Maestros
El martes la televisión tuvo dos epicentros: cocina y corrupción, conceptos que en ocasiones se cruzan
El martes televisivo tuvo dos epicentros: cocina y corrupción, conceptos que en ocasiones se cruzan. La 1 emitió uno de sus programas de mayor aceptación, MasterChef 5, y todos los informativos estaban trufados de escándalos de corrupción. Las intersecciónes habría que buscarlas en el número de tratos y contratos que se realizan en restaurantes de tres estrellas Michelín.
El concurso gastronómico se consolida como una de las joyas de la corona de TVE hasta el punto de que ya se promociona en los telediarios y se emite en domingo y martes. De seguir así los redactores deberían adoptar los delantales como uniforme de trabajo. De alguna manera habrá que ganar la audiencia que pierden los boletines oficiales de Génova.
No fue mala idea que para la primera prueba del concurso se eligiera un despliegue de casquería. Cocinar con las entrañas de un animal o con los considerados despojos, morro, careta, orejas, lengua, patas, etcétera, encajaba perfectamente con unos informativos repletos de sinvergüenzas, escuchas telefónicas y bocazas. Los jueces entraban en las entrañas de la financiación irregular, los contratos amañados y las comisiones escandalosas con la misma determinación que los concursantes preparaban sus platos.
Quiso el destino que los dos expulsados de sus respectivos paraísos el pasado martes fueran barceloneses. Salva, peluquero de 50 años, y Jordi Pujol Ferrusola, Junior, empresario de 59 años y miembro de esa familia von Trapp de las ingenierías financieras que en Cataluña adoptaron el apellido Pujol. En honor a la verdad habrá que decir que Salva se fue agradeciendo la experiencia mientras que Junior no dijo nada aunque, eso sí, los informativos recordaron las amenazantes palabras del patriarca en el Parlament: "Si vas segando una parte de una rama, al final cae toda la rama y los nidos que hay en ella, y después caen todas las demás ramas", referencia agrícola adecuada para reafirmar la nueva vocación de Lluis Llach, el otrora sensible bardo: capataz de plantación de funcionarios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.