Escucha al colibrí
Lectura del último disco de Leonard Cohen, recién fallecido, a través de sus versos
"Dejo la mesa / Abandono la partida / No conozco a nadie / Todos me parecen la misma persona / Si alguna vez te amé / Es una pena / No recuerdo tu rostro / Ni tu nombre // No necesito un abogado / No necesito una demanda / No necesito un altar / Así que, apaga la vela / No quiero el perdón / Te dije que asumiría la culpa / No necesito una razón / Por lo que soy ahora”.
En 2014, Cohen me envió este texto que llevaba por título Hineni Alzheimer. En su última obra musical publicada, el poema del bardo se había transfigurado en dos composiciones: la primera, Leaving The Table: “Dejo la mesa / Abandono la partida / De esas personas que hay en tu foto / No conozco a nadie / Si alguna vez te amé / Es una pena / Si alguna vez te amé / Si supiera tu nombre… // No necesitas un abogado / No voy a reclamarte nada / No necesitas rendirte / No te estoy apuntando / No necesito una amante / La pobre bestia está mansa / No necesito una amante / Así que apaga la vela”.
La segunda canción —que da título al disco—, incluye varios de aquellos versos: “Si eres tú el que reparte las cartas / No entro en la partida / Si eres tú el curandero / Estoy cojo y hecho trizas / Si tuya es la gloria / Entonces la deshonra será mía / Lo quieres más oscuro / Apagamos la vela / Hineni, Hineni (Aquí estoy, aquí estoy) / Estoy preparado, Señor”.
Diez años atrás, encontramos en su Libro del anhelo, un poema titulado ‘Traveling Light (versión 31)’: “Viajo ligero / Así que Au Revoir / Añoraré mi corazón / Y mi guitarra // Es hermoso estar aquí / Tan lejos / No podía soportar / Otro día // No habrá canciones / Pero si las hubiera / Volvería a casa / Dios no lo quiera // Supongo que solo soy / Alguien que / Ha renunciado a ti y a mí // No estoy solo / He conocido a unos cuantos / Que también / Viajan ligeros”. Apenas diferencias reseñables con respecto a la canción. Eso sí, suena un bouzouki, probablemente un último homenaje musical griego a “la esposa de mi juventud”, la musa de So Long, Marianne, de la que el poeta se despidió el pasado mes de julio cuando supo que el último aliento de Marianne estaba cerca: “Bueno, Marianne, somos realmente viejos y nuestros cuerpos se están deshaciendo. Creo que te seguiré pronto. Has de saber que estoy tan cerca de ti que si estiras la mano, podrás coger la mía. Sabes que siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría, pero no hace falta que añada nada porque tú de sobras lo sabes. Ahora solo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Te envío mi amor infinito. Nos veremos pronto en el camino”.
El lunes 7 de noviembre, el alma de Leonard ascendió hacia los brazos de Marianne. En el disco, vemos un colibrí que sale volando desde una luminosa ventana hacia la oscuridad: “Escucha al colibrí / Cuyas alas no ves / Escucha al colibrí / No a mí”.
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