Saturación
Repetir machaconamente nimiedades como que los líderes de Podemos y Ciudadanos han pedido una mesa más grande que en el primer debate no solo es obvio: es intrascendente
Que el programa de Jordi Évole, Salvados, se ha convertido en uno de los favoritos del domingo por la noche parece difícil de discutir. Que la autopromoción de la cadena con su programa estrella llega a niveles de saturación, también es indiscutible. Al Rojo Vivo, Más vale tarde y La Sexta Noche ofrecieron a la audiencia extractos del programa y entrevistas con el responsable del mismo. Cada cadena es muy dueña de elegir libremente lo que ofrece a sus espectadores, pero cuando se insiste tanto en el anuncio de uno de sus programas, la primera sensación que trasciende es la de que lo que prima es conseguir la mayor audiencia posible, muy por encima del interés informativo.
Repetir machaconamente nimiedades como que los líderes de Podemos y Ciudadanos han pedido una mesa más grande que en el primer debate que mantuvieron cara a cara meses atrás, o que ya no son tan compis como en el pasado no solo es obvio: es intrascendente. Lo curioso es que esos insignificantes detalles dan pie para que el presentador pida la opinión de los tertulianos, los cuales, lejos de soltar una carcajada, dejan constancia de la progresiva devaluación del término “analista”, momento en el que el responsable de las tertulias nos ofrece por enésima vez algún vídeo de Francisco Granados regañando desde la cárcel a los componentes de la comisión de investigación de la Comunidad de Madrid con la misma convicción que Jordi Pujol regañaba a los diputados del Parlamento catalán.
Las televisiones generalistas, por su parte, insisten en recordarnos que el día 10 comienza la campaña electoral. Por lo visto, las intervenciones, los mítines, debates, entrevistas y actos de los partidos en los que nos ofrecen chucherías por doquier, y que llevamos soportando más de cuatro meses, no eran parte de las campañas electorales; eran juegos florales. Ya lo dijo, y mejor, Enrique Santos Discépolo: “El que no llora, no mama, y el que no afana es un gil”.
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