¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
El regreso de The Dream Syndicate y Luna con dos potentes álbumes redimensiona el historial de dos bandas comparadas exageradamente con The Velvet Underground
El regreso de dos bandas históricas, que retoman su actividad discográfica donde la dejaron al separarse, anima a cuestionar antiguas certezas y revisar olvidadas sensaciones. Tanto los californianos The Dream Syndicate, activos en los años ochenta, como los neoyorquinos Luna, que brillaron en los noventa, volvieron hace unos años gracias en parte a sendas giras españolas. En el rock, el pasado cotiza más que el efímero presente, pero una cosa es revivirlo sobre las tablas, otra aportar nuevas creaciones que no desvirtúen tu legado.
En principio se comparó a ambos conjuntos con The Velvet Underground; dicha conexión parecía exagerada cuando no desafortunada. Se cuentan por centenares los músicos que han voceado esa deuda con la influyente leyenda neoyorquina, pero ni en un solo caso los presuntos herederos igualaron la transgresora originalidad del invento de Lou Reed y John Cale, ni por supuesto llegaron a sonar como ellos. Un fenómeno natural que vulnera las convenciones de su época no puede clonarse; en el trasunto siempre sale otra cosa, a menudo más exitosa comercialmente.
Vino y rosas
Cuando The Dream Syndicate publican su álbum debut, The Days of Wine and Roses (1982), el rock recobra poderes ancestrales y encuentra una nueva audiencia. Mejor elepé del año según las emisoras universitarias, inspiraría a R.E.M. y Kurt Cobain, entre muchos otros, mientras la rasposa verdad de 'Tell Me When It's Over' o 'When You Smile' se expandía en la refriega eléctrica de Halloween. Tras el fracaso de un segundo trabajo, The Medicine Show (1984), la banda pierde el toque áspero y deriva hacia un sonido de raigambre psicodélica y letras urdidas por el lector de novela negra Steve Wynn.
Steve Wynn y el onírico sindicato grabaron sus primeras canciones en tiempos del naciente tecno-pop, buscando un efecto urbano de cadencias subterráneas y ácidas guitarras. La rugosa austeridad y el aliento literario, la solvencia del guitarra solista Karl Precoda y una sección rítmica minimalista —la bajista Kendra Smith y el batería Dennis Duck— motivan la comparación con unos Velvet que, en aquel 1982, transitan desde las cubetas de saldos donde les relegó el olvido a la entronización como tótem cultural. Sin embargo, The Dream Syndicate eran vecinos de Los Ángeles, donde lideraron un renacimiento psicodélico regional, Paisley Underground.
Plenilunio canónico
En su tercer álbum con Luna, Dean Wareham dejaba definitivamente atrás las apreciadas ensoñaciones, entre eléctricas y líricas, del trío Galaxie 500, con el que había debutado a finales de los ochenta. Si junto a Damon Krukowski y Naomi Yang habían sentado las bases del indie, con Penthouse (1995) su pragmatismo estético alcanza la plenitud comercial: compone material esencial como 'Chinatown', 'Lost in Space' o '23 Minutes in Brussels', cuenta con el batería de los Feelies y el virtuoso bajista Justin Harwood, y el guitarra solista Sean Eden cuaja perfectamente en el sonido lunático. Les avaló su héroe Tom Verlaine.
El potente álbum con el que inesperadamente regresan, How Did I Find Myself Here? (Anti Records), elaborado por tres miembros históricos y el guitarrista Jason Victor, atruena como si hubiesen liberado a sus almas juveniles tras un cuarto de siglo encadenadas. Denso y efusivo, sí, pero tan comparable a los frugales orígenes del grupo como a la trayectoria en solitario de Wynn, figura de culto que ha probado de todo —enjundia de cantautor, firmeza de rockero— para sobrevivir durante décadas en el circuito de clubes. Hasta que el revival llamó a su puerta.
El símil Velvet resulta absurdo a estas alturas, salvo quizás por el telúrico metrónomo, la átona expresividad de la voz y los 11 minutos del tema titular, plasmación de una crisis personal de madurez y a la vez de la actual tragedia de los refugiados. ¿Podemos afirmar que son los mismos Dream Syndicate de antaño? Filter Me Through recuerda a sus inicios, Like Mary proviene de un antiguo esbozo y recuperan la voz de la bajista original en Kendra’s Dream, pero todavía no es posible viajar al pasado. Añoramos un sonido emotivamente recordado, aunque el dichoso ahora se niegue a producirlo: los instrumentistas saben más, la tecnología y el entorno son otros, las personas implicadas han envejecido. También sus oyentes.
Idéntico razonamiento puede aplicarse a Luna, cuya estrategia de retorno pasa por publicar un álbum de versiones largamente retrasado — siempre mostraron buen gusto, releyendo en su día a Gainsbourg o Nilsson— y al mismo tiempo un EP con temas instrumentales. ¿Se habrá secado el fino letrista Dean Wareham? Aunque así fuese, lo que propone A Sentimental Education (Pledge Music) sorprende y redimensiona su historial. Reniegan del elitismo indie al adaptar piezas de Yes o Fleetwood Mac, y cuando citan a los Velvet —de quienes fueron teloneros en 1993 durante su gira de reunión, aunque sus semejanzas se antojasen superficiales—, lo hacen con una rareza compuesta por Doug Yule. Del repertorio de Bowie, The Cure y Rolling Stones, seleccionan ignotas viñetas nostálgicas.
Este astuto eclecticismo, que Wareham y el fogoso Sean Eden funden en un exquisito solaz de guitarras eléctricas, acierta plenamente en gloriosas adaptaciones de Most of the Time, de Dylan, y Car Wash Hair, de Mercury Rev. Por su parte, los seis temas instrumentales de A Place of Greater Safety completan una operación rescate desigual, aunque resuelta con frescura. Que esta lozanía pueda sonar impostada es ley de vida; el reloj no se detiene para nadie. Y menos en el rock, cuya inmediatez de espíritu siempre le condenó a pronta caducidad. ¿Será por eso que tantos insisten en volver?
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