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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Pura magia’, sin emoción pero con un jurado atinado

Los jueces, lo mejor de un programa en manos de titubeantes talentos

Tomàs Delclós
El jurado de 'Pura magia'.
El jurado de 'Pura magia'.

Resultó muy precipitado y sorprendente que el concurso de talentos Pura magia, que ayer estrenaba TVE, empezara con una expulsión. Si no querían que hubiera 13 concursantes, por aquello del gato negro, con seleccionar 12 o 14 se habría resuelto. Pero contemplar a una tropa poco conocida de magos jóvenes expulsando al mago más abuelo sin otra pista sobre sus motivos que la edad del elegido fue una mala manera de empezar. Eso sí, a los pocos minutos de programa ya había alguien llorando, escena inevitable del género pero que se adelantó excesivamente porque el espectador no tenía suficientes datos para comprender aquellas lágrimas.

Pura magia, como concurso de talentos con academia, ese primer día, ofreció dos grandes debilidades. En la academia no ocurrió nada que mereciera la pena verse y la parafernalia de plató evidencia un presupuesto más ajustado que el de sus congéneres y competidores. A pesar de ser en diferido, hubo alguna dejadez en el montaje, en la narrativa del evento, que transcurrió sin llegar a comunicar emoción.

Todo se basó en la sucesiva actuación de los concursantes lo que dejó el programa en manos de doce debutantes con sus titubeos, sus errores teatrales, de ritmo. Unos defectos lógicos en unos artistas que llegan al programa sin tenerlo todo aprendido, para eso hay una academia (absolutamente opaca este martes), pero que penaliza lo que de espectáculo tiene Pura magia. Lo mejor, de lejos, los comentarios del jurado. Pura magia, particularmente Anthony Blake, demuestra que se puede ser riguroso sin necesidad de insultar o humillar. A pesar de no poder entrar en cuestiones técnicas sobre el truco —un andamiaje que no debe absorber la atención del buen espectador, que acude a dejarse engañar, cómplice del mago—, el jurado prodigó comentarios sensatos, atinados. Sorprendió que todavía tuvieran que dar consejos elementales que son del primer capítulo de la didáctica de la magia. Por ejemplo, que el mago no debe nunca decir lo que realmente va a hacer. Por cierto, el jurado tiene intervenciones muy pertinentes, pero se le dedican demasiados planos mientras el mago o la maga actúa, lo que da una sensación de entrometimiento e interrupción. En cualquier caso, esperemos que los concursantes aprendan rápido porque ellos y su magia —no los lloriqueos en el backstage— han de ser la buena apuesta del programa.

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