Pietro Citati: “Umberto Eco no era un buen escritor”
El gran biógrafo y crítico literario italiano, veterano polemista, afirma que no hay ningún autor joven que le interese
Siempre hay un punto de inflexión. El de Pietro Citati, el gran biógrafo y crítico literario italiano, sucedió con la lectura de Proust a los 14 años. Lo llegó a leer tantas veces, a tomar tantos apuntes y a escribir sobre él que con el tiempo ha desarrollado una cierta melancolía, como si lo hubiese conocido realmente. Una sensación extraña y recurrente para un hombre que ha dedicado toda su vida a escribir sobre la biografía y los textos de otros: Tolstói, Kafka, Katherine Mansfield, Alejandro Magno o Jesús.
Hoy Citati tiene 88 años y un espíritu crítico implacable con sus contemporáneos y con los autores que desprecia intelectualmente. Ensayista y crítico de cabecera del periódico La Repubblica, amigo íntimo de Calvino, Pasolini o Gadda, no recuerda ni un solo escritor joven que le haya interesado. Sentado en el salón de su apartamento de Prati, señala uno a uno sobre la mesa los libros que ha ido publicando. Un ejemplar cada dos años, ese es el ritmo autoimpuesto. El último en traducirse en España ha sido La muerte de la mariposa (Gatopardo Ediciones), una detallada reconstrucción de la relación entre Francis Scott Fitzgerald y su esposa, Zelda, mezclada con un análisis delicado de su obra.
PREGUNTA. Usted cuenta que Fitzgerald creía en la música de las cosas perdidas. ¿A qué se refiere?
RESPUESTA. Para la mayoría de la gente, las cosas se pierden sin remedio. Pero para él, dejaban una música. Y lo esencial en un escritor es encontrar esa música de las cosas perdidas, no las cosas en sí mismas. Es muy distinto.
P. Este libro está basado en las cartas. Pero es difícil aportar elementos nuevos a historias tan conocidas. ¿Las nuevas tecnologías le ayudan en ese proceso de búsqueda?
R. ¿Nuevas tecnologías? No, yo leo, leo y leo. Textos, libros sobre los textos, tomo apuntes y los vuelvo a leer, los ordeno y entonces escribo. Y ¿sabe qué?, luego vuelvo a releer lo que he escrito y corrijo. Ese es mi método, el mismo que hace 40 años utilicé para escribir mi primer libro sobre Goethe.
P. Y ¿dónde termina el libro leído y empieza el escrito?
R. Es difícil decirlo. Con el libro de Proust tomé 1.000 páginas de apuntes, no paro de escribir, hago apuntes de los apuntes, los releo y hago el libro. Pero es complicado establecer ese límite.
P. Usted es una referencia en Italia. ¿Cuál es el papel de la crítica literaria hoy?
R. Tiene dos posibles funciones. El de la crítica que reseña los libros que salen, las novedades… Y eso son artículos que no se guardarán y se tiran a la basura. O bien piezas que buscan ir más allá, como intento hacer, y se convierten en libros.
P. ¿Las novedades literarias no le interesan?
R. No son nada del otro mundo. ¿Qué libros buenos nuevos han salido? Dígame algo interesante en todo el mundo en los últimos años…
P. Eso le pregunto yo, que usted es el crítico.
R. Pues no lo sé. Hummm… [piensa 10 segundos]. Ahora estoy haciendo un artículo sobre Philip Roth, el americano, ¿eh? Y está bastante bien. Pero Joseph Roth, el austriaco, es mucho mejor. Y en Italia… Boh… Nada.
P. ¿Ninguno? Un autor como Umberto Eco…
R. Eco no era un buen escritor. Tuvo mucho éxito con El nombre de la rosa en todo el mundo, pero no es bueno. De hecho, ninguno de sus libros lo es. Él era un ensayista inteligente, pero como escritor, no… El nombre de la rosa era un libro malo, nunca conseguí terminarlo. No pude pasar de la página 70.
P. ¿Por qué cree que no se hace nada interesante actualmente?
R. La literatura es una cosa extraña, es un cuerpo que de repente entra en reposo 30 años y después se reactiva. Tengamos en cuenta que a finales del siglo XIX, y en la primera mitad del XX, tuvimos una literatura enorme. En Francia, en Alemania, en EE UU… Hoy hay alguna cosa, como John Banville, que ha sacado un libro ahora. Pero tiene 70 años, no es nuevo. Yo no conozco ninguno joven.
P. Supongo que tiene que ver también con el nivel de lectura de la gente.
R. Sí, pero la gente lee. Aquí y en España, ni aumenta ni disminuye. Los libros siempre se han vendido mal.
P. Imagino que los premios literarios tampoco le parecerán de gran ayuda, ¿no?
R. Los premios son una estupidez. No han hecho nada por la literatura. Aquí el más conocido es el Strega, que no sirve para nada. Quizá para vender algún libro más. Pero ya.
P. Siempre hay cánones, grandes listas… ¿Ha tenido alguna relación con Harold Bloom?
R. No me gusta. No me parece bueno… Es muy conocido, desde luego, y he leído algunas cosas, como lo que escribió sobre Melville. Pero no me parece bueno. Está muy considerado, pero eso no quiere decir nada. Es pomposo y vacuo.
P. Vaya… Y en todos estos años, ¿cuál ha sido el mejor escritor que ha conocido?
R. [Carlo Emilio] Gadda ha sido el más grande del siglo, el más grande. No hay ninguno con esa inteligencia y profundidad intelectual, capaz de representar la realidad como él. Era muy amigo suyo, lo veía muy frecuentemente. Me llamaba cada día, siempre a la hora de comer, a la una en punto. Me pillaba comiendo y siempre se me enfriaba el bistec, pero nunca se lo dije. El zafarrancho aquel de Vía Merulana y El aprendizaje del dolor son los dos libros de prosa italiana más bellos del siglo.
P. Entre su círculo de amistades también estaba Pier Paolo Pasolini.
R. Sí, le conocí perfectamente, pero como escritor era mucho menor a Gadda, claro. Lo mejor de Pasolini son las poesías que hacía de joven, mucho menos conocidas. L’usignolo della Chiesa cattolica es estupendo. Pero las novelas son malas.
P. ¿Cómo era?
R. Fuimos muy amigos. Nos veíamos mucho, pero luego la cosa fue terrible. Era un homosexual de tomo y lomo que iba a cenar y todas las noches a las diez en punto se levantaba, se subía al coche e iba a reclutar chavales a la estación de Termini. Luego se los llevaba, se dejaba pegar, tenía relaciones con ellos y, en fin, un día lo mataron.
P. Esa historia no está muy clara, ¿no?
R. No fue ningún complot, venga ya. Lo mató uno de esos chicos.
‘La muerte de la mariposa’. Pietro Citati. Traducción de Teresa Clavel. Gatopardo, 2017. 104 páginas. 14,95 euros.
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