adelante; si no es así, me quedo fuera’. Yo no he utilizado a Simón para torear porque no soy moneda de cambio. De hecho, no he cogido ni una sola sustitución y me he quedado fuera de muchas ferias. Es evidente que no pertenezco al sistema.
A pesar de todo, Paco Ureña afirma con aparente convicción que no se siente decepcionado.
“Soy feliz porque soy libre; mi único dolor es que he estado parado muchos días, y que hay ferias en las que he dado motivos para estar y no me han contratado”.
La charla con el torero dio para mucho más; suele ocurrir cuando se celebra un encuentro con una persona interesante.
He aquí algunas perlas finales de Paco Ureña mientras removía un azucarillo en una infusión de manzanilla ya irremediablemente fría.
- “El aficionado está pidiendo a gritos un cambio brutal; si el empresario lo escuchara más y atendiera menos al sistema, habría más afición”.
- “Mi tauromaquia es un sentimiento que nació conmigo. Ni La Escucha, la pedanía de Lorca donde vine al mundo, ni mi familia tenían ninguna relación con el toro. Lo mío es pura vocación”.
- “El aficionado demanda toreros y carteles que no se anuncian; ver a los mismos siempre es aburrido”.
- “Me veo en videos y siempre me veo mal”.
Acabada la entrevista, el torero sale a la calle, vuelve la cabeza hacia la plaza de Las Ventas y comenta:
“¿Sabe lo que le digo? Que la miro y siento escalofrío…”
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