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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Intensidad

Con el mando de la televisión en la mano, se pudo comprobar que los españoles tienen una de las más sólidas fortalezas mentales imaginables

Ángel S. Harguindey

Si como le dijo a David Trueba un gasolinero "España debe ser uno de los países más ricos del mundo porque hace años que roban y todavía no se acabó el dinero", el pasado martes, con el mando de la televisión en la mano, se pudo comprobar que los españoles tienen una de las más sólidas fortalezas mentales imaginables. Asisistir a tanta intensidad y salir indemne está reservado sólo a los dioses.

Mientras los obispos de Alcalá de Henares y Getafe denunciaban la Ley de Protección Integral contra la LGTBIfobia que la Asamblea de Madrid había aprobado unánimamente, en Vilassar de Mar se celebraba el Water Park Day, uno de los actos del festival barcelonés de ocio gay Circuit, fiesta que dura 14 días y que se calcula que sus varias decenas de miles de asistentes dejan unos 150 millones de euros a la ciudad. Se podrá alegar que la Iglesia valora más la moral que el dinero: sólo hay que recordar que compraron la Mezquita de Córdoba por 30 cochinos euros.

En RTVE, la fortaleza mental reside en los comentaristas deportivos. Día a día el espectador asiste a unos prólogos eufóricos, un desarrollo del juego moderadamente voluntarista y un final mayoritariamente desastroso de nuestros representantes deportivos sin que les afecte lo más mínimo en esa especial confianza en la victoria que, al parecer, va con el sueldo.

Y en el ámbito de la política se asistió a la primera gran jugada de marketing de un partido político: la anunciada convocatoria de una declaración de Albert Rivera en la que se afirmaba se iban a tratar temas de importancia provocó una gran expectación, ocupando el lugar de honor de todos los informativos. Ley Electoral, corrupción, anuncio de fecha definitiva del debate de investidura...asuntos de relieve que fueron inmediatamente contratacados por la dura e irresuelta negociación de quién ocupará los ocho escaños que la antigua Convergència Democràtica de Catalunya ha dejado libres en la bancada central del hemiciclo.

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