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Columna
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Más Angélicas

Hay que aventurarse con espacios que estimulen el pensamiento y el interés por la cultura

Juan Jesús Aznárez

Las cadenas privadas no tienen por qué ocuparse de la cultura porque ya se encarga Telecinco con su Sálvame de andar por casa y el de lujo para la audiencias exigentes, pero si ocurriera un milagro nos desayunaríamos algún día con los canales generalistas retrasmitiendo en directo los exorcismos autobiográficos de Angélica Lindell y el documental del cineasta Manuel Fernández-Valdés sobre la intimidad de una de nuestras dramaturgas más internacionales. No soy de mucho teatro, y me oculto con una capucha cuando voy al cine con un cuenco de palomitas, pero de vez en cuando me gusta pensar y los eructos existenciales de Lindell son salutíferos.

Cuando Fernández-Valdés la descubrió tuvo la sensación de presenciar el ritual de sacrificio de una mujer en trance, una exhibicionista sin pudor, una suerte de enloquecida que provocaba compasión y terror. La filmó durante sus ensayos y el resultado fue Ángelica (una Tragedia): una joya la película y una joya su protagonista, que dice cosas como esta: “nos volvemos cada vez más viejos, repulsivos y deprimentes, pero necesitamos ser amados. Lo único que tenemos que decidir es hasta dónde estamos dispuestos a humillarnos. A cierta edad se sustituye la capacidad de esperanza por la capacidad de humillación”. Cómo no volveré a cumplir los cincuenta y he sido un atleta, la reflexión me afectó mucho.

La gente se acerca poco a la cultura porque no se crea la necesidad de consumirla, acertó Cayetana Guillén Cuervo, presentadora de ¡Atención Obras!, en La 2, centrado en las artes escénicas y plásticas. Si ocurriera el milagro, alguien nos sorprenderían con más Angélicas. No se trata de emitir el manual de instrucciones de Joyce sino de aventurarse con espacios que estimulen el pensamiento y el interés por la cultura, y aticen con ella a los padres de la tangana futbolística y a las medianías que embisten contra todo aquello que no les cabe en la cabeza, según el contrastado aserto de Machado.

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