Volver a divertirse
Hay teorías de todo tipo sobre lo que Bill Murray le dice al oído a Scarlett Johansson al despedirse de ella en pleno bullicio de Tokio
Hay teorías de todo tipo sobre lo que Bob (Bill Murray) le dice al oído a Charlotte (Scarlett Johansson) al despedirse de ella en pleno bullicio de Tokio. Los hay quienes quieren oír que le dice que la quiere, también quienes están convencidos que aquel actor venido a menos asegura que jamás olvidará la sonrisa de aquella joven de mirada triste o quienes simplemente oyen lo que desearían oír ellos mismos en una situación igual, como cuando nuestros pensamientos son más fuertes que nuestras realidades. Allí donde Casablanca nos deja un diálogo imbatible, Lost in Translation nos deja todo un mundo de posibilidades, aunque la misma sensación de dolor y hermosura. Dos finales memorables para el mismo fin: decir adiós.
Despedirse cuesta toda una vida cuando se ha vivido atrapado por la inocencia de los días. Sin mirar el reloj, sin atender a llamadas ni mensajes, sin calcular el precio, sin medir los pasos… Cuando la otra persona está tan abandonada como tú al dulce transcurrir de la existencia. Lost in Translation habla de decir adiós, pero, sobre todo y más que Casablanca, muestra todo lo que hay detrás de ese adiós. Es una película tan íntima que llegas a respirar su aire de soledad y desorientación, pero aún más importante: su necesidad de contacto humano. De ese contacto tierno e invencible que se ve en esa escena final con Bill Murray acariciando el pelo de Scarlett Johansson, con ella de puntillas y los ojos llorosos abrazada a él, y con ese beso furtivo y ese otro definitivo en la mejilla dando paso a los primeros acordes, como latidos de un corazón que se desboca, de Just Like Honey de The Jesus and Mary Chain.
Todo el mundo recuerda siempre esta canción como el gran momento de una película llena de momentos. Pero soy partidario de destacar otras canciones que forman otro momento en este clásico contemporáneo de Sofia Coppola. Sucede cuando ambos están en el karaoke, rodeados de japoneses que tal vez nunca más vuelvan a ver pero con las mismas ganas de pasarlo bien. Con su peluca rosa platino, ella canta Brass in Pocket de The Pretenders mientras él sigue el estribillo con los labios y contempla cómo baila y le mira. Después él canta More Than This de Roxy Music, tras tragar un chupito, y los dos se observan etílicos bajo el balanceo romántico y soñoliento de la canción. Pero mi preferido es cuando Bill Murray, entregado a la causa y de una forma tan torpe como apasionada, canta (What's So Funny 'Bout) Peace Love & Understanding, famosa en la trepidante interpretación de Elvis Costello pero original de Nick Lowe y la que fue su banda: Brinsley Schwarz. A Scarlett Johansson no se la ve reír de esa manera en toda la película. Ni a él sentirse tan vivo.
(What's So Funny 'Bout) Peace Love & Understanding es algo así como un himno, una de esas composiciones que pasan como una antorcha de generación en generación de músicos. Su letra reflexiona sobre lo descorazonadora que es a veces la vida, preguntándose en su estribillo qué tiene de gracioso hablar y buscar la paz, el amor y la comprensión con uno mismo y con otra persona. No es de extrañar, por tanto, que Murray, que se presenta a ella en el bar del hotel diciendo que intenta “organizar una fuga de la cárcel” y busca “un cómplice”, cante con tanta emoción desbordada, como si se creyese el mismísimo Elvis Costello sobre el mejor de los escenarios.
De alguna forma es el contrapunto al otro lado de la cara de la película, ilustrado magistralmente en la primera escena con Scarlett Johansson recostada sobre la cama, en silencio. Porque, a veces, estar tirado en la cama sin saber qué hacer es como saber que has perdido una batalla. No siempre sabes cuál, pero acongoja igualmente cuando sientes que puede ser la que te haga perder la guerra. Lost in Translation señala cuándo se pierden algunas batallas, pero también cuándo parecen que se están ganando, bien sea porque en otro momento ella, justo después del karaoke, apoya su cabeza con la peluca rosa sobre el hombro de él para descansar y quedarse fumando en un silencio compartido, o bien porque en otro instante él se termina por quedar dormido a su lado en la cama con su mano sobre el pie de ella.
“Nunca volvamos aquí otra vez, porque nunca volverá a ser tan divertido”, confiesa Scarlett Johansson cuando sabe, como él, que se encontraron mutuamente. Al final, siempre he querido pensar que Bill Murray le dice al oído algo tan simple y transcendental como que lo volverán a conseguir. En otro momento, en otro lugar, tal vez con otras personas. Pero le dice, a fin de cuentas, con su voz susurrante y que sólo puede oír ella en mitad del ruido: “Volveremos a divertirnos”.
Babelia
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