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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dos estilos

La segunda temporada de 'Fargo' y la primera de 'Happy Valley' permite comentar dos maneras distintas de entender la narrativa televisiva con un denominador común: las dos son extraordinarias

Ángel S. Harguindey

La segunda temporada de la serie estadounidense Fargo y la primera de la británica Happy Valley permite comentar dos maneras distintas de entender la narrativa televisiva con un denominador común: las dos son extraordinarias. Comparten también el thriller como género y sin embargo son muy distintas.

En el caso de Fargo surge condicionada por un precedente cinematográfico, el filme de los Coen y con ello ese ritmo cadencioso, turbio, en el que se masca la tragedia con constancia. Sus personajes pertenecen a ese mundo que tan bien describió Raymond Carver, seres anónimos con aspiraciones pequeñas y en los que la rutina es la dueña de la casa. Busca y consigue un espectáculo por sí mismo, sin necesidad de ninguna otra referencia que la ya de por sí excelente tradición norteamericana literaria y cinematográfica del género negro.

La británica, por su parte, aporta una información sociológica mucho más rica hasta el punto de que ya no es posible comprender nuestro tiempo sin contemplar algunas series de televisión. Comparte con el largometraje de los Coen el planteamiento inicial de la trama: un secuestro que desencadena una serie de hechos violentos protagonizados por unos torpes y crueles personajes, pero la serie británica se integra más en esa línea invisible que desde el free cinema de los Richardson, Anderson o Reisz llega hasta hoy con las excelentes aportaciones de Ken Loach, entre otros. Un estilo en el que ficción y documento se interrelacionan.

Curiosamente, las dos series huyen de las grandes urbes, sitúan sus respectivas acciones en localidades rurales, pequeñas (en la canadiense Calgary, en el caso de Fargo por razones de costes, y en la inglesa, West Lancashire), en las que la falta de expectativas de sus habitantes coadyuva a perfilar ese carácter elemental de sus personajes. Dos series excepcionales, dos aproximaciones a esto que llamamos ser humano.

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