Gallos
A la mayoría de los dirigentes su humildad no les permite alardear en público de sus amores culturales.


Leí una entrevista a Pablo Iglesias, ese lider izquierdista, o centrista, o independentista, o españolista (no sé, últimamente me hago un lío), en la que este declaraba que con alguien como Obama, entre otras cuestiones apasionantes, podría hablar de series que les cautivan a ambos como The Wire. Estoy seguro que cuando Obama cita novelas amadas como Moby Dick o el poemario La tierra baldía, o a Dylan y a Coltrane, sabe de qué está hablando, no se tira el rollo. Vale, es Obama, me lo creo. Pero a la mayoría de los dirigentes su humildad no les permite alardear en público de sus amores culturales. Es muy raro que tengan la osadía de recomendar las lecturas que han alimentado su alma.
En algún momento de debilidad los gobernantes españoles, o sus asesores de imagen, nos han revelado el título de los libros que les han conmovido. Suárez no desveló sus tesoros literarios. Felipe González debió de identificarse mogollón con la humanista Memorias de Adriano. El estadista Aznar no podía vivir sin Azaña cuando gobernaba en coalicion. Zapatero es cervantino y ama la poseía de Gamoneda. El libro de cabecera de Rajoy fue El caballero de Alcántara, de Jesús Sáchez Adalid, pero mi imperdonable incultura histórica jamás ha tenido noticias de ese presunto clásico.
La gran sorpresa es descubrir la cinefilia de Margallo en la muy divertida guerra que mantiene con Montoro. El mejor insulto de la historia, que es la respuesta de Bogart en Casablanca a la melosa pregunta de Lorre: “Me desprecias ¿verdad Rick?” resuelta con el demoledor: “Si pensara alguna vez en ti, probablemente lo haría”, es resucitado por Margallo refiriéndose a Montoro. Y tambien se acusan de agrafía, de que uno ha viajado por el ancho mundo y el otro solo ha ido a Andorra. Sospecho que la siguiente cuestión va a ser: ¿quién la tiene más grande?
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