Nocturno irlandés
Broggi vuelve a Barcelona con 'Els cors purs', una bella evocación irlandesa sobre textos de Joyce y Kessel, protagonizada por Borja Espinosa, Miranda Gas y Jacob Torres
1. Tras dos epics como Incendis (2012), de Wadji Mouawad, y L’orfe del clan dels Zhao (2014), de Ji Junxiang, Oriol Broggi ha vuelto al Romea con Els cors purs, un insólito y bellísimo espectáculo, entre oratorio y pieza de cámara, que combina el tercio final de Los muertos, de Joyce, y Mary de Cork, un cuento de juventud de Joseph Kessel. Hacía mucho tiempo que no escuchaba el nombre de Kessel, personaje legendario, nacido en Argentina, de familia judía y origen ruso, nacionalizado francés. Fue aviador durante la Gran Guerra y combatió de nuevo en la segunda, alistado en las Fuerzas Aéreas de la Francia Libre. Escribió con su sobrino, Maurice Druon, Le chant des partisans, el himno antinazi por excelencia, y destacó luego como gran reportero en Paris-Soir y estupendo novelista, responsable, entre muchas, de tres notables textos llevados al cine: Belle de Jour, que adaptó Buñuel; L’armée des ombres, de lo mejor que se ha escrito sobre la resistencia francesa, inspiración de la no menos impresionante película de Jean Pierre-Melville, y alcanzó su cumbre con Les cavaliers, aquí publicada por Destino (“Los jinetes”) y filmada por John Frankenheimer: los chicos de mi quinta solíamos leerla “en programa doble” con El enamorado de la Osa Mayor, de Sergiusz Piasecki, otra hermosa novela de aventuras.
'Els cors purs' es un espectáculo arriesgado con grandes dosis de fuerza lírica y una atmósfera muy bien conseguida
Els cors purs enlaza dos noches irlandesas. Broggi y Marc Artigau, responsables de la dramaturgia, han realizado una versión libre de Los muertos, el gran relato de Dublineses, que abre la función: son distintos los nombres de los personajes (solo se mantiene el de Michael Furey, el muchacho que murió en la nieve) y sucede en Cork, para unificar ambas historias. La atmósfera está admirablemente conseguida. Los tres intérpretes (Borja Espinosa, Miranda Gas y Jacob Torres) alternan la narración en tercera persona y encarnan a diversos personajes. Me emocionaron el discurso de Gabriel (aquí Gerald) durante la cena, a cargo de Torres, y la escena del matrimonio (interpretados por Torres y Gas), cuando ella evoca a su amor perdido. Hay un momento de literal elevación, que no describiré: baste decir que está muy cerca de los cuadros de Chagall. Y que es doblemente arriesgado, sobre todo porque supone una inesperadísima ruptura de tono. También es una preciosidad el famoso monólogo del marido que cierra la primera parte. La nieve está omnipresente por medio de una filigrana audiovisual a cargo de Francesc Isern: proyecciones de copos cayendo en la noche, que crean un espacio mágico, dilatado, casi alucinatorio, más allá del tiempo, con el estupendo apoyo de las luces diseñadas por Pep Barcons. Otro elemento capital de la atmósfera es la música: Els cors purs cuenta con una de las mejores bandas sonoras en directo que he escuchado en un teatro. Maravillosos músicos: Carles Pedragosa (piano y acordeón), Júlia Ribera (oboe, corno inglés y flauta), y Marc Serra (guitarra y banjo). Baladas irlandesas tradicionales, interpretadas por Miranda Gas con poderosa y delicadísima voz: las piezas estelares de esa primera parte son The Lass of Aughrim, popularizada por la película de Huston (The Dead), y Dainty Davy, donde le acompañan todos, y que suenan luego, creando una sensación de hipnótico bucle, en versiones instrumentales.
La segunda parte (sin intermedio) se centra en Mary de Cork, el relato de Kessel, traducido por Ramon Vila. Su tema es la escisión fratricida de los independentistas irlandeses. Art Beckett (Borja Espinosa), teniente de fusileros y partidario de Michael Collins (es decir, del pacto con los británicos) vuelve a Cork para ver de nuevo a su mujer, Mary (Miranda Gas), y a su hijo Gerald (Jacob Torres). El problema es que Mary, partidaria de Eamon De Valera, se ha echado al monte y lleva diez meses combatiendo con los republicanos rebeldes, de modo que el encuentro ha de llevarse a cabo con absoluto secreto y transcurre en dos espacios: el almacén trasero de un pub y el piso donde vivían Mary y su hijo. El esquema de la puesta es idéntico al de Els morts: la alternancia de narración en tercera y primera persona. Broggi fuerza la cuerda, a mi juicio, manteniendo una oscuridad casi absoluta durante la cita en el almacén: la escena se hace larga y creo que en gran medida se debe a esa negritud. La tensión vuelve a subir durante la cena familiar, que además cuenta con un añadido inusual pero de notable voltaje emotivo: Mary canta Wish You Were Here, el clásico de Pink Floyd, que encaja sorprendentemente con la situación. El doble remate es un crescendo muy bien modulado. Mientras Art y Mary se encaminan a su destino, los tres músicos (ahora con acordeón, banjo y flauta dulce) cantan la conmovedora Daglan Roud, famosa por la canónica versión de Luke Kelly, de The Dubliners, tras la que Borja Espinosa retoma y completa, a modo de elegía, el monólogo de la nieve de Joyce, esa nieve que “cae lenta como el descenso de la última puesta de sol sobre los vivos y los muertos”.
Una de las pegas: la búsqueda de un clima íntimo provoca que en algunos pasajes las voces pierdan nitidez
Además del exceso de oscuridad ya citado apuntaría dos pegas: la búsqueda de un clima íntimo (quizás hubiera funcionado mejor en la cripta de la Biblioteca de Cataluña, sede habitual de la compañía de Broggi) provoca que en algunos pasajes las voces pierdan nitidez. Esto le sucede a ratos a Jacob Torres y a Miranda Gas, curiosamente en la primera parte. Doblemente curioso en el caso de esta estupenda actriz, porque canta de maravilla, con gran fuerza y claridad, pero le falta mayor proyección cuando recita. Con todo, Els cors purs es un espectáculo, como decía al principio, tan bello como arriesgado, con grandes dosis de fuerza lírica.
2. También he visto y recomiendo otras funciones barcelonesas: Per un si o per un no, el clásico de Nathalie Sarraute, en la sala Muntaner, donde se lucen Lluís Soler y Manel Barceló a las órdenes de Ramon Simó; Pretty, una comedia ácida de Neil Labute (en la Villarroel), con no menos notables trabajos de Sara Espígul, Pau Roca, Joan Carreras, y Mariona Ribas, muy bien dirigidos por Marilia Samper, y una sorpresa en el off: el retorno de Ramon Colomina y su troupe (Silvia Genovés, Lu Colomina, Paloma Unzeta y Nahui Dominguez) con la deliciosa Desmontando al hombrecito, en Local 2 (Riereta 13), en el corazón del Raval.
Els cors purs. De James Joyce y Joseph Kessel. Teatro Romea (Barcelona). Dirección: Oriol Broggi. Intérpretes: Borja Espinosa, Miranda Gas, Jacob Torres. Hasta 19 de junio.
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