¿Inspectores de policía o aficionados de prestigio? Presidentes a la greña
La formación y la profesionalización, las dos grandes preocupaciones del sector
José Luque es secretario de la Asociación Nacional de Presidentes de Plazas de Toros (ANPTE) y presidente de La Maestranza; José Luis Fernández Torres ya no está en activo en La Malagueta pero es el vicepresidente de la organización. El primero es juez, y el segundo, policía.
Justo Polo ocupa el palco de Las Ventas, ejerce como funcionario del Cuerpo Nacional de Policía y no pertenece a la asociación, pero sí Ildefonso del Olmo, presidente en Málaga, que es administrador de fincas; por su parte, el expresidente sevillano Francisco Teja, policía retirado, se dio de baja de la ANPTE el mismo día de su constitución por desacuerdos con su planteamiento inicial.
Un pequeño galimatías; pero hay algo más: los dos presidentes 'civiles' defienden que solo "aficionados de reconocido prestigio" deben subir a los palcos, justamente lo contrario de lo que opinan los funcionarios de Interior, que prefieren mantener en exclusiva una responsabilidad que ven seriamente amenazada. De hecho, en la asociación de presidentes, que reúne a más 200 integrantes, son mayoría aplastante los que no visten de uniforme.
Y la guinda del pastel: los presidentes Luque y Del Olmo lo son en virtud de haber superado el curso de Experto Universitario en Dirección de Espectáculos Taurinos, que impartía la UNED, y que la universidad ha suprimido de su plan de estudios. Solo ha durado cinco años: desde 2010 a 2014. Actualmente, es la propia asociación de presidentes la que dispone de un curso online que carece de validación académica.
La UNED ha suprimido el curso de ‘Experto universitario en dirección de espectáculos taurinos’
“La policía está ya fuera de los palcos; es absurdo que aún tenga ese privilegio en algunas plazas. Su estilo debe acabar ya. Hay policías que se comportan con un exceso de autoridad durante los reconocimientos. El espectáculo actual demanda otras formas”.
Así de tajante se muestra José Luque, que no entiende que la Comunidad de Madrid mantenga “injustificadamente” a inspectores de policía en el palco de Las Ventas. “Tarde a temprano”, añade, “desaparecerán los funcionarios; podrán permanecer las mismas personas, pero por aficionados y no por su condición de policías”.
Cumplir el reglamento no basta
“La policía está ya fuera de los palcos; es absurdo que aún tenga ese privilegio en algunas plazas”.
Ciertamente, el Reglamento Taurino Estatal, de 1996, por el que se rige Madrid, recoge en su artículo 38 que la presidencia corresponderá al Gobernador Civil, quien podrá delegar en un funcionario del Cuerpo Nacional de Policía; y añade en su apartado segundo que también podrá nombrar a personas de reconocida competencia e idóneas para la función. Por su parte, los reglamentos autonómicos de Navarra, País Vasco, Aragón, Andalucía y Castilla-León suprimen toda referencia a la figura del ya inexistente Gobernador Civil y la Policía, y se centran en la elección de aficionados en los que se valoren el conocimiento, la profesionalidad, la imparcialidad y la experiencia en materia taurina.
Pero surge, entonces, el problema del aprendizaje. Francisco Teja, policía retirado y expresidente de La Maestranza, lo explica así:
“No es suficiente con ser un buen aficionado. El presidente debe estar bien formado, y, para mí, la mejor, aparte de los cursos específicos, es la que se aprende de los compañeros en los equipos gubernativos. En el año 1979 entré como ‘botijero, -secretario de astas-; después, responsable de caballos, puyas y banderillas, secretario de actas, delegado gubernativo y presidente. Y siempre con el oído pegado a las enseñanzas de los que sabían”.
“Nadie ha dicho quién concede el título de aficionado de reconocido prestigio”
Los aficionados suben directamente del tendido al palco, sin esa ‘experiencia taurina’ que pasa por el desolladero, el patio de caballos, los corrales y el callejón, antes de tomar decisiones con los pañuelos. Hasta ahora, el curso de Experto Universitario en Dirección de Espectáculos Taurinos, impartido por la UNED era un aval para acceder a la presidencia. Desaparecida esta materia por decisión de la universidad a distancia, la elección se basa en el ‘reconocido prestigio’ del aficionado.
“No sé por qué ha desaparecido”, comenta el juez José Luque, “pero es una pena”. “Lo ideal es un curso oficial y prácticas que permitan hacer una carrera hasta llegar a plazas importantes; iniciar un camino hacia la profesionalización que incluya una regulación de la figura del presidente, pues realizamos un trabajo para la función pública”.
El expresidente malagueño Fernández Torres, miembro de la policía, lo tiene claro:
“El presidente ha cambiado porque se le conceden competencias de orden público a personas que no son policías, y eso es una barbaridad jurídica; por otra parte, nadie ha dicho quién concede el título de ‘aficionado de reconocido prestigio’, y, por último, aunque ha habido y hay malos presidentes-policías, creo que las presiones las soportan mejor quienes están preparados para vivir situaciones de violencia verbal”.
“Pero no quiero ser clasista”, aclara; “admito que cualquiera puede ser presidente siempre que sea buen aficionado, esté bien formado (y no elegido por ser amigo del político de turno) y todos estemos encuadrados en una organización colegial parecida a la de los árbitros de fútbol. O se hace así, o esto no tiene futuro”.
Justo Polo, también funcionario policial, está convencido de que los inspectores que presiden en Las Ventas “estamos suficientemente preparados”, y aunque dice no estar en contra de los aficionados, le parece muy acertado que el gobierno de la Comunidad decida que el palco madrileño deba ser ocupado por policías.
Aficionado sobre todo
El malagueño Ildefonso del Olmo comparte las tesis de Luque y afirma que “ante todo, el presidente debe ser un aficionado; si, además, es policía, pues muy bien, pero no comparto en absoluto la opinión de que hay que ser autoridad policial para ejercer como presidente”.
Los presidentes de plazas de toros no cobran, lo que es una garantía de independencia, en opinión de Luque. “Pero necesitamos una regulación”, insiste, “porque evitar el desamparo y la desprotección actual ante cualquier incidencia”.
Y tiene muy claro que la autoridad debe pervivir en el tiempo, en contra de lo que ha planteado el sector taurino en distintas ocasiones. “Sería un error”, aclara, “que la función del presidente se limitara al cambio de los tercios, porque es la presencia de la Administración la que legitima la fiesta. Si se queda solo el negocio taurino, vale todo: la edad o el peso del toro, que se pique o no, poner banderillas o no ponerlas… Y esa no es la fiesta que se ha reconocido como patrimonio cultural”.
Babelia
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