Nihilismo positivo
Un estudio abierto a presentar el trabajo de otros: eso es Nadie Nunca Nada No, el proyecto del artista Ramón Mateos volcado en favorecer la circulación de ideas
Choca pensar que en los últimos veinte años se han construido más metros cuadrados de espacio expositivo en que en toda nuestra historia juntos y que en ese contexto, casualmente, no dejan de aparecer proyectos auto-organizados por artistas. Sólo en Madrid hay más de cuarenta funcionando ahora mismo, mientras al mapa de museos y centros de arte parece faltarle el pulso. Quién sabe si la culpa fue pensar siempre en el resultado final, en la exposición como paradigma de comunicar el arte. El caso es que se estancó. Lo expositivo tocó el cielo para luego tocar techo. Y ahí estamos. A la reducción de encargos y honorarios por parte de las instituciones se suma la necesidad de reinventar una profesión de por sí discutida. La cadena económica y simbólica está rota, así que toca inventar otras vías.
Con esa voluntad nació hace cinco años Nadie Nunca Nada No. Su nombre, prestado por El niño negativo de Sánchez Ferlosio, tiende al nihilismo profundo aunque el espíritu no puede ser más positivo. El proyecto es lo que en el ámbito anglosajón se conoce como artist run space, es decir, un espacio de arte, no comercial, dirigido o gestionado por artistas, y que aquí llamaríamos un proyecto auto organizado de arte. La idea fue de Ramón Mateos, uno de los artistas que mejor conoce el tejido artístico de Madrid. Ya cuando fundó el colectivo El Perro en 1989, junto a Iván López y Pablo España, le interesaba el trabajo en equipo como una forma de generar discusión y diálogo.
Ni cuando el colectivo se disolvió en 2006 se despegó de esa idea colaborativa. No tardó en poner en marcha Black & Noir en su antigua casa-estudio, donde destinó una de las habitaciones para alojar a artistas y comisarios en un momento en que las residencias en Madrid eran inexistentes. El objetivo era generar las condiciones para dar a conocer o presentar el trabajo de artistas con los que había coincidido en algún momento y cuyos proyectos no eran especialmente bien conocidos aquí. Esa experiencia duró hasta 2012 y por ella pasaron más de 30 residentes. Poco después, encontró un espacio a pie de calle en el entorno de La Casa Encendida y Tabacalera y decidió dar el salto con un nuevo espacio. Como ocurría con Black & Noir, este espacio es también su estudio aunque sobre todo uno de los lugares más paradigmáticos del contexto artístico de la ciudad.
Mirado de cerca, el proyecto es una extensión de su trabajo como artista. Ramón Mateos siempre ha pensado que la autoría acaba por ocultar que todos los procesos, incluso el creativo, son colectivos, así que la doble-doble negación le pareció un punto de partida perfecto para abrir un proyecto a colaboraciones de todo calibre. La lista es larga, de Isidoro Valcárcel Medina a Mateo Maté o de Pedro G. Romero a Juan Luis Moraza. Algunos de los workshops están realizados en colaboración con Promoción del Arte de MECD en la sala Ideas de Tabacalera. Otra línea de actuación es la colaboración con otros proyectos auto-organizados, tanto en Madrid como fuera: un programa de exposiciones centrado en dar a conocer maneras de hacer y experimentar la práctica artística. Aunque por encima de todo, este espacio es un paradigma de ese porvenir impreciso que ya tenemos aquí: proyectos donde se mezcla más la educación con la producción, la distribución con la presentación. En sí, propuestas más pequeñas y colaborativas, donde la palabra clave es imaginación y no dinero. La auto-organización como una de las Bellas Artes. De todo ello hablamos con él.
¿Se abusa mucho de la etiqueta de “espacio alternativo”?
El término está completamente en desuso. Si bien en los primeros años que surgen este tipo de espacios tenían una intención de sustituir una manera de hacer las cosas por otras y se daba ese claro conflicto con las instituciones, es algo que ahora mismo no se da. De hecho, existen numerosos ejemplos de colaboración entre unos y otros. Nuestra intención no es tanto ser una alternativa cuanto aportar y cuestionar líneas programáticas que pueda aportar elementos que no son cubiertos completamente por otros.
Hace unas semanas veíamos cómo esa “cara oculta de la luna” tuvo un papel más que destacable en los noventa, con una extensa exposición en CentroCentro, comisariada por Tomás Ruiz-Rivas. ¿Cómo ha cambiado todo?
La relación de estos espacios con la institución Arte en mayúsculas así como las propias instituciones del arte han cambiado enormemente desde sus orígenes a finales de los sesenta y principios de los setenta. En Madrid, los primeros espacios independientes surgen en los ochenta y su relación era muy distinta a la que ahora pueden tener con la institución. Los proyectos que mejor he conocido son de mediados de los noventa en adelante, y la relación que mantenían las instituciones con éstos era de desprecio absoluto y hoy son diametralmente opuestas: aunque haya instituciones que ignoran por completo lo que hace el tejido local a nivel de base, otras sin embargo, no sólo no tienen muchos complejos en establecer colaboraciones con ellas a distintos niveles, sino que se han ido construyendo complicidades y procesos simbióticos muy interesantes.
¿Cuál es la relación de Nadie Nunca Nada No con la institución? ¿Sabemos qué es una institución?
Siempre he sido sumamente posibilista y la relación que he mantenido con las instituciones tanto como artista como gestionando proyectos se ha ido modulando en función de las necesidades de cada proyecto. En el caso de Nadie Nunca Nada No mantenemos una relación muy fluida con instituciones a nivel local, autonómico y nacional y sólo depende de cada proyecto el nivel de relación que se establece. Las diferentes instituciones en estos momentos son bastante más permeables que hace 20 años. Precisamente sobre esta cuestión estamos trabajando en el ArtZine CIIA con el que abordamos diferentes cuestiones teóricas en el entorno de la institucionalidad del arte. El Nuevo Institucionalismo que surgió a finales de los 90 dejaba muy claro cueles eran los niveles de fricción entre la sociedad y sus instituciones y en el ámbito del arte hemos de diferenciar entre la Institución Arte que engloba todos los elementos que lo componen (la teoría, la academia, el museo, los comisarios, las galerías, los coleccionistas, los artistas, la crítica, los espacios auto-organizados, etc.) y las instituciones del arte, como los museos en sí mismos, los centros de arte en sí mismos, la administración de cultura ligada al arte, etc. Así que nuestra actividad, aunque se ejerza desde un ámbito institucional no formal, mantiene una relación muy intensa con lo que significa la institucionalidad del arte.
¿Es Madrid un buen lugar para trabajar en lo artístico?
Madrid es un buen sitio para trabajar en lo artístico a nivel de producción sin duda alguna, pero si hablamos de la proyección que el trabajo de los artistas genera desde aquí, estamos hablado de otra cuestión muy diferente; Madrid es un lugar excelente para producir, si bien no hay un centro de recursos o de producción, existen programas de asesoría en producción como Programa A de la Comunidad de Madrid, con el que colaboramos activamente o el proyecto Taller Omnívoros, por no habla de otros muchos. Pero existen algunos ámbitos del tejido artístico que no responden a las expectativas ni a las necesidades del medio y no son capaces de defender el trabajo de los artistas para que tengan una proyección que les permita sobrevivir tanto internamente como internacionalmente. Generalizar es errar pero podríamos decir que la apuesta de las instituciones, los responsables del mercado, los coleccionistas y buena parte de los mediadores, por el trabajo desarrollado localmente no se manifiesta de una manera constructiva ni positiva, más bien al contrario. Tanto es así que es fácil escuchar a coleccionistas internacionales e incluso gestores de instituciones internacionales hablando de la falta de recorrido del trabajo de los artistas españoles y esto es debido precisamente a la falta de apoyo al tejido creativo local desde estos ámbitos.
¿Qué nivel de precariedad hay en el trabajo en arte?
Esto enlaza perfectamente con el tema anterior: ¿cómo podemos competir internacionalmente si los artistas no somos capaces de vivir de nuestro propio trabajo?. Tenemos que competir en un mercado internacional, también en lo local, pero sin acceder a los mismos recursos que los artistas que trabajan o son de fuera, dedicando buena parte de nuestra jornada laboral a realizar trabajos puramente alimenticios. Sin embargo el trabajo de los artistas no es precario per se, lo son las condiciones de trabajo de los artistas. El concepto de precariado ha infectado todos los ámbitos, pero no creo que en el trabajo del arte sea mayor que en el resto de los trabajos, basta con mirar a nuestro alrededor.
¿El arte necesita un espacio? ¿Qué espacio es ese?
Bueno, este tema tiene numerosas facetas, podemos hablar de espacios de trabajo o espacios de producción o de exhibición, entre otros, y tenemos que dar una respuesta diferente a cada uno de ellos. Por una lado, las necesidades han ido cambiando como lo han hecho los medios de producción pero sin duda el arte necesita de espacios de experimentación, espacios cuya finalidad última no sea la exhibición, aunque también se hagan exposiciones. Espacios que expandan el proceso creativo para el desarrollo y experimentación con el lenguaje y el medio del arte.
Y ¿cómo escapar de la presión asociada al éxito?
-El éxito parece difícil de cuantificar. Cuando gestionamos un proyecto cultural creamos y empleamos indicadores culturales para medir los resultados del mismo, sin embargo los proyectos como Nadie Nunca Nada No no pueden medir su éxito por la afluencia de público, los impactos mediáticos o los recursos conseguidos para financiar un proyecto, sino en la satisfacción que los artista implicados alcanzan con su desarrollo o si la desviación con respecto a los objetivos iniciales es provechosa. En este sentido, quizá el éxito de un proyecto cultural no está tanto en los resultados objetivables cuanto en poder desarrollar los proyectos que se propongan.
¿Se apoya en España el arte contemporáneo?
Probablemente el arte contemporáneo sea una de las áreas peor tratadas por las administraciones públicas, mantiene una de las peores relaciones con la ciudadanía, en parte por esa falta de apoyo, en parte por el desconocimiento y en parte porque desde el arte contemporáneo hay muchas cosas que no se están haciendo bien. Si hablamos de apoyo económico la respuesta es que no y si hablamos de apoyo institucional tampoco, basta con escucha lo que dicen del arte contemporáneo español algunos directores de grandes instituciones españolas más allá de nuestras fronteras. Es decir, sin una estructura estable de apoyo con recursos económicos suficientes -no sólo por la cuantía sino por el cómo se hace- y sin unas instituciones que realmente apoyen el tejido local -miremos la programación de nuestras instituciones y la proporción de artistas propios que en ellas se muestran- parece difícil decir que en España se apoya el arte contemporáneo.
¿Qué cuestiones pondrías encima de la mesa para debatir? ¿De qué es urgente hablar?
La falta de ambición y el conformismo de buena parte de las administraciones públicas dedicadas al arte contemporáneo; la necesidad de crear espacios de formación sobre la práctica artística; la búsqueda de estructuras de financiación estable del tejido creativo; la relación de las instituciones del arte con el tejido local y su papel en la proyección del mismo; la relación de los comisarios/curadores con el tejido local y su papel en la proyección del mismo; la posición jerárquica de los artistas en la institución arte; la ausencia de texto propio desde la creación de base en nuestro contexto…
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