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El goce del gatuperio

Publicado en España 'Sobre las íes', de Gerardo Deniz, un libro de poemas que no hay que dejar escapar

Retrato de Gerardo Deniz
Retrato de Gerardo Deniz

Gerardo Deniz fue el seudónimo de Juan Almela Castell (Madrid, 1934-México, 2014), hijo de Juan Almela Meliá, quien fuera hijastro de Pablo Iglesias (la abuela del poeta fue compañera del fundador del PSOE desde 1893 hasta el final de sus días). La trayectoria de Deniz es similar a la de otro poeta hispanomexicano, Tomás Segovia: ambos llegaron a México en su infancia (Deniz, a los nueve años), ambos se ganaron la vida como traductores (Almela, sobre todo, de Claude Lévi-Strauss, para el FCE de México). A diferencia de Segovia, empero, Deniz apenas es conocido en su país natal, donde solo publicó un libro, el singularísimo Fosa escéptica (Ave del Paraíso, 2002). La antología Sobre las íes fue preparada por el autor para publicarse en España a principios del siglo, pero solo ve la luz ahora, en la Biblioteca de la Cátedra del Exilio: paradójico destino para una obra que rehuyó minuciosamente el testimonio, el lamento, el prestigio de la víctima, la herida de la historia (con excepción del último poema, ‘Patria’, producto de su única y tardía visita a España, y agregado al libro por los editores); salvo que todo eso se diera como forma y no como tema.

¿De qué trata, entonces, la poesía de Deniz? Parafraseando a Samuel Be­ckett (sobre Joyce): no trata de cosa alguna, es la cosa misma. Los títulos de sus libros son ya elocuentes: Gatuperio, Mansalva, Ton y son, Enroque, Grosso modo, Amor y Oxidente… Este último, que también da título a la primera de las cuatro secciones de Sobre las íes, es un juego a partir de un título clásico sobre poesía trovadoresca: El amor y Occidente, de Denis de Rougemont (la cercanía de este nombre con el del seudónimo aporta la clave). Al forzar la “cc” hacia una “x” (“Oxidente”), la palabra sugiere que en el amor, y en Occidente, hay algo ya oxidado, que solo el poema puede manifestar y devolver a una —aunque sea mínima— existencia prístina. Este trabajo elusivo y alusivo con la palabra, festivo pero no (solo) creado para la diversión, es el elemento generador: el idioma es una escala musical (la melomanía del poeta es explícita a cada página casi) y debe someterse a torsión para mostrar su oculto bagaje: “Tu jadeo incipiente era un guía tuerto, tartamudo; / yo tartasordo entre simplégades de sábado”. Y, en efecto, el poeta remunera la injusticia de la lengua, que se olvida del “tartasordo”.

Más información
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En ocasiones está cerca de Góngora (pero pasado por el simbolismo francés y el barroco americano de Lezama Lima): en las vocales cerradas de las “ciudades hindúes devoradas hace siglos” donde hay, aún, “rumor”; o en la melódica aliteración de muchos versos: “El alifrit está frito, nadie frota”. La palabra es a la vez plástica y opaca, y las referencias son innumerables y omnímodas, como un collage de toda clase de materias. Por ejemplo, el delirante homenaje a Sigmund Freud y a un episodio fundacional del psicoanálisis (‘La inyección de Irma’): muchas veces en Deniz, el poema es un teatro donde se representan escenas de una fantasía carnavalesca, surrealistas sin solemnidad, jocosas sin arrogancia.

Deniz hace hervir el idioma hacia un magma absorbente: cuando reunió su poesía completa, le puso como título Erdera, palabra del euskera que significa “lengua extranjera”: doble extrañeza. Con todo ese espesor intacto vuelve a España el pantagruélico Deniz; lectores inclinados a la poesía que pone en (gozosos) aprietos: se recomienda no dejarlo escapar.

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Autor: Gerardo Deniz.


Editorial: Biblioteca de la Cátedra del Exilio (2016).


Formato: tapa blanda (154 páginas).


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