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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Niñines

Está claro que llega un día en el que uno comprende que es un inútil. Ese día llegó ayer con la final de 'MasterChef Junior'

Ángel S. Harguindey

"Para el entrante quise hacer un milhojas con marisco que me encanta y se me ocurrió hacer una versión más original, arriesgando y con técnicas más complicadas. Para el principal, quería hacer algo con atún y quise presentarlo de tres formas diferentes porque no me decidía por ninguna: atún crudo, cocinado y tempura. Hice un trampantojo de sandía, cocina asiática, y técnicas modernas como el aire que hace Dabiz Muñoz. El postre, el falso huevo de coco, es un homenaje a Jordi Roca". Quien explica el menú ganador del tercer concurso de MasterChef Junior es María, una madrileña de 11 años. Está claro que llega un día en el que uno comprende que es un inútil. Ese día llegó ayer.

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La gran final tuvo varias virtudes y un defecto. Entre las virtudes, la espontaneidad de los concursantes que hace tiempo, como tantos otros niños, perdieron el atávico sentido del ridículo: ríen, lloran, saltan o andan en plan Pato Lucas ante las cámaras sin el menor pudor. Sus rostros están poco maleados, y así podemos ver a una simpática Covadonga (una asturiana de 11 años) poner cara de no entender nada cuando el embajador de EE UU les lanza un speech en inglés a propósito de la campaña que lleva Michelle Obama en contra de la obesidad infantil. Ni entiende el inglés ni está dispuesta a renunciar a la fabada, y hace bien.

El defecto: tratar que los cuatro niños finalistas elaboraran un menú diseñado por un tres estrellas Michelin que en su afán vanguardista ha decidido llamarse Dabiz aunque mantiene el tradicional Muñoz. La larga y exótica lista de ingredientes de cada uno de los seis platos que, teóricamente, debían cocinar los concursantes era un delirio. Acabaron cocinando y emplatando los jurados. Un sinsentido.

En cualquier caso, MasterChef Junior volvió a demostrar las bondades de un concurso en el que el entretenimiento surge del comportamiento de los protagonistas sin necesidad de estimular el edredoning o culpabilizar a la CUP de todos los males.

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