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arte

¿Qué une al románico y al fútbol americano?

Adrià Julià presenta en Barcelona una magnífica obra sobre la explotación del patrimonio y su impacto en la cultura popular

Instalación de Adrià Julià en la Fundación Miró de Barcelona.
Instalación de Adrià Julià en la Fundación Miró de Barcelona.Pere Pratdesaba / fundación miró

Hay veces que en los pequeños espacios y en el pulso rápido del ensayo aparecen las mejores propuestas de los artistas. Ocurre en el Espai 13 de la Fundación Miró, el mejor laboratorio de Barcelona desde que, hace 25 años, puso en valor la idea de experimentación y los primeros pasos. Su gran acierto, todavía hoy, es ser una diáspora dentro de su propio epicentro y apostar por la diseminación de manera cíclica, insistente.

Ocurre ahora con Adrià Julià (Barcelona, 1974), que presenta la magnífica instalación Hot Iron al hilo del ciclo Un pie fuera. Expediciones y diásporas, comisariado por Jordi Antas. La premisa es hablar de cuestiones de pertenencia y ruptura, una dicotomía que Julià examina desde varios puntos de partida, buscando interconexiones y disparando diferentes lecturas.

En Hot Iron tira de muchas capas y referencias a partir de tres líneas de investigación: la venta de pinturas románicas catalanas a colecciones norteamericanas a principios del siglo XX, la implantación del fútbol americano en Barcelona, casi un siglo después, y un archivo fotográfico de iglesias románicas catalanas de su abuelo, nunca visto fuera de su contexto familiar.

El artista plantea un relato sobre la idea de trasvase y el efecto de las relaciones económicas y culturales en la idea de importación y exportación

El punto de partida es ese homenaje al álbum fotográfico de Ramon Julià Alemany, aunque la historia pronto se llena de ecos y fechas: 1917, y una carta de Gustavus T. Kirby de la American Art Association sobre el interés comercial de obras románicas, conservada en el Arxiu de Barcelona. También 1921, y una habitación, la 69 del hotel Savoy de Nueva York, donde se hizo la transacción por el ábside de la capilla de Santa Maria del Mur, comprado por el Museum of Fine Arts de Boston. En 1991 se funda el equipo de los Barcelona Dragons, que jugó su último partido en 2003, y que fue un experimento realizado por empresarios catalanes por impulsar un deporte minoritario en Europa, como es el fútbol americano. En ambos casos, en el traspaso de los frescos de las iglesias románicas y del deporte, el artista se plantea hasta qué punto la explotación del territorio y el patrimonio afectan a otros ámbitos de la cultura y el imaginario popular.

Este imbricado juego de relaciones plantea un relato expandido sobre la idea de trasvase y el efecto que causan las relaciones económicas y culturales en la idea de importación y exportación. Adrià Julià lo hace, además, siguiendo su sello distintivo: una supuesta objetividad documental que siempre pone en diálogo hechos aparentemente inconexos. Hay más instrumental clásico del artista: la inmediatez, la memoria, la resistencia, la erosión… Y el cine. Siempre le ha interesado como algo tridimensional, en tanto que construcción de una imagen: el recorte de la escena, el encuadre y la posición de la cámara, la relación de ésta con el personaje, el objeto, el paisaje y el sonido. El momento es real, pero produce una ficción que, a su vez, ocasiona otra experiencia real, tanto individual como colectiva.

Adrià Julià. ‘Hot Iron’. Espai 13 de la Fundación Joan Miró. Barcelona. Hasta el 2 de julio.

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