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La Sexta
Columna
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‘La isla’, sufrimiento real

El programa se aleja de otros formatos de supervivencia que ya solo son espectáculo

Álvaro P. Ruiz de Elvira
‘La isla’
‘La isla’

Tiene algo ver sufrir a otra gente en programas de supervivencia que atrae. Quizá es puro morbo (aunque aquí no es el caso) o igual es pensar si uno sería capaz de hacer lo mismo que los sufridores están haciendo en la pantalla. En el caso de La isla (La Sexta), aguantar un mes sin apenas comida ni bebida (la que encuentren en la selva), a más de 35 grados en un ambiente húmedo, sin contacto con el exterior y aguantando-conviviendo-haciendo amigos-odiando a otros 13 desconocidos. Y como única motivación, la satisfacción de superar la prueba. Sin premio material al final, que, reconozcámoslo ya, a muchos ayudaría a superar el trance.

Y, sobre todo, sin la posibilidad de luego hacer carrera en los platós diciendo tonterías, hacerse una pseudoestrella televisiva y acabar participando en otros durísimos y exigentísimos programas como Gran Hermano VIP. Y sí, esto último es lo mejor de La isla. Los participantes, que no concursantes, están ahí para vivir la experiencia, para ver si son capaces de salir de su entorno, de olvidar las comodidades, de trabajar en equipo, de transigir, de liderar, ¡de matar una serpiente y comérsela! Pero hay algo que chirría, pese a que desde Atresmedia y la productora lo justifican como que el formato original británico comprado era así, y es que solo son hombres. Prometen futuras ediciones de solo mujeres, ediciones mixtas e incluso con famosos (que no, que eso ya existe y hay más que suficiente). Pero rechina igualmente.

La isla tiene a su favor que los participantes se graban a sí mismos, que el experimento es casi real por ello ya que el contacto con el exterior es mínimo. No hay conexiones en directo con un presentador, no hay que superar pruebas, no hay que apuntar a un compañero para ver si le echan. Y también cómo está contada la historia, con un montaje sobrio, sin dramatizaciones en su banda sonora, que, por lo visto en el primer capítulo (de ocho), no trata de favorecer a unos y envilecer a otros. El inicio es prometedor, y a ello ayuda también la elección de los 14 participantes, muchos de ellos con personalidad suficiente para que el programa sea interesante.  “No hay playa para tomar el sol”, dice uno de los aventureros al llegar a la isla. No, han venido a sufrir, a ponerse a prueba y a demostrarnos a los espectadores que no seríamos capaces de hacer algo así. Aunque tampoco es que haga falta hacerlo.

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