El actor al que llevamos invitando a nuestro salón casi 30 años
Ted Danson cuenta con las dotes más importantes para triunfar en televisión. Su cercanía lo convierte en alguien que necesitas ver semana tras semana
Ted Danson quizás sea la mejor estrella de la historia de la televisión. No hay ironía en la frase. Este actor cuenta con las dotes más importantes para triunfar en el medio. Así lo alababa un perfil de la revista especializada Vulture hace una semana: "Tiene esa particular mezcla de calidez, familiaridad y la medida justa de imaginación". Su cercanía lo convierte en alguien que necesitas ver semana tras semana, en un personaje con quien convivir. Sea interpretando un camarero, un demonio, un empresario sin sentimientos o un psicólogo. Porque hay un Ted Danson para cada generación.
Fue capaz de salir airoso de triunfar como galán de Cheers (11 nominaciones al Emmy mediantes) para encadenar seis años de Becker, resurgir para hacer sombra a la mismísima Glenn Close como villano de Daños y Perjuicios, pasarse de gamberro en Bored to Death e incluso dar la réplica a Larry David. Y, si no le queda otra, simplemente protagoniza la franquicia CSI, la ficción más vista entonces, o ficha por la serie más arropada por la crítica, Fargo. Siempre con el mismo carisma.
Este Tom Hanks televisivo puede no ser el nombre más conocido, pero lleva triunfando en las series desde los primeros ochenta. Es la clásica estrella televisiva que ya ni se interesa por el cine, reconocido por los seriéfilos y por los que se asoman de casualidad. Un actor que hace mucho cuando aparenta ni hacer nada.
Y eso que Danson ni siquiera parece humano. Su estatura está muy por encima de la media de los actores (1,88 metros) y es imposible creer que su partida de nacimiento dice la verdad al descubrir que peina 70 años. Sus canas, eso sí, le han valido de una madurez con la que explora una nueva dualidad héroe/villano en The Good Place. Allí empezó interpretando al enviado de dios en el cielo solo para evolucionar en alguien mucho más complejo. Un ser desconectado de la vida y por encima del bien y del mal que solo podría rezumar humanidad en un actor al que invitamos a nuestra salón desde que tenemos memoria.
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