La Carne no es Triste
Ayer se estrenó en toda España el último filme de Pedro Almodóvar, 'Carne trémula', basado muy lejanamente en una novela de Ruth Rendell, con el que se clausurará el Festival de Cine de Nueva York. Expectación, polémica, habilidad en el lanzamiento, el ritual está servido. El autor del artículo no oculta su fascinación por la película
Carne trémula, la última película de Pedro Almodóvar, comienza con una set piece extraordinaria. Ya la veremos, pero antes déjenme decirles qué cosa es una set piece. Se trata de un fragmento con un tema prescrito, con el que se intenta crear un efecto impresionante. Es también un despliegue de fuegos de artificio. Aquí van varios ejemplos de set pieces extraordinarias, que pueden ser trágicas o cómicas.
Una set piece trágica es cuando la familia Edwards espera el regreso de Ethan Edwards (John Wayne) a su casa del oeste, en Centauros del desierto. Aquí John Ford se muestra un maestro. En vez del regreso de la guerra del héroe, la casa es asediada por indios tan invisibles como crueles, que matan a toda la familia y secuestran a la pequeña Debbie. La búsqueda de los secuestradores indios que se llevaron a Debbie es lo que es la película y la set piece es una breve narración, que contiene todos los elementos.
Una set piece cómica es la llegada de casi todo el mundo al camarote de Groucho en Una noche en la ópera, que se va llenando con cada personaje que llega al camarote. Desde donde Groucho pide al camarero una cena y uno de sus hermanos añade siempre: “Y dos huevos duros”. Finalmente, con el camarote en abarrote, llega Margaret Dumont, abre la puerta y casi la ahoga una avalancha de hombres y mujeres.
Una set piece de comedia musical es esa maravillosa secuencia en que Gene Kelly canta y baila bajo la lluvia en Singin' the Rain.
La set piece con que comienza Carne trémula es de orden dramático. La caracteristica de toda set piece es que puede contener a la película o puede estar contenida en sí misma. La set piece de Carne trémula puede servir a ambas funciones.
La función comienza con una enorme estrella de luces de Navidad al que un electricista repone una bombilla fundida. De pronto se oye un grito melodramático. ¿Una mujer asesinada? ¿Una violación desaforada? Pero el grito no es de muerte sino de vida.
Esta secuencia funciona como un heraldo del filme, no sólo por cómo está escrita y dirigida, sino porque está actuada con precisión social por Pilar Bardem, con su perenne cigarrillo poéticamente correcto y, sobre todo, por la tremenda actuación que nunca es tremendista de Penélope Cruz, en la mejor actuación femenina de la noche. Uno se queda con ganas de que para y no pare. Su belleza dramática es apenas opacada por la noche y el parto sangriento. Su inocencia es la de una virgen cuando rompe aguas y cree que se está orinando: la vida entra por entre sus piernas.
Pero en la siguiente, gran secuencia, en que Liberto Rabal, de inocente culpable, y Javier Bardem, de policía honesto, y el admirable Pepe Sancho, de policía violento, cornudo y descontento, el amor entra por los ojos, en que aparece, inesperado Cupido, en una escena que sería confusa si Almodóvar no hubiera adquirido el oficio seguro con que empezó La flor de mi secreto. Aquí van apareciendo los personajes que vienen a integrar un cuadrilàtero compuesto por dos triángulos inestables en una geometría de carne y de amór y de odio.
La bella Francesca Neri (memorable en Ivo il tardivo, en que era como una aparición) es una hippie de sociedad, toda pelos revueltos y ojos maquillados por la sombra de la muerte: es una drogómana sin remedio. Pero no hay nadie sin remedio en Carne trémula. Liberto, que deambula en bus por Madrid con su pase gratis al que la vida le cobrará todo su peaje dentro de poco. Está o cree que está enamorado de Francesca, con la que ha fornicado o no ha fornicado de pie o acostado, pero no en una cama. La acosa a ella por teléfono y enseguida aparece en su apartamento. Ella descubre que está en su casa con falsia y lo conmina a salir no sin antes herir su orgullo de macho integrado, desintegrado. La relación, que antes nunca existió, se convierte en un abrazo más de odio que de amor. Ella finalmente extrae un arma. Como se ve, aquellos polvos trajeron estos modos. Fue Chéjov quien recomendó que si un revólver aparece en el primer acto, hay que usarlo antes del acto final.
Es esta escena clave la que origina la tragedia y enlaza a todos los personajes en un plano dramático y viene muy al principio. Cuando ella lo rechaza, a Liberto, lo repudia, no sin que antes una vecina denuncie a la policía el alboroto y un disparo. Los policías (Javier Bardem y Pepe Sancho) intervienen y la bifurca entre Rabal y Neri se convierte en una trifulca con los policías y ocurre una pelea confusa. Sancho es violento y brutal, Bardem inteligente y conciliador y aquí parecen intervenir los hados. Bardem es mal herido y Liberto es puesto preso.
Antes, Almodóvar logra uno de esos milagros visuales que sólo ocurren en el cine. Mientras Bardem trata de liberar a Neri del abrazo ya nada erótico de Liberto, ella cruza por detrás y por delante de Bardem. Con una sutileza en la que se perdería un espectador habitual, Neri mira a Bardem mientras marcha en una deliberada cámara lenta: sus ojos en él, toda su mirada en él y sabemos que la mujer perdida ha encontrado el amor. Poco después ocurre el disparo fatal que es la intriga de una película. ¿De quién era el arma homicida? ¿Quién disparó? ¿Fue Neri una agente del destino? El lector tendrá que convertirse en espectador para saberlo.
Live Flesh (En carne viva), que Almodóvar ha titulado Carne trémula para convertir el nombre inglés en uno de sus títulos tan aptos, tan de pathos.
La carne en Almodóvar es siempre feliz, aun en Tacones lejanos es feliz. La apoteosis de la carne en el cine es, por supuesto, el acto sexual. Pero se realiza siempre como entre convulsiones y gimnasias. Tú abajo, yo arriba. Tú arriba, yo abajo. Ahora los dos arriba. Una de las causas de de que no vaya al cine a menudo son las escenas de sexo: tanto revuelo, tanto revuelto. Últimamente, les ha dado a los actores (o a los directores) por poner al hombre arriba, ocultando a la mujer. Esas nalgas de hombre casi me inducen a ir al baño, quitarme la ropa y quedarme desnudo ante el espejo. Por lo menos, como quería Groucho, me ahorro el dinero de la entrada.
Pero en Carne Almodóvar ha conseguido presentar los cuerpos desnudos de mujeres y de hombres y al mismo tiempo crear un diseño abstracto: no sólo las nalgas pierden toda identidad, sino que crean dunas y lomas y valles poblados por la carne tierna y el espectador —este espectador al menos— a la vez ve la carne abstracta. Aunque, hay que decirlo, los espléndidos senos de Francesca Neri son bien concretos en un flash que se hace flesh, carne rauda.
Ya Almodóvar debe de estar cansado de oír en cada estreno una frase que es un ritornello: “Es tu mejor película”. Pero, de veras, que Carne trémula es su mejor película. Dramáticamente más diversa, técnicamente más perfecta, Almodóvar se ha desprendido del humor que lo hizo famoso mundialmente en Mujeres al borde de un ataque de nervios y del grotesco que culminó en Kika. Con una mujer al borde del suicidio en La flor de mi secreto y ahora con Carne trémula se ha hecho como más serio, más señor de su técnica y capaz de sorprendernos. En La flor, en que lo sabe todo de las mujeres y a veces lo cuenta, Carne trémula, por el contrario, es una película en que los hombres dominan y las mujeres se dejan dominar. No es un filme feminista, pero tampoco es un drama machista. Los hombres conquistan aquí por su debilidad y en el caso de Bardem por su invalidez física y su ternura. Liberto es un perdedor nato: nació en un autobús, sin padre, hijo de una puta y una matrona fue su comadrona. Estaba destinado a perder siempre, pero la película se desenvuelve para su felicidad. Aquí Liberto Rabal es todo inocencia aunque se cree un ángel exterminador y Almodóvar utiliza muy bien su belleza virgen.
Bardem se muestra maestro en el rol de un inválido que es un hombre fuerte. Es en esta película que Bardem realiza toda su potencia de actor, manejando al parte física de su papel (una silla de ruedas, juegos de manos) con una agilidad en su invalidez que es conmovedora. Con su hosca belleza y su buena voz, Bardem está al borde de una carrera brillante, en España y fuera de España.
Pepe Sancho es el tercer hombre y su actuación es la más ardua y dura porque su personaje es duro y arduo. Con una cara que parece venir de la España medieval, uno esperaría que fuera uno de los infantes que acosan a Charlton Heston en El Cid, pero éste es un villano moderno. El es, de una manera a la vez anónima y epónima, el que inicia la tragedia con la invalidez de Bardem y la completa con el acoso trágico de su mujer, la siempre excelente Angela Molina. Ella es aquí una mujer madura pero no dura, en la que es su mejor aparición de los últimos tiempos: una actriz mimada por la cámara y amada por todos que como yo tienen no un ojo sino dos para las mujeres profundamente bellas.
Para aquellos que crean que he revelado el argumento quiero decirles que Carne trémula no es un thriller —aunque a veces lo parezca—. El pecado original está en la novela de Ruth Rendell que afortunadamente Almodóvar hace trizas con su arte diabólico. El sabe que un thriller no es más que otro nombre para el melodrama, ahora con acento en drama.
No hay dos relojes en el mundo que tengan la misma hora, según Einstein. No hay dos corazones que latan con igual ritmo, parece decir Almodóvar en su teoría de la pasión generalizada. La frase primera de la novela de Ruth Rendell rinde la evidencia inútil. Para Almodóvar hay más de un arma y todas hieren y lisian. Almodóvar hace que la tragedia tenga lugar en el vacío del vicio. No hay espectadores. Todo ocurre después de medianoche y sólo están presentes los protagonistas y los agonistas. Esta secuencia podría ser una de las set pieces que genera la trama y que ofrece uno de esos momentos del cine que justifican al cine y a la tecnología que lo produce. Esta breve escena está hecha de lo que está hecho el arte —y la vida—. El súbito amor entra por una cámara lenta.
Aparentemente en Italia los jóvenes no hablan ya más de posmodernismo, sino de factores más que humanos poshumanos. Para vivir en el futuro habrá que dejarse mutilar y usar y abusar de miembros artificiales. Bardem, cuya silla de ruedas se vuelve una extensión de su cuerpo, rechaza esta filosofia comportándose como un mutilado de la guerra de los celos y a la vez como un minusválido rehabilitado por el deporte y el amor, y ahí es donde se unen: en el sexo.
“La carne es triste”, dijo Mallarmé en un verso, para agregar: “y he leído todos los libros”. Yo no he visto todas las películas, pero en ella la carne es siempre alegre. Para justificarlo, Carne trémula termina en un ciclo de vida y de muerte y, ¿por qué no?, de carne alegre.
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