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Columna
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El comodín del VAR

Sería casi un tópico decir que los narradores aman los tópicos

Los jugadores de Irán y de España esperan la resolución del VAR sobre un posible gol.
Los jugadores de Irán y de España esperan la resolución del VAR sobre un posible gol.Sergei Grits (AP)

En el hipotético caso de que exista un ser racional sobre la tierra que no haya visto jamás un partido de futbol, en el más hipotético caso de que estuviera en España y hablara nuestro idioma, dada la remota circunstancia de obligarlo a ver el Mundial, veríamos el terror nublar sus ojos. Al escuchar a los comentaristas, pensaría que celebramos unas justas medievales. “Ha intentado el pase de la muerte”, repiten los narradores hasta una docena de veces en cada tiempo. Insisten tanto que el mortífero jaque a la portería contraria resulta más omnipresente que el fuera de juego.

Nuestro bisoño espectador sospecharía que el césped iba a acabar más bañado en sangre que la Escocia de lady Macbeth. Solo se calmaría al comprender que los narradores —que aprendieron su oficio de generación en generación heredando los trucos de la radio— exageran. “Saltan al campo”, exclaman con una energía que a los jugadores les falta. Y los futbolistas entran en plano con el ritmo mecánico de los obreros de Metrópolis. Ni atisbo de saltar.

Sería casi un tópico decir que los narradores aman los tópicos. Como ese “todo está preparado” a unos minutos del pitido inicial. Pues solo faltaba. Pero hay que reconocerles su afán por popularizar la anatomía recitando nombres de músculos como si pasaran revista al hombre de Vitruvio. Y su compromiso con la física elemental: “No se pueden atravesar cuerpos humanos”.

Maestros de la geografía y del gentilicio, expertos en predicciones retroactivas —“si hubiera visto a su compañero, eso había acabado en gol”— tienen ahora un comodín infalible para partidos narcóticos. El VAR, deidad tecnológica que vela con más ojos que Argos. Si los narradores de ahora hubieran vivido en 1787, cuando un árbitro utilizó por primera vez un artilugio con el que reafirmar su autoridad, no habrían hablado de otra cosa. “Es una novedad a la que nos acostumbraremos”. El artilugio era un silbato. Y nos acostumbramos, sí.

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