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sillón de orejas
Columna
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El cisne negro y otras historias

A la gente le han entrado renovadas ganas de saber cuáles son los polvos origen de los actuales lodos, por eso se han publicado algunos manuales portátiles de historia contemporánea de este país

Manuel Rodríguez Rivero
La escritora Concha Méndez.
La escritora Concha Méndez.

1. El bolso

Mucho se ha hablado acerca de lo que sucedió el día en que el cisne negro, es decir, Pedro Sánchez, irrumpió sorpresivamente como presidente del Gobierno. La metáfora fue acuñada (a partir de Juvenal) por el analista líbano-estadounidense Nassim Taleb (El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable; Paidós, 2008) para caracterizar aquellos acontecimientos raros e inesperados que adquieren una resonancia inusitada en campos como la historia, la tecnología, las finanzas o la ciencia. El mirlo blanco es, simplemente, una rareza; el cisne negro, una especie de seísmo, un antes y un después. En cierta medida, el PSOE ya fue titular de otro cisne negro al obtener, contra la mayoría de pronósticos, la victoria en las agitadas elecciones de marzo de 2004, pero ahora la sorpresa ha sido mayor. Se seguirá especulando acerca de cómo ocurrió lo improbable, pero a mí me interesa más la pequeña historia, el detalle tras el acontecimiento. Centrémonos, por ejemplo, en las ignotas horas que el presidente forzosamente saliente (disculpen la consonancia) pasó en el restaurante Arahy compartiendo su depresión (o su enfado) con sus pretorianas y cercanos, mientras su escaño en la cámara de representantes permanecía ocupado por un bolso (¿de Loewe?, de ¿Bimba y Lola?: otro misterio de una jornada en que abundaron). Fijémonos en el lugar: Arahy es el restaurante pijo —y más que lo será entre los peperos a partir de ahora— que ha sucedido al Club 31, aquel mítico local en el que solía escucharse la voz de tenor heroico (como Lohengrin, como Tristán) de Orson Welles, al menos hasta que el genial cineasta, subido de copas, estuvo a punto de partirle la cara a uno de los maîtres porque no le gustó la mesa que le ofrecía para cenar con Joseph ­Cotten. En lo que a mí respecta, si se confirmara que el saliente y su cenáculo se ventilaron, entre otros espirituosos, dos botellas de Johnnie Walker, me pensaría muy mucho seguir con mi afición al famoso escocés del logo del caballero que camina a zancadas (striding man): uno tiene que sentirse a gusto con los miembros de su club. Por lo demás, el cisne negro se reveló la misma tarde que yo había dedicado a un fenómeno libresco curioso, pero esperable: dado el Zeitgeist en que nos bañamos —y que algunos comentaristas exagerados han comparado con el del 98—, a la gente le han entrado renovadas ganas de saber cuáles son los polvos origen de los actuales lodos. Por eso se han publicado (o reeditado) algunos manuales portátiles de historia contemporánea de este país (por ahora). Entre los mejores, dos reediciones y una novedad: las primeras son Historia contemporánea de España, dirigida por Jordi Canal (Taurus, 2 volúmenes), y el estupendo Medio siglo de cultura española (1985-1936), de Tuñón de Lara, que Urgoiti ha reeditado (con estudio previo de Paul Aubert) en su estupenda colección Historiadores, y que, junto a La Edad de Plata, de José-Carlos Mainer (Cátedra), constituye una herramienta excelente para adentrarse en uno de los periodos culturalmente más complejos de nuestra historia. La novedad es el magnífico manual colectivo Nueva historia de la España Contemporánea (1808-2018), editado por José Álvarez Junco y Adrian Shubert (Galaxia Gutenberg). A ver si, leyendo historia, nos vamos aclarando.

2. Un viajero

A principios del milenio, Manuel de Lope (que, al parecer, continúa en un silencio autoimpuesto) abandonó por un tiempo su recado de escribir ficciones y se dedicó con ahínco a recorrer de arriba abajo la arrugada Piel de Toro. De aquella experiencia tenacísima surgió Iberia, un notable travelogue que Debate publicó en dos volúmenes: ‘La puerta iluminada’ (2004) y ‘La imagen múltiple’ (2005). He vuelto a hojearlos mientras leía con variable intensidad un libro que tiene más de un punto de contacto con aquel: Viaje al corazón de España, de Fernando García de Cortázar (FGC), publicado por Arzalia, la nueva editorial del incombustible Ricardo Artola. FGC, jesuita, bilbaíno y uno de los historiadores españoles más populares y que vende más libros —sin duda porque sabe divulgar y conoce bien a su público—, se ha decidido a “contar España” a partir de sus viajes de ahora y del pasado. Se trata de un libro caprichoso, un compañero de viajes que se puede leer en casa, sin informaciones prácticas ni horarios de apertura, aunque sí con “hitos” y recomendaciones personales (y, por tanto, discutibles), “un libro que va y viene, donde no cabe ni lo feo ni lo vulgar, y que no olvida que una ciudad son sus escritores”. FGC ha escrito el más subjetivo de sus libros guiado por la admiración y la pasión hacia una “nación múltiple y diversa en cada una de las piezas que la componen”. Y además —doy fe—, la mar de entretenido.

3. Dos mujeres

Absolutamente encomiable resulta la labor que continúa haciendo el poeta, editor y librero Abelardo Linares rescatando no solo la memoria del exilio español de 1939, sino también dando a conocer al gran público la obra de escritoras españolas poco conocidas, o directamente ninguneadas, de la Edad de Plata. Entre los últimos títulos que han llegado a mis manos, recomiendo especialmente los dos volúmenes de relatos (Rojo y Gris y Donde brotó el laurel; serie Espuela de Plata) de la increíblemente ignorada Luisa Carnés (Madrid, 1905-Ciudad de México, 1964): sorprendentes, sobre todo, los del segundo volumen, compuestos ya en el exilio, y en los que a la temática de posguerra se une la del choque cultural. Y estupendas también las Memorias habladas, memorias armadas (Biblioteca del Exilio), de Concha Méndez —una de las figuras femeninas fundamentales del 27—, recopiladas por su nieta Paloma Ulacia Altolaguirre.

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