_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El decreto

Hace tiempo que la política ha devenido en un ritual de gestos, en un espectáculo en el que priman las imágenes sobre el discurso

Ángel S. Harguindey
El presidente de RTVE José Antonio Sánchez.
El presidente de RTVE José Antonio Sánchez. ULY MARTIN

En la estupenda película de Kubrick Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, que los avispados distribuidores españoles decidieron traducir por ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, el asesor del Presidente de EE UU y antiguo científico nazi, el doctor Strangelove (Peter Sellers), no puede evitar que periódica e inconscientemente su brazo derecho haga el saludo nazifascista. Algo similar les ocurre a los informativos y a algunos de los tertulianos del Canal 24 Horas: cuando menos se lo esperan les surge el ramalazo servil del conservadurismo casposo, una muestra de pleitesía a los más de seis años de servidumbre al PP.

Conviene recordar que en abril de 2012, al poco de llegar al poder, el Gobierno de Rajoy cambió por decreto ley, y desde la confortable mayoría absoluta, las reglas de juego para elegir al presidente de RTVE. El PP podría elegir sin consenso al presidente del ente pues en lugar de necesitar el acuerdo de los dos tercios del Congreso bastaría la mayoría absoluta, es decir, la que ya tenían. Fue el comienzo de una utilización descaradamente partidista de la televisión pública a la vez que una caída en picado de la credibilidad y las audiencias de sus informativos. Seis años después, y tras el decreto aprobado por el Gobierno socialista que ponía fin a ocho meses de bloqueo a la aplicación de una nueva ley que racionalizara la elección de presidente y consejeros de RTVE, hemos visto a un portavoz popular clamar en contra de reconvertir la televisión pública en una nueva TV3. Es la desfachatez considerada una de las feas artes de la política.

Hace tiempo que la política ha devenido en un ritual de gestos, en un espectáculo en el que priman las imágenes sobre el discurso. Eso explica, por ejemplo, el que la independencia catalana fuera, según sus protagonistas, una decisión simbólica, sin contenido. Los políticos lo han asumido y prueba de ello es el afán de controlar las televisiones públicas, esos agujeros negros presupuestarios. ¡Es la propaganda, estúpidos!

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_