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EN RESPUESTA A SANTOS JULIÁ

Cataluña: ¿cómo llegamos a la situación actual?

La construcción del catalanismo no se puede entender sin analizar también el nacionalismo español. Ambos se retroalimentan y condicionan

Colas para votar el 9 de noviembre de 2014 en el municipio barcelonés de Taradell
Colas para votar el 9 de noviembre de 2014 en el municipio barcelonés de TaradellAlejandro Ruesga

Me duele escribir sobre el ar­tícu­lo de Santos Juliá, ‘Catalanismos: de la protección a la secesión’, publicado en Babelia el pasado 29 de agosto. Pero hay en ese texto afirmaciones que, aunque las escriba un amigo y colega, uno no puede dejarlas sin respuesta. Sorprende que en ese artículo no se haga referencia a que la construcción del catalanismo no puede ser entendida sin, en paralelo, analizar el nacionalismo español. Ambos se retroalimentan y se condicionan. Es significativo que el españolismo sea el gran ausente del texto de Juliá.

No merece la pena abrumar al lector replicando los planteamientos simplistas que aparecen en el artículo. Es lamentable caricaturizar un fenómeno político tan complejo como el catalanismo con tan pobres argumentos. Quizá tan sólo conviniera recordarle a Juliá que la tesis de Fontana sobre la identidad de los catalanes está basada en las anteriores aportaciones de historiadores como Bisson, Freedman, Zimmermann, Bonnassie o Vilar, ninguno de los cuales puede ser calificado de “nacionalista romántico”.

Sorprende que Juliá
no se pregunte cómo se ha llegado
a la situación actual

Pero dejemos las tesis de Juliá sobre la historia del catalanismo y centrémonos en la cuestión que pretende tratar el artículo: ¿qué ha pasado en Cataluña en los últimos años para que hayan arraigado tanto los planteamientos independentistas? Sorprende que Juliá no se pregunte cómo se ha llegado a la situación actual. Y no lo hace porque ya tiene una fácil respuesta: todo obedece a la gran operación de manipulación de la opinión catalana impulsada por Mas y Junqueras. Éstos, gracias a la utilización de las instituciones y con la complicidad de los medios de comunicación, han logrado embarcar a los catalanes en la peligrosa vía de la independencia.

Juliá tiene toda la razón cuando afirma que las narrativas construidas desde el poder suelen provocar silencios. En efecto, y su propio artículo es una muestra de ello, ya que sorprende su total silencio sobre los discursos y las políticas utilizados estos últimos años por los Gobiernos y los partidos españoles con respecto a Cataluña. No hay en su texto ni una sola referencia a lo que ha pasado en los últimos 10 años. Nada sobre cómo Zapatero y Guerra liquidaron el proyecto de Maragall de ir hacia una España federalizante y más plural; nada sobre cómo se cepillaron en las Cortes el estatuto catalán de 2006; nada sobre cómo Rajoy y el PP organizaron aquella campaña contra el estatuto catalán que sembró de anticatalanismo toda España; nada sobre cómo el Tribunal Constitucional cercenó todo lo nuevo que había en aquel texto autonómico. Tampoco se habla de la política centralizadora y españolizadora practicada por el Gobierno de Rajoy y su constante incumplimiento de lo que dispone el Estatut. Y evidentemente no hay en el artículo ni una sola alusión al surgimiento en Cataluña de un amplísimo movimiento ciudadano a favor del derecho a decidir que desbordó a los propios partidos nacionalistas. Tampoco comenta por qué no ha habido en estos años ninguna oferta española que pudiese neutralizar el avance independentista.

No hay en el artículo ni una sola alusión al surgimiento en Cataluña de un amplísimo movimiento ciudadano a favor del derecho a decidir que desbordó a los propios partidos nacionalistas

Su artículo refleja no sólo una sorprendente pobreza argumental, al despreciar un serio análisis sobre las causas de la situación y aferrarse a la tesis de la conspiración nacionalista, catalana por supuesto. También muestra ceguera política: ¿realmente cree que lo que pasa en Cataluña es un montaje de una minoría perversa de iluminados que logró movilizar a casi dos millones y medio de ciudadanos el pasado 9 de noviembre?

Yo creía que Santos Juliá, un hombre sensato y serio, sería inmune al nacionalismo español más rancio y no se dejaría arrastrar por ideas tan simplificadoras. Me he equivocado. Va a resultar que Josep Pla tenía razón cuando afirmaba que “nada se parece más a un españolista de derechas que un españolista de izquierdas”. Es lamentable contemplar cómo intelectuales de referencia pueden llegar a escribir artículos tan frívolos y que repiten los tópicos más manidos del viejo lerrouxismo sobre una temática tan relevante como ésta.

Borja de Riquer es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona

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