Estafa
Estafan por sistema los fuertes y los débiles también se animan a engañar al prójimo
Hablo de televisión. La he visto y oído. Mis deberes están cumplidos. Oigo en la tele que el PP va a bajar los impuestos si gana. Y digo yo, que tendré derecho a partirme de asqueada risa. También cuentan que España va bien, porque ha bajado el paro. O sea, que a mogollón de gente van a explotarla hasta la náusea, con un sueldo grotesco y sin más futuro que de tres a seis meses cobrando una nómina. Y otra vez el miedo, la angustia, sentirse una mierda.
Y ya que he cumplido los deberes, paso a contar historias personales que me ocurren en un tiempo de canallas. Todos lo han sido, sospecho, pero ahora la legitimación es absoluta. Estafan por sistema los fuertes y los débiles también se animan a engañar al prójimo.
Puede ocurrir que alguien que vigila por la salud de tu cuerpo a precios astronómicos, te presente un presupuesto salvaje para curar tu maltrecho corazón (es un decir) y que estando tú consciente durante la operación también te saque el hígado, porque ha comprobado de repente que este también anda jodido, sin pedir tu consentimiento, presentándote una factura brutal por algo a lo que eras ajeno.
Y la ira estalla. Y tu impotencia. No sabes qué hacer cuando tu curación va a ser larga y tu salud está en manos del estafador. Pero salgo de esa clínica muy alterado y pillo un taxi. Un amigo taxista resulta que venía detrás de ese coche y me envía un mensaje contándome que mi conductor me ha colocado tarifa doble cuando es simple. Y los de las Páginas Amarillas vienen a tu casa, te cobran un pastón, y te dejan peor de lo que estaba el calentador de gas o el aire acondicionado. Y vale, que vuelvas a llamar. Acabo de meter un euro en una máquina y se lo traga sin darme nada. Puedes presentar tu queja y te lo devolverán. O compruebas que han metido tres copas de más en una factura de bar. Tiempo de canallas. Antes también. Ahora más.
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