Tiembla mundo
'Terremoto' se ha convertido en esa revista internacional que traspasa la idea de territorio en el campo del arte de América Latina. Un estruendo con expansión de onda
Para qué negarlo. Hoy en día pensar en un proyecto editorial enfocado en el campo del arte y el pensamiento que tenga una mínima viabilidad, sea económica o social, es casi un milagro. Seguramente por eso tiene tanto mérito Terremoto. En 2013 nació como un blog, tipo Contemporary Art Daily, cuando era prácticamente la única vía para lanzar una idea de este tipo y pese a que el aporte económico que esa lanzadera traía de vuelta nada. Cero dinero. Su artífice, la francesa Dorothée Dupuis, estiró el presupuesto de algunos proyectos de comisariado para darle un giro a eso en 2014 y creó la plataforma online que podemos consultar hoy: una revista alejada de la agenda y las reseñas pero atenta a los temas de actualidad, abriendo el campo de la escritura sobre el arte a artículos de fondo, casi de formato académico, pero algo más accesibles. Un año después se lanzó a imprimir con la complicidad y la filantropía de Catherine Petitgas, una de las coleccionistas que están más volcadas hoy en el arte latinoamericano y en su promoción, desde su puesto como comité de adquisición en museos como la Tate y el Pompidou.
A priori se centró en retratar la escena artística de América Latina y el sur de Estados Unidos. Dorothée Dupuis vio pronto la complejidad de un territorio que, pese a compartir una lengua común, estaba lleno de otro tipo de obstáculos, como la extensión territorial, la geopolítica y los pasados históricos particulares que van más allá de las conquistas. En ese sentido, Terremoto lo que pone a la luz son esas dinámicas mircrorregionales que al final funcionan muy bien, a pesar de las distancias. Tiene un formato cuatrimestral y su nombre responde a la idea de pensar en algo peligroso, que te coja por sorpresa, que te mueva. “Para ello tenemos el logo que diseñó Michael Ray Von, muy slightly, muy hipster/nerd”, explica entre risas.
Terremoto sacude las ideas asociadas a lo artístico. El último número entra, de hecho, en revisar de manera crítica qué entendemos por “comisariado”, más allá de nuestras fronteras. Examina modelos, estructuras, nivel de impacto y estereotipos a la figura que más ha crecido en el campo del arte en los últimos años. La misión de esta revista no es tanto generar una contrapostura, sino hacer visibles los contenidos que no tienen visibilidad. Entre ellos está el contenido latinoamericano y el arte del sur de Estados Unidos, que sigue muy poco reseñado en las revistas internacionales. De ahí, su mirada a Texas, Florida o Nueva Orleans, zonas periféricas en el mapa pero que no lo son por las dinámicas regionales que provocan. Como modelo está muy cerca de Mousse, en tanto que plataforma de la que emergieron muchos de los agentes en los 2000 y como revista que ha estirado lo editorial a la publicación de ensayos. Es el paso que hará Terremoto este año. Sobre todo ello ahondamos en esta charla con la directora.
¿Funciona Terremoto como alternativa de algo?
Funciona como catalizador. Es impresionante el número de artistas excelentes a la escala de no sólo Los Ángeles que no tienen ningún feedback en medios, digamos, occidentales, supuestamente internacionales. Terremoto es una revista internacional, así se define, no sólo mexicana, porque es un proyecto antinacionalista, por fe e ideología. Promueve un diálogo transregional que busca abolir fronteras y encontrar nuevas formas de dialogar basadas en afinidades estéticas y lingüísticas creciendo sobre pasados históricos similares. La forma más clásica es imprimir algo bastante lujoso pero ofrecerlo gratuitamente. Es como un gran gesto en contra del prejuicio y la idea de que no hay nada que hacer, que no hay recursos, que estamos condenados a estar en la sombra del gran vecino. No estoy de acuerdo. Lo que hacemos aquí es mirar al mundo desde un nuevo centro, que nos facilita ver las cosas de otra manera, generando un nuevo pensamiento.
Hablemos de recursos y de dónde surgen.
Terremoto es un proyecto independiente cuya sobrevivencia depende de varias fuentes de ingresos. Es lo que define a lo independiente, lo que te garantiza que si un apoyo se va pues, no va a morir tu proyecto, y esto es muy raro tanto en México como en Latinoamérica. Pocos lo han logrado. Pienso en Soma en México, Flora Ars+Natura en Colombia y Pivô en Brasil, por ejemplo. Pero son muy pocos los que logran convertir su voz en algo cercano a lo que entendemos por institución. Es muy importante que proliferen este tipo de proyecto, ya que garantiza la emergencia de un paisaje institucional y sin ánimo de lucro, sano y ambicioso, y que no deja toda la construcción de legitimidad artística al campo privado o estatal. Terremoto se distribuye de manera gratuita, tanto en versión impresa (5000 copias en circulación en las Américas) que digital. Por ahora vive de anuncios (60% del presupuesto), de filantropía (un 30%) y de prestaciones (un 10%). Este año decidí crear un patronato para darle más visibilidad al apoyo privado en el proyecto. Son un poco como los embajadores de Terremoto. Por ejemplo, Moisés Cosío, un coleccionista y emprendedor cultural muy joven, fundador de la Fundación Alumnos en México, y volcado en la educación. O Patricia Martin, involucrada en la Colección Jumex y más recientemente en el proyecto de residencias Casa Wabi en México.
¿Cómo trabaja la línea editorial?
Trabajo a nivel editorial juego a Diego del Valle Ríos en una línea decolonial y feminista, anticapitalista y antinacionalista. Nos interesa hablar de cómo el arte nos ayuda a entender las relaciones de poder en las que nos movemos a diario. El conocimiento nos libera del peso de la alienación.
¿Qué papel tiene la crítica de arte en revista? ¿Importa algo la crítica de arte hoy?
La crítica ha cambiado totalmente de papel a medida que el arte se ha democratizado. No es como hace un siglo, cuando era un campo de juego de diez niños burgueses que se burlaban de los demás en el periódico del padre o del tío. ¿Me explico? La crítica debe distanciarse del escándalo. La crítica debe ser una herramienta para evaluar nuestras acciones y esfuerzos colectivamente. Es aceptar las evaluaciones para crecer, y entender dónde se ubica lo que hacemos en la retícula cultural por la que circulamos.
¿Es el comisario el nuevo crítico?
Partiré de un caso particular para entrar en esto. Yo estudié arte y me convertí en comisaria. Escribir siempre ha sido mi práctica, como gestora y comisaria. Desde el inicio de mi carrera, he buscado publicar crítica porque me parecía que como productora de exposiciones estaba participando en una conversación y a nadie le gusta conversar solo. Aun cuando tuve un trabajo en la institución busqué seguir escribiendo sobre los proyectos de los demás en la prensa internacional, para seguir participando en esa conversación, aún cuando el ritmo de trabajo era estresante y no tenía mucho tiempo. Me parece que es hasta “higiénico” como comisario escribir de los demás. Y, muchas veces, como comisario, como participante de la escena, puedes evaluar mejor el trabajo de los demás que los críticos independientes que no se dan cuenta de muchas de las tensiones que tiene el artista con la institución o con el mercado.
¿Cree que hay un relevo generacional en el campo de la escritura de arte?
¡Por supuesto! Como en el arte en general. Solo hay que fijarse en las formas a través de cuales se exprime el discurso sobre el arte. Son ellas las que cambian.
Con Marginalia expande la práctica curatorial a otro lugar. Dígame pues, ¿qué es una exposición?
El formato digital ofrece muchas formas nuevas de producir contenido. Con la revista ahora recibimos tanta información increíble, estamos en contacto con tanto contenido genial que es difícil escoger lo que vamos a publicar. Marginalia era una manera de publicar contenido de forma más libre y fácil, apoyándose sobre el visual (son imágenes que constituyen el fondo de la pagina web pero que también circulan en redes y instagram). Es un eye candy pero que informa de muchas cosas. Me encantó, por ejemplo, el proyecto de Lyz Parayzo, era super polémico con mucha desnudez, muchas fueron censuradas en instagram y casi nos cerraron la pagina de Facebook por la imagen donde enseña su ano. Pero en el clima actual de censura es importante que desafiamos estos sistemas. Son herramientas distintas y cada uno tiene su minipoder.
¿Hay un sentido “nacional” del arte en América Latina? ¿Se abandera, se celebra lo latinoamericano?
Pues es la gran pregunta. ¿Qué es Latinoamérica? Es una pregunta que siempre nos toca en Terremoto. Nuestro slogan Arte contemporáneo en las Américas es una tontería pero también es una fantasía, la esperanza de que podríamos tener un dialogo internacional verdadero. Cuando hablo de panamericanismo soy conciente de que es una invención que viene de la CIA pero me parece bello también apropiármela, quitarle su violencia para hacer de ella una utopia.
La cuestión territorial, la geopolítica y el pasado histórico deben ser hándicaps a la hora de trabajar con otros países latinoamericanos. ¿Qué implica trabajar con eso?
Son puentes para armar discusiones sobre lo común. Hay mucho dolor, mucha rabia, mucha espiritualidad: son cosas que unen más allá de las particularidades nacionales.
La base geográfica desde la que trabajan es México. ¿Cómo es el contexto allí?
El contexto mexicano es malo. Además hay elecciones este año y el clima está muy tenso. Es un país increíble culturalmente pero con desafíos muy grandes. Mucha gente se aprovecha de los demás y eso no es justo. Los mexicanos son muy inteligentes y es un pueblo que ha sufrido mucho. La colonización fue muy dura y la relación con Estados Unidos siempre intenta degradarlos. Pero no se dejan hacer. Tienen un orgullo enorme. Y estoy orgullosa de luchar a sus lados, aunque sé que nunca podré ser ni saber exactamente lo que es ser latinomericana ni mexicana. Intento poner mi privilegio y mis capacidades a sus órdenes.
¿Qué define el presente en el campo artístico?
El presente, en el campo artístico o los demás, es la suma de cada acción que se está realizando en ese momento. Estoy leyendo un libro de Monica Sharma sobre Radical Transformacional Leadership. Dice que se puede ser un líder que actúe para un mundo más justo y entonces ir en contra de las nociones de lidership del neoliberalismo salvaje que dice que ser líder es pisar encima de los demás. Parece un poco hippie pero dice que siempre hay que acordarnos de que todxs tenemos en nuestra alma un sentido inicial de dignidad, igualdad y compasión.
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