Manuel Arroyo-Stephens: “España apenas ha aportado nada a la cultura europea”
El fundador de la editorial Turner reedita su libelo contra los franceses
Manuel Arroyo Stephens (1945), escritor, fundador de la editorial y de la librería Turner, padre de dos hijas, librepensador y cosmopolita, reedita su genial libelo contra los franceses: un ejercicio de ingenio, erudición e imaginación. El título es más que significativo: Contra los franceses o sobre la nefasta influencia que la cultura francesa ha ejercido en los países que le son vecinos, y especialmente en España. Libelo.
Pregunta. Hace un año se editó en francés el libelo contra los franceses y acaba de reeditarse en España, ambos con portada de Barceló. Tanto Exils en Francia como Elba aquí son editoriales pequeñas, ¿qué opinión le merecen?
Respuesta. A mí siempre me han gustado las editoriales pequeñas —de hecho yo era un editor pequeño— porque son editoriales hechas con más libertad, con más cariño por los libros, con menos condicionamientos económicos, menos necesidad de promoción. Estas dos son especialmente pequeñas porque las lleva una sola persona.
Arroyo insiste en que su libelo "está hecho para entretener, divertir y si es posible hacer pensar al que lo lee. No hay que tomárselo al pie de la letra, es un poco una gamberrada, una provocación, un sarcasmo, una ironía porque la cultura francesa en general tiene poco que ver con el libelo. Francia ha sido y es todavía uno de los pilares de la cultura europea en todas las disciplinas y el libelo es una burla tanto de los franceses como de los españoles”.
P. En el libro escribe que "siendo el español un pueblo con una innata inclinación por la barbarie... la cultura italiana obró milagros"...
R. La influencia de Italia, sobre todo en la cultura española pero en general en toda la cultura europea, fue decisiva y sigue siendo muy importante porque la cultura del Renacimiento es la cultura básica, además de la griega y la romana. Italia ha tenido siempre grandes artistas, pensadores y científicos. Científicos quizá menos y se achaca a la condena de Galileo que frenó muchísimo el desarrollo de la ciencia en Italia, pero en todas las demás disciplinas siempre ha estado en la vanguardia. Las aportaciones que España ha hecho en literatura a la cultura europea fueron todas antes del siglo XVII: el Lazarillo, la Celestina, Don Quijote, Don Juan, Segismundo. Luego no hubo más. En pintura sí, hasta Velázquez y luego Goya, que es como una excepción porque no es tanto la pintura española sino Goya, y lo mismo con Picasso, aunque en el siglo XX hubo seis u ocho artistas de importancia universal, Salvador Dalí, Juan Gris, Joan Miró, Julio González... Pero en las otras disciplinas España apenas ha aportado nada. En medicina hay otro caso tan excepcional como el de Goya que es el de Ramón y Cajal. En egiptología no hay nada, nuestro gran egiptólogo era Terenci Moix.
P. El último capítulo, Náusea, es una crítica feroz a un pensamiento de moda del siglo XX.
R. El último capítulo es donde cargo más las tintas, en cierta forma es el más caricaturesco. La cultura francesa desde los años cuarenta hasta los ochenta, noventa, fue la cultura literaria y filosófica en Europa. Pero no la cultura francesa en general, sino lo peor de una forma de pensar derivada de Heidegger, según creo yo, e influenciada por el marxismo y también por Sigmund Freud. Es una mezcla de todo ello en la que el pensamiento científico está totalmente al margen. Han sido unos charlatanes terribles, muy hábiles, claro, pero refleja un problema más hondo que es no sé si la incapacidad pero sí la falta de interés de los franceses por pensar sin teoría; o sea, elaboran una teoría y siempre lo encajan todo en esa teoría. Por ejemplo, interpretan la literatura como Freud siguiendo las ideas de Marx. Pero lo terrible es que las teorías de Freud son un fraude. Ya sea un descubrimiento, una interpretación científica, es casi siempre imposible pasarlo a la literatura, a otro género, a otra disciplina. Donde Freud ha tenido más influencia —porque no ha tenido casi en Inglaterra y poquísima en Alemania— ha sido en Argentina y en Francia, lo cual es muy significativo y no dice nada bueno de estos países. Argentina tenía todo para ser un país desarrollado, equilibrado, rico y justo, y gracias a Freud se han hecho todos psicoanalistas pero han llevado el país al desastre. La culpa es de Freud, claro, de Freud y de Perón a partes iguales. Todos los argentinos se psicoanalizan y el 80% de los hombres se hace operaciones de estética, el psicoanálisis les ha llevado a la dermoestética.
P. ¿Fue víctima de mayo del 68?
R. No, a mí no me afectó mucho porque me caía un poco lejano. Yo estaba estudiando derecho y economía y, en vez de leer toda esa literatura y esa filosofía, estaba estudiando el código civil y la introducción a la economía de Samuelson, que, creía, tenía que ver más con la realidad que los sucesos de mayo, que me parecían infantiloides y ridículos. Estaban pasando cosas terribles como la invasión de Checoslovaquia, la guerra de Vietnam, y eso sí me parecía importante, grave y que merecía la pena estar atento, seguirlo. Aquellas majaderías como la de que debajo de los adoquines estaba la playa me parecían bromas de niño de colegio que no ha entendido qué es el dadaísmo.
P. ¿Existencialista en algún momento?
R. Nunca, todavía no.
P. ¿Se considera un afrancesado?
R. No. Bueno, afrancesados en España en determinado momento eran los liberales. No, no tengo cultura francesa para nada. He leído muchos autores y me gustan mucho, muchísimo. Los autores que precisamente no menciono en el libelo son los que me gustan, porque ya digo al final del libelo que todo lo que tiene verdadero valor se ha dejado fuera y lo que se ha metido está obviamente muy caricaturizado. Una cosa es hacer un libelo y otra es ser tonto. Quiero decir, no me considero tan tonto para que no me guste lo bueno.
P. Aunque critica la intromisión del estado en el arte, no hubiera venido mal tener un ministerio de promoción cultural como en Francia que hubiera organizado un digno homenaje a Cervantes.
Los franceses han sido unos charlatanes terribles, muy hábiles
R. Dado cómo es la clase política, lo mejor es que no intervenga absolutamente para nada. No saben hacer nada, no saben regular el sector eléctrico, el bancario, ni nada que dependa de ellos, la educación, la justicia. Sólo les interesa el año Cervantes para su protagonismo en los medios. Que se hiciese una sociedad estatal de conmemoraciones culturales con un gran presupuesto ya indicaba que iba a servir como promoción de los políticos. No importaba nada la cultura en sí, sino el rédito político que se le pudiera sacar a cada acto. En el caso del cuarto centenario de la publicación del Quijote en el año cinco, Zapatero lo explotó como pudo, con programas improvisados, ridículos, de los que no quedó nada y ahora ya no tienen ganas ni dinero. Y no tienen porque no les sirve políticamente.
P. El libelo elogia la individualidad, el arte, lo irracional pero también, con Descartes, el triunfo de la razón individual.
R. El libelo lo que sostiene en ese aspecto, no abiertamente pero sí está subyacente, es una defensa de una, llamemos, actitud romántica frente a una actitud académica, no clásica sino neoclásica. Y en ese aspecto sí es una reivindicación de un espíritu romántico, lo que pasa es que ya esos términos están tan usados, son tan difusos, tan difíciles de definir. Pero, bueno, en lo más básico se trata de eso.
P. ¿El Romanticismo alemán es bello aunque exagerado?
R. Los alemanes tienen una pasión perversa por lo absoluto, siempre se han desenvuelto bien en el mundo de lo que ellos denominan ideas, conceptos, son muy idealistas —llamémoslo así— y muy trascendentales, no tanto como los rusos, que tienen más alma que nadie, tienen un misticismo trascendentalista que está en casi toda la literatura rusa. Los ingleses han sido herederos del derecho consuetudinario romano y del sentido común. En el continente, y sobre todo en Alemania y en Francia, se ha ido más a lo que ellos llamaban fuente de la ley, la mente del legislador. En Inglaterra no existía el legislador, el legislador era la sociedad entera, y eso a los ingleses les ha creado una mentalidad, sobre todo desde el siglo XVII, y con esa mentalidad es con la que han hecho las grandes obras en todos los campos, no en el de la pintura, tampoco en la música, pero sí en el de la literatura y en el de todas las ciencias prácticamente.
P. Escribe que "el realismo constituye el fondo del alma nacional". ¿Qué mentalidad tiene España?
R. En España toda forma de pensamiento crítico y de libertad la mató la Inquisición, que se hizo para perseguir a los conversos pero que duró hasta 1834. La Inquisición fue la muerte espiritual de España porque todavía en el siglo XX no se habían traducido ninguno de los grandes libros que habían conformado la cultura europea, desde Montaigne a Newton. Si se hace una historia de la cultura de España a través de la imprenta, de las editoriales, te das cuenta de que, por ejemplo un dato que leí hace poco, en 1821 se editaron en Londres más libros que en todo el siglo XIX en España. Hubo algunas imprentas que de tarde en tarde hacían un libro pero no existía el mercado, no existían los lectores. La Inquisición creó una mentalidad y esa mentalidad se fue borrando un poco, sobre todo a partir de finales del siglo XIX y luego en el siglo XX, pero Franco supuso el mazazo más brutal sobre toda forma de pensamiento crítico. El grito de Millán Astray en la Universidad de Salamanca "Muera la inteligencia" es el más revelador de la actitud de las clases gobernantes. Fuimos desde "Vivan las cadenas" del siglo XIX a "Muera la inteligencia" en el XX.
P. En 2015 publicó Pisando ceniza, ahora se reedita el libelo. ¿Esta actividad literaria se debe a la lejanía del mundanal ruido? ¿A la madurez?
R. No, no es madurez, es vejez prematura. Publiqué el libelo en el año 80, en el 90 publiqué un libro en México, un relato que se llama Por tierra, luego publiqué otros dos libros o libritos también en México en los años 2002 y 2004, y el año pasado en el 2015 publiqué Pisando ceniza. O sea, he publicado cuatro libros, uno cada diez años. Yo creo que es suficiente.
P. ¿No está escribiendo ahora más?
R. Sí, sí, estoy escribiendo para publicar dentro de diez años. Va a ser un libro póstumo porque si me lleva diez años... pero como tampoco tengo lectores que me estén esperando, no tengo ninguna prisa.
P. Pisando ceniza se ha vendido muy bien y el libelo se agotó rápidamente en su día.
Franco supuso el mazazo más brutal sobre toda forma de pensamiento crítico.
R. Dentro del poco mercado que tiene este tipo de libros, se ha vendido muy bien porque se ha hecho una segunda edición, así además se pueden corregir las erratas de la primera.
P. ¿Y por qué los otros los publicó en México?
R. Para no llamar la atención. En México era como publicarlos en la inopia, simplemente me cansaba del libro, lo publicaba y me libraba de él, era la única forma de olvidarme.
P. ¿Le daba pudor?
R. No, pudor tampoco. Podía haberlos publicado yo mismo con un seudónimo. Era desinterés. Puedes publicar un libro por muchas razones, pero yo no encontré ninguna.
P. Los artistas franceses, "a pesar de los burdeles, drogas y paraísos exóticos, no consiguen librarse de la gramática". ¿Qué tienen que ver las drogas con los artistas?
R. Siempre ha habido una relación estrecha entre los creadores, artistas… y cualquier forma de intoxicación. El problema de fondo es por qué se necesitan intoxicar. No sé exactamente por qué, hay muchas razones, pero realmente esos intoxicantes actúan como estimulantes y como desinhibidores y en cuanto que estimulantes y desinhibidores facilitan un poco —esa es la explicación que yo encuentro— la creación artística aunque no en todas las personas. Pero son cosas culturales muy raras. En EE UU hay generaciones muy alcohólicas y otras abstemias que hacen vidas convencionales. Antes las drogas estaban restringidas a esos grupos. El cambio más grande es que han pasado a toda la población, se ha generalizado el uso. Pero yo no veo razones únicas en todo, hay razones múltiples y muy personales porque siempre generalizar es decir tonterías. Lo que pasa es que no tenemos más remedio que generalizar porque si no, no podríamos hablar casi.
P. También el hombre tiene necesidad de variar su percepción de las cosas, de evadirse de sí mismo, uno se aburre de sí mismo.
R. Yo, por ejemplo, me aburro muchísimo de mí mismo, estoy deseando cambiar de carácter y no me llega el momento. Lo que espero es no aburrir tanto a los demás como yo me aburro a mí mismo. Cuando estoy deprimido a veces salgo a la calle o a ver a un amigo, pero si estoy deprimente me quedo en casa, esa es mi norma.
P. ¿Por qué su casa figura como "Ermitaño 7" en el mapa de su compañía eléctrica?
R. Porque era una zona de ermitas y, como no hay calles, Iberdrola ponía números. Hay unas ruinas de una ermita que están por encima de mí, pero había docenas desde el siglo XVI y han desaparecido casi todas. Estas dos que quedan son del XIX. El monasterio del Escorial debía generar mucho ermitaño. Lo que está fatal es el bosque de la Herrería porque no lo cuidan y una plaga está matando los robles. Que yo sepa en Alemania se combate mucho, pero aquí no, el bosque está abandonado y se está muriendo. Es una tragedia y además puede salir ardiendo. Han hecho un auditorio que costó miles y miles de millones y que está cerrado porque no tiene actividad, no hay dinero ni para pagar la luz, supongo, y, sin embargo, no han tenido uno, dos, tres millones para salvar el bosque de la Herrería, que es uno de los bosques históricos más importantes de la provincia de Madrid, el bosque que forma parte del monasterio del Escorial.
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