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Columna
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El sílex

La nueva televisión À Punt, 55 meses después del cierre de la muy partidista Canal 9, quiere convertirse en un medio al servicio de los ciudadanos

Ángel S. Harguindey

Hay analistas políticos que dan en la diana sin pronunciar una sola palabra ni asistir a ningún programa de tertulianos. Hablamos de El Roto. El pasado jueves se publicaba en este diario un dibujo en el que presagiaba el aumento de la demanda de sílex para hacer oposición. Ese mismo día, el portavoz del PP ya exigía que se celebrara un debate sobre el estado de la nación este mismo mes, sin señalar que el último se había celebrado en febrero de 2015. Al día siguiente, viernes, el Partido Popular exigía la presencia del presidente del Gobierno en el Parlamento para que explicara por qué se había levantado el control previo de los pagos de la Generalitat de Cataluña en el primer consejo de ministros del nuevo Gobierno. Dicho de otra manera: de la norma no escrita de los 100 días de respeto hemos pasado a las escasas tres horas. Ya casi no queda sílex.

Los informativos no dan abasto. Las imágenes de Oriol Junqueras con la fregona en la mano en la prisión de Estremera casi se superponen con las del primer ministro holandés, Mark Rutte, también fregona en mano, limpiando el café que había derramado en el vestíbulo del Parlamento. Otras imágenes mostraban a quienes consideran que la revolución es boicotear en la Universidad de Barcelona una conferencia sobre Cervantes y llamar fascistas a quienes pretendían asistir a la misma.

Pelillos a la mar. Hoy, domingo 10 de junio, la Comunidad valenciana recupera un servicio público: la nueva televisión À Punt, que 55 meses después del cierre de la muy partidista Canal 9 pretende convertirse en un medio al servicio de los ciudadanos. Un par de datos: cuando el Partido Popular llegó a la Generalitat en 1995, la televisión pública valenciana tenía una deuda de 22 millones de euros. Cuando se cerró en noviembre de 2013, la deuda era de 1.200 millones de euros. La plantilla de la RTVV pasó bajo los gobiernos de Zaplana, Camps y Alberto Fabra de 650 personas a 1.800. De la buena gestión al sílex.

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