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Poesía de hospital

El tercer libro de María García Zambrano es un poemario escrito a partir del nacimiento, difícil y con secuelas, de una hija

Manuel Rico

Todo libro de poemas es un artificio de lenguaje que, a veces, irrumpe, más que como una necesidad estética, como consecuencia de una dura experiencia personal, como una necesidad vital, casi de supervivencia. Esa impresión le produce al lector el tercer libro de María García Zambrano (Madrid, 1973), un poemario escrito a partir del nacimiento, difícil y con secuelas, de una hija y que nos sitúa ante la vivencia del límite. La respiración del hospital, la maternidad asustada, el desvalimiento de la recién nacida, a merced de la ciencia y de los médicos, la confrontación entre la burbuja aséptica de la clínica y la calle, las grietas del futuro y la mezcla de esperanza y deses­peranza con que es contemplada cristalizan en poemas de palabra despojada, en los que de vez en cuando asoma la metáfora eficaz, seca, el verso entrecortado y agónico, la delicadeza.

El libro tiene pocos parentescos con nuestra poesía (quizá Joana, de Joan Margarit), aunque sí conecta con cierta tradición de la norteamericana, basada en una escritura de corte emocional. Pienso en Elegy, de Mary Jo Bang; en Whitout, de Donald Hall; en El padre, de Sharon Olds. La hija evoluciona desde el centro del dolor hacia los alrededores, va del abismo hacia la luz agrietada en la que, pese a todo, la vida florece. Es un canto agónico que busca (y encuentra) la esperanza: “Difícil / pero amas su luz / lo transparente / a pesar de los otros / la víbora / el hambre / a pesar del destino / que muere a carcajadas”.

La hija. María García Zambrano. El Sastre de Apollinaire. Madrid, 2015. 82 páginas. 10 euros

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