La televisión toma los hábitos
Cinco jóvenes afrontan la experiencia de vivir en un convento en el programa de Cuatro 'Quiero ser monja'
Renunciar a vestir su propia ropa, a utilizar maquillaje o al teléfono móvil han sido algunos de los sacrificios que más les ha costado afrontar a las participantes de Quiero ser monja, el nuevo docureality que Cuatro estrena el domingo a las 21:30. El programa muestra las experiencias de cinco chicas que han sentido la llamada para consagrar su vida a Dios y que se integran durante seis semanas en diversos conventos de tres congregaciones religiosas teniendo que llevar a cabo los trabajos que ello implica y manteniendo los votos de pobreza, castidad y obediencia.
"Lo pasé muy mal", cuenta María Fernanda, una joven chilena que reside en Mallorca desde hace diez años. Se define como "una persona real" que vivió una de las experiencias que más le han hecho sufrir y con la que, al mismo tiempo, más ha disfrutado. Ha reconocido que no le gustaba la idea de salir en la tele —sus amistades le insinuaban que se iba a hacer popular y que terminaría saliendo incluso en Sálvame— pero finalmente se decidió a participar. "Rezo para que esto sea para gloria de Dios".
Otra de las protagonistas, Juleysi, explica que en su caso cuando le llegó la propuesta del programa "no estaba tan cerca de Dios como antes". Tenía un novio llamado Alberto, pero la llamada interior para dedicar la vida a Dios aún estaba ahí, por lo que decidió que tenía que aprovechar la oportunidad para aclarar sus dudas. Al igual que sus compañeras, no se arrepiente de haber participado.
Las jóvenes, que tienen entre 20 y 23 años y proceden de entornos profundamente católicos, cuentan que tenían ideas preconcebidas sobre la vida conventual que han tenido oportunidad de desmentir: que las monjas no tenían agua caliente, que comían mucha crema de verduras y no le ponían sal a la comida o que eran serias y muy conservadoras. Incluso una de las participantes albergaba la duda de si las hermanas se duchaban en bikini.
Tanto Marta Torres, productora ejecutiva del formato, como José Rueda, director del programa, han destacado por su parte la generosidad tanto de las jóvenes aspirantes a monja como de las tres congregaciones —una de ellas de clausura—. Para la selección de las jóvenes protagonistas, el programa acudió a los lugares de encuentro de las comunidades religiosas y a personas que habitualmente orientan a las jóvenes que sienten la llamada. Sobre el carácter religioso de la experiencia, Rueda es claro: "No juzgamos, solo mostramos".
Aunque ahora las participantes en el programa han tenido la oportunidad de comprobar lo que significa dedicar su vida a Dios, aseguran que las seis semanas que duró la experiencia no han sido suficientes para tener claro si realmente estarían dispuestas a ser monjas.
Durante todo ese tiempo junto a ellas ha estado la hermana Marian Macías, que les ha guiado durante los momentos más decisivos del programa. Esta monja explica que el proceso habitual de iniciación es más paulatino y "no tan drástico", y remarca que sigue acompañando a las jóvenes en el caso de que alguna decida seguir adelante con su vocación religiosa.
¿Ayudará el programa a crear más vocaciones? La hermana Macías parece optimista: "Sí, puede ayudar. ¿Por qué no?".
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