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en pocas palabras

Malika Embarek: “Rechacé una traducción porque no me caía bien el autor”

La traductora jamás aceptaría trabajar en obras integristas, machistas, fascistas o racistas

Malika Embarek.
Malika Embarek.Setanta

Malika Embarek (Madrid, 1945) cree que si los traductores del mundo se uniesen para hacer un paro de traducción hasta que se valorase su trabajo, “sería el apocalipsis de la cultura”. Y ese déficit de reconocimiento, sostiene, es lo que refuerza el valor de distinciones como la que acaba de recibir: Premio Nacional a la Obra de un Traductor. Está leyendo a Javier Marías, Stefan Zweig y Sharon Smith.

¿Qué tiene en su mesilla de noche: libros o pantallas? Dos o tres libros en papel. La tecnología, solo la suficiente para no aislarme.

¿Abandonó alguna traducción por imposible? No. Una vez rechacé una porque no me caía bien el autor.

¿En cuántos idiomas lee? En los que sé: español, francés, inglés y árabe. Y aunque conozca el idioma original, a veces leo traducciones de compañeros de profesión, para aprender.

Dice Robert Frost: “Poesía es eso que se pierde en la traducción”. Y un excelente traductor que ya no está entre nosotros, Miguel Martínez Lage, dijo: “Poesía es aquello que persiste intacto al traducirla”.

Sueña con traducir... poesía.

¿Ve películas dobladas? No. Pero necesito los subtítulos, y ahora están muy bien traducidos.

Si no fuera lo que es, ¿qué le gustaría ser? Escritora. A los traductores se nos reconoce el estatus de autores, pero no nos enfrentamos al temible desafío de la página en blanco.

¿Qué está socialmente sobrevalorado? Lo último en todo, la velocidad, el ruido, la fama.

¿Qué encargo no aceptaría jamás? Obras de integristas, machistas, fascistas, racistas. Porque me gusta disfrutar con lo que traduzco.

¿También lee por placer? Sobre todo por placer. Cuando reviso la versión final, leo por obligación obras originales en español, de temática parecida a lo que estoy traduciendo, para inspirarme, y también es un placer.

¿Qué está leyendo? Berta Isla, de Javier Marías; El mundo de ayer, de Stefan Zweig (relectura); y Lo que dejaste, de Sharon Smith (viuda de un gran pintor tangerino, José Hernández).

Si los traductores del mundo se unieran…y decidiéramos, un solo día, no traducir hasta que se valore nuestro trabajo, sería el apocalipsis de la cultura... Por ello, los premios importan; creo que más que en otras profesiones. Son un instante de reconocimiento para todos nosotros.

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